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« Previous Page Table of Contents Next Page »Marlín a aceptar la Vice-Presidencia, podía provo– car una reconsideración total del problema electo– ral, esto es, de que podría Martín llegar a ser nominado para Presidente en lugar de Vice, y pa– rece que esto fue 10 que dio lugar a que don Manuel Lacayo se opusiera a que su yerno aceptara la Vice-Presidencia.
De esa negativa de mi mejor amigo político que yo tuve en mi vida, creo que se origina, principal– mente, la caída del poder del Parlido Conservador. Don Toribio Tijerino no valorizó justamente el daño que le hacía al Parlido con su oposición a la candidatura Benard, ni don Mar:l:ín apreció tampoco la sinceridad de los amigos que le pedimos de la manera más enfática, casi de rodillas, como se dice vulgarmente, para que aceptara la Vice-Presidencia de don Diego Manuel Chamarra, que era en su caso la Presidencia segura, como 10 confirmó el tiempo y la historia.
De los comisionados de la Direcfiva que fueron a Granada, vive aun don Deogracias Rivas, y él podría, si quisiera, darnos sus propias impresiones personales de estos sucesos.
Con el rechazo de don Mar:l:ín se resolvió reunir de nuevo la DireC±iva para la designación del nuevo Vice-Presidente y como yo estaba ya comprometido a apoyar a don Bar:l:olomé Mar:l:ínez, éste fue el can– didato nombrado.
Elección de Don Diego
Con tal nombramiento se terminaron las inquie– :l:udes políficas del Par:l:ido Conservador sobre la cuesfión de la designación de la persona para tal posición y con ello vino la unión completa del Con– servafismo; por 10 que en el curso de la campaña electoral ya no hubo estropiezos serios sino peque– ños incidentes que no vale la pena relatar, y el día de la elección la votación fue espontánea y nume– rosa, llegándose a contar 54,000 votos depositados en las urnas a favor de la fórmula CHAMORRO– MARTINEZ.
Electo don Diego Manuel Chamarra en las elec– ciones de OC±ubre de 1920 y calificada su elección por el Congreso para el período que comenzaría el 1 9 de Enero de 1921 al 31 de Diciembre de 1924, mi período presidencial tocaba ya a su fin. Aunque creo haber hecho mención clara de la opinión que le expresé personalmente a don Diego sobre los inconvenientes de su candidatura, los renuevo ahora para que se conozca cómo pensaba entonces y cómo pienso ahora respedo a la sucesión del poder entre familiares. Creo firmemente que la prohibición constitucional debe hacerse más absolu– ta, aun para grados de parentesco más lejano que los que ahora existen.
En medio de las labores complejas corrientes de la administración, tuve, como se comprenderá, que atender al enorme problema político que signi– ficaba una campaña elec:toral en que por primera vez en la historia moderna de Nicaragua, desde el cambio constitucional de 1893, las dos grandes agrupaciones políficas en que nos hallamos dividi– dos, fueron a las urnas tremolando sus respecfivas banderas y sosteniendo sus respectivos candidatos.
Fue esa confienda electoral, como dije enton– ces y 10 repi:to ahora, una campaña viva, tenaz en la que cada cual trabajó con empeño por adquirir el triunfo que legítimamente debía corresponder al que obtuviese la mayoría de los votos en los comi– cios al amparo de la Ley. Aquel espec:táculo fue en realidad hermoso, lleno de civismo y de grande~
za. La Nación entera llegó a las urnas en aquella confienda sin las turbulencias propias de nuestro pueblo, el que mostró, por el contrario, un ina1:tera– ble espíritu cívico.
Eso me ha llenado siempre de profunda satis– facción. El que fuera el acto final de mi adminis– tración un ac:to de verdadera democracia. El que fuera mi régimen de política administrativa el que desper:l:ara en el corazón de los nicaragüenses el aullo de la ciudadanía y la conciencia de sus legili-
mos derechos y al mismo tiempo el conocimiento de sus deberes ineludibles.
