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« Previous Page Table of Contents Next Page »hace de ellos año con año un negocio de ex porla– ci6n muy considerable.
Es de sana y progresista economía política el fomentar tal industria, y ningún medio más ade– cuado a tan laudable fin que el de facilitar en con– diciones ventajosas el capital de oue han menester nuestros labradores para dedicarse con alguna am-lifud a sus faenas ya de suyo tan arduas y rodea– aas de circunstancias naturales, tendientes a hacer sus resulfados tan precarios.
La corledad del período presidencial me impi– dió el llevar a cabo todos los planes que me trazaba para el mejoramiento económico del país. Sin embargo, mucho se hizo en su beneficio.
Compañia Mercanlil de UUramal'
Como el Banco Nacional por razón de sus mis– mas funciones no podía hacerse cargo de servir de intermediario para las negociaciones de los impor– tadores y exporladores del país, se pensó en la crea– ción de una institución que 10 hiciera. Así nació la COMPARIA MERCANTIL DE ULTRAMAR -el 12 de Mayo de 1919- compañía que por muchos años fomentó el comercio nacional e internacional y que recientemente ha tomado el nombre de INCEI (rns– filufo Nacional de Comercio Exterior e Interiorl. El prestigio internacional de mi Gobierno en cuestiones económicas y financieras era tal que en una ocasión en que un grupo de banqueros parlicu– lares se confabularon para hacer quebrar al Banco Nacional que entonces mantenía un fonde de ..... US$ 100,000 de respaldo, se dedicaron a hacer com– pras de dólares con objeto de provocar un pánico. Sin embargo, sus planes fueron fallidos porque los banqueros Brown Brothers Be Co., en cuyos bancos estaban depositados los fondos de respaldo, a pre– guntas del Gerente del Banco Nacional, Mr. Arlhur C. Lawder, contestaron que ellos reconocerían todo cheque debidamente librado por el Banco. El jue– go de los banqueros parliculares resulfó en un "boomerang" en su contra, pues no fue sino con pérdidas que pudieron deshacerse de los dólares que habían comprado sin otro objeto que el de da– ñar la repufación del Banco Nacional para su pro– pio beneficio.
En declaraciones posteriores el Presidente de Brown Brofhers Be Co., John Brown, dijo que 10 ha– bía impulsado a toxnar esa ac±ifud decidida en favor del Banco Nacional porque el prestigio de mi admi– nistración era suficiente garantía para él.
Reelección
En el curso del año de 1919 se hizo oír la voz popular en varias parles de la República preconi– zando mi nombre para un nuevo período presiden– cial.
Se levantaron aefas suscritas por millares de ciudadanos, se hicieron numerosas reuniones públi– cas y hasta se celebraron cabildos abierl:os en cabe– ceras deparlamentales tan imporlantes corno Juigal– pa, Masaya, Granada y Rivas, en los que se me proclamaba candidato del Partido Conservador en las venideras elecciones presidenciales.
Por considerar tales manifestaciones prematuras interpuse mi amistad e influencia personales con los miembros de otros Municipios, corno por ejemplo el de esta capital, para que se abstuvieran de proceder en ese mismo sentido.
Naturalmente, tales demostraciones públicas no habrían podido ser sino muy grafas para mí, puesto que veía en ellas valiosos tesfirnonios de reconoci– miento y aprecio de mi labor administrativa, y sólo en ese concepto las acogía gustoso y satisfecho. Ellas no solo me sirvieron de aliento para perseve– rar en mi obra de regeneración económica del país que tenían tan encaminada ya, sino que faxnbién me esfirnularon a la noble ambición de llegar a cul– minada con la completa solvencia de la Hacienda Pública.
Era mi aspiración impeler denodadamente al país por la nueva senda que delante de sí había visto abierta gracias a los arreglos financieros que
por mi gobierno se habían llevado a cabo con los banqueros norteamericanos desde el primer año de mi administración.
El aludido movimiento popular de mi partido provocó naturalmente en el de la oposición una algarada y sus órganos de publicidad tronaron en mi contra.
En medio de los denuestos que a diario me lan– zaba, se suscitó la duda a cerca de la constituciona– lidad de un segundo período consecufivo, duda de que participaron de buena fe algunos miembros de mi mismo partido, por 10 que soxnetí a la conside– ración del Congreso Nacional el asumo que ha sido elemento perlurbador en nuestras democracias: la reelección. Más adelante me referiré de nuevo, con mayores detalles, sobre este particular.
Padicipación de la minoría
El espíritu de las democracias modernas es un espírifu de equidad y así corno al terminarse los confliefos sangrientos, inseparables de la imperfec– ta condición humana, ya a la hora presente sería un anacronismo el grüo de los an:tiguos vencedores. "¡Ay de los vencidos' ' ', también hoy, al concluirse las incruentas luchas cívicas se acenma una tenden– cia nueva en los partidos dominantes. la de ceder un lugar en la representación nacional a las mino– rías. Tal concesión revela no solo un sentimiento muy vivo de justicia sino también un sentido políti– co profundo. Por ella se atrae a los partidos, acaso débiles numéricamente pero en cambio ricos en hombres de peso, al palenque de las lides ciudada– nas, en la seguridad de que se les hará partícipes en los frufos de la victoria a pesar de su impotencia para lograrla ellos por esfuerzo propio
l y con ello se elimina ese elemento de encono irreconciliable que afea, agría y hace tan peligrosa la bienandanza de la República, luchas que por tratarse entre faccio– nes que persiguen ideales similares y afines, de– bieran ser inocuas. Movido por es:l:as ideas y con– ceptos propuse un proyeefo de ley que otorgara tal representación a las minorías. Este principio que ha sido apropiado por el partido dominaroe ahora, fue en realidad, iniciado por xni administración hace ya más de cuareroa años.
Asesinato de Calilla
A fines de 1919 tanto la ciudad de Granada co– rno todo el resto de la República se conmovió con la noticia del afroz asesinato cometido en la persona de don Francisco Gu:l:iérrez, alias Calilla, en su do– micilio de la calle de El Palenque de aquella ciu– dad.
La eficacia inves:l:igadora de las auforidades de Policía dieron pronto con los aufores del horrendo crimen. La criminalidad en Nicaragua había des– cendido grandemente a un nivel bajísimo gracias al sistema preventivo adoptado por el Ministerio del Ramo y por la constante vigilancia que el cuerpo encargado de la protección de la ciudadanía ejercía sus funciones. Por eso ese crimen tuvo la publici– dad y resonancia de que fue objeto, ya que actos corno esos no se cometían con taroa frecuencia como ahora.
Hilarío Silva, alias Cachimbón, y Luis Gufiérrez, alias Chojito, fueron descubiertos por las auforida– des COTIlO el aufor y el cómplice del asesinato. Una vez capturados confesaron su crimen y fueron some– tidos a juicio. Los jueces estuvieron contestes en seroenciar a la pena de muerte al primero y a ca– dena perpetua al segundo.
A pesar de mi carrera de militar, que como he dicho antes, la he ejercido solameroe en circunstan– cias especialísimas, soy enemigo declarado de la pena de xnuerte. Por eso jamás he dado orden de fusilar a nadie, y si he empuñado las armas ha sido en defensa de alfos ideales, como son la libertad y la dignidad del hombre. Por eso hice que se some– tiera al Congreso la iniciativa del Poder Ejecutivo relafiva a conmutar la pena de muerte a que fue seroenciado el reo Hilarío Silva, alias Cachimbón.
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