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« Previous Page Table of Contents Next Page »Sin embargo, el Congreso desechó la iniciativa y el reo fue fusilado en el cementerio de Granada. Recuerdo que Anselmo Fle±es Bolaños, que no perdía ocasión para aiacarme graiuilamenie, escribió unos versos que consistían en unas esirofas que ±er– minaban con el esiribillo: 'Y maiaron a Cachim– bón" y en las que me llenaba de denuesiros y me culpaba de la muerle del asesino. Has±a allí llega el abuso de la liberlad de prensa I
Eslaclíslic:a y Censo
Deseaba mi Gobierno establecer los dis±inios ramos de la Es±adística Nacional, de la que es parle esencial la formación del Censo de la población, y cumplir con la obligación que contrajo la República en la Cuarla Conferencia Panamericana, verificada en Buenos Aires, el año de 1910, en la que se com– prometió a levaniar el Censo General de la Pobla– ción del país en el año de 1920.
Por motivo de aquellos objetivos y este compro– miso, dí el Decre±o de 10 de Septiembre de 1919,
por el que se trazaban las normas que se seguirían para obtener ese imporlan±e dato estadístico de la República. Se señaló el día primero de Enero de
1920 corno el día en que se llevaría a cabo la ins– cripclón de iodos los habitantes del país.
La cooperación de las autoridades y de la ciu– dadanía fue espléndida y el Censo pudo llevarse a cabo sin ningún incidente desagradable como los que suelen suceder en otros países aun los más avanzados, en los que los levantadores del Censo son recibidos de malos modos y hasta con amena– zas por personas que temen oue los daios que sumi– nisiren servirán para oiros fines que no sean los puramente estadísticos.
El Censo de un país es la -plaiaforma indispensa– ble para basar en él un sinnumero de cálculos que necesilan efeC±uar no sólo el estadista sino también los parliculares.
Merced al Censo de 1920 pudo el Gobierno calcular, por ejemplo, que el promedio de iribufa– ción para formar los fondos nacionales en Nicara– gua correspondía "per cápila" a un 6.66% 10 que constiluía una cantidad inferior a la de países simi– lares.
Igualmente, en vir±ud del resultado del Censo, pudimos apreciar que el número de individuos que en Nicaragua podían ejercer el derecho del sufragio se elevaba a un 20% de su población, la cual llega– ba a la cifra ±o±al de 635,119 habilan±es para iodo el país.
Salubridacl Públic:a
En cuanto a la Sanidad de la República nunca como a finales de 1919 requirió la esmerada a±en– ción de parle del Gobierno, debido a los amagos de la fiebre amarilla que tanta ansiedad causaron principalmente durante los meses de agosto, sep– tiembre y oC±ubre.
Los Consejos Superiores de Salubridad de la Re– pública diC±aron órdenes enérgicas que trasmitidas a las Jun±as de Sanidad Depadamen±ales fueron ri– gurosamen±e ejecufadas con el poyo de los Jefes Políticos.
En esta obra de saneamienio llevada a cabo fue inestimable la cooperación prestada por el doc– ±or Daniel Molloy, jefe de la oficina de Uncinariásis en la República, quien se mufiplicó trasladándose con rapidez de un lugar a afro en donde quiera que el flagelo asomaba su funesta cabeza; y no cabe duda de que gracias a su aC±ividad en combatirla, se logró mantenerla a raya de manera que nunca pasó del estado esporádico. Gracias también a él :l:uvimos entonces la visita del General Gorgas, aufo– ridad mundial en la maieria, que había combaiido con éxi:l:o el flagelo de la fiebre amarilla en Panamá, y quien vino acompañado de los distinguidos facul– :l:a±ivos General Lis:l:er y docior Parejas. Sus sabios consejos y afinadas indicaciones se pusieron rigu– rosamen±e en práciica para alejar de nuesiro suelo el peligro de la fiebre amarilla.