Ese fenómeno no fue otro que el efecto del de– senvolvimiento de la ley natural de la democracia, la cual se fue ampliando e introduciendo en todas las esferas de la vida nacional en un ambiente de liber:l:ad y orden.
Proleslas 6berales
A pesar de tales circunstancias que quedaron profundamente impresas en todas las conciencias nicaragüenses de la época, fue cosa digna de notar– se el afán de algunos grupos políticos de presentar protestas gratui:tas de las elecciones sin que media– sen motivos jusfificados para hacerlo. Tal procedi– miento, aunque natural en toda reacción a una derrota eleccionaria, llamó, sin embargo, la atención por la forma burda en que se hizo, pues las protes– tas mencionadas obedecían a una combinación an– ficipadamente preparada y a una consigna preme– ditada.
Recuerdo, por ejemplo, que ví ejemplares de esas pro:l:estas proceden:l:es de pueblos remo:l:os de la República en donde era absoluiamente desconoci– da la mecanografía nítidamen:l:e escri:tas a máquina, a:l:estiguando con eso que fueron enviadas con anti– cipación por los centros de propaganda de la derro– tada fórmula GONZALEZ-GONZALEZ.
La inconsecuencia de ese procedimiento tuvo su mejor demostración en el hecho ocurrido en Rivas -y como en la ciudad de Rivas, en otros lugares– en que los encargados de introducir el pliego de la pro:l:es:l:a ante el Directorio fueron reconvenidos allí mismo por sus represen:l:antes en la mesa electoral los que se indignaron ante :l:an injusto proceder, puesto que a ellos les constaba que allí no había ocurrido nada que diera motivo para queja de nin– gún género.
Otro caso digno de mencionarse fue el ocurrido en León, en donde un joven miembro de la repre– sentación de su par:l:ido ante una mesa elec:toral firmó una pro:l:es:l:a sin recordar que anteriormente había puesto su firma en una declaración en que manifestaba estar enteramente satisfecho de las vo– taciones que le había tocado presenciar.
De todos modos, merced a la acfitud de respeto observada por el Gobierno para con los derechos de los ciudadanos y por éstos para con las disposicio– nes de la Ley, el debate elec:toral se desarrolló en un ambiente de tranquilidad que permitió al Gobierno desenvolver su programa administrativo sin encon– trar mayores obstáculos.
Recuenlo de su geslión presidencial
Al finalizar el período de mi gestión adminis– trativa tuve la satisfacción de hacer un recuen:l:o de mi obra en todos los ramos de la administración pública. Por él puede verse que mi Gobierno siguió fielmente el propósi:to de difundir la enseñanza en todos los ámbitos de la nación. Nuestras leyes es– ta:l:uyen que la enseñanza primaria sea gratui:ta y obligatoria. Para ello cada año y a medida que ls posibilidades pecuniarias 10 permi:tieron, se aumen– tó el número de escuelas de ambos sexos. Se logró establecer Escuelas Rurales en los Depar:l:amen:l:os de Ma:l:agalpa y Jino:l:ega, en donde la masa analfabe– ta, formada por indígenas, ocupaba ex:l:ensas regio– nes. Estas escuelas dieron resu1:tados excelentes, cuyos beneficios pueden todavía apreciarse.
Tambien le dí especial p referencia a la educa– ción en el ex:l:erior de jóvenes nicaragüenses, de ambos sexos, y se llegaron a :l:ener en un año a 36 de ellos verificando sus es:l:udios en todos los ramos del saber humano en los Estados Unidos y Europa, por cuenta del Estado.
También le dí especial preferencia a la educa– Gobierno en los es:l:ablecimien:l:os públicos de ense– ñanza, cuyo programa de aumento se desarrollaba con éxi:to, y del man:l:enimiento de jóvenes estudian– tes en el extranjero, el Gobierno costeaba en Centros oficiales y par:l:iculares, por medio de becas, la edu– cación de 521 alumnos de ambos sexos.
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