Es:l:o dio motivo y ocasión para organizar en
iodo el país las Juntas de Sanidad Deparlamentales las que llevaron a cabo una gran labor de sanea. miento en toda la República, lo que dio por resul. fado el aumento de población en una proporción mayor a la obtenida en los Censos anteriores, aserlo que puede comprobarse con las cifras publicadas en el Informe del Censo de 1950.
Cancliclalul'a Benarcl
La mayor parle del tiempo se le gasta a un
Presidente -que es a la vez el Jefe de su Parlido_ en resolver las dificultades políticas del mismo, tra– ±ando siempre de evitar las escisiones que surgen o amenazan surgir en cada localidad, para que al lle– gar la época de las elecciones no hayan divisiones y vaya todo compado a la lucha eledoral.
Para evi:l:ar esas escisiones el mejor medio es el que alguno de los amigos de la Adminis:l:ración adquiera suficiente respaldo popular para irse per– filando como el próximo candidato y de esta manera se vaya el Parlido agrupando poco a poco alrededor de aquel hombre.
Duran:l:e el último año de mi período presiden_ cial se me presen:l:aron esos problemas y a mí me pareció que la solución más fácil era la de iniciar la candidatura de don Marlín Benard, que gozaba de mi absoluta amistad y confianza, como iden±ifi_ cado que estaba con mi política administrativa y
conservadora; amistad y confianza que él también gozaba de muchos oiros elementos de valía en el Parlido.
Mas por eso mismo de ser don Marlín Benard un candidaio popular habían algunos elementos que buscaban como destruirlo. Es±aban principal– mente al fren:l:e de es:l:e movimien:l:o los señores Tije– rino, Perfecto y Toribio, y algunos o±ros miembros del Parlido Conservador Genuino de Managua, los que preconizaban la candidatura de don Diego Ma– nuel Chamarra.
Por mi parle, para ir enseñando al pueblo con– servador mi preferencia por don Marlín Benard me propuse hacer una visila a los dis±in:l:os Deparla– men±os llevando en mi compañía al señor Benard. Mi plan era ido presentando a los diferentes secio– res políticos de cada Deparlamen±o como el hombre que yo prefería como para ser mi sucesor.
Para mejor desarrollar es:l:e plan, nombré Jefe Político del Deparlamen±o de Masaya a don Sebas· ±ián O. Núñez, y de Chinandéga a don César Tijeri– no, quienes estaban completamente de acuerdo con la candida:l:ura Benard, y cuyos trabajos políticos comenzarían al hacerse ellos cargo de la adminis– ±ración política de sus respectivos deparlamen±os.
Cuando ya en ambos deparlamen:l:os habían suficientes elementos afines para hacer las primeras manifestaciones en favor de la candida:l:ura Benard resolví iniciar mi gira, primero por Occidente, para lo cual invité al señor Benard y su familia para que me acompañaran en ella.
Esa invitación había sido comunicada de an±e– mano privadamen:l:e y también privadamente había obtenido la promesa del señor Benard de que me acompañaría, pero a última hora él tuvo algún in– conveniente y sólo su familia pudo hacerlo, por lo que el viaje lo circunscribí al Ingenio San An±onio, en Chichigalpa, y a la ciudad de León, de donde f\,1imos al balneario de Poneloya, donde fuimos finamente atendidos por :l:odos los que estaban allí veraneando, aunque también fuimos criticados por habernos bañado en el mar promiscuamenie los hombres y mujeres, no obs:l:an±e de llevar los reca– :l:ados trajes de baño de la época. Todavía no ha– bía en:l:rado en su furor la moda ac:l:ual.
Una vez de regreso a Managua hablé nueva– men:l:e con mi amigo don Marlín Benard para que no me faltara a la gira por el Deparlamen:l:o de Maia– galpa, porque era precisamen:l:e allí donde quería yo proclamar su candida:l:ura presidencial, pero quien sabe por qué causa, Marlín aun prome±iéndo– melo, desistía a última hora de comprometerse en el lanzamiento de su candidatura.
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