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« Previous Page Table of Contents Next Page »cio Montalván y de Hacienda don Octaviano César, para que hicieran una visita, renovándole las mues– tras de condolencia del Ejecufivo, a la estimable viuda del extinto, doña Julia Pasos de Chamarra. Los restos de don Alejandro que vendrían de Costa Rica, antes de ser permanentemente deposita– dos en Granada, se traerían a Managua para ser honrados.
Durante su permanencia en esta Capital los res– tos estuvieron en capilla ardiente en el Salón de Se– siones del Congreso Nacional, donde en la noche del 8 se llevó a efecio una solemne velada fúnebre en la que llevó la palabra oficial el docior don Da– vid Arellano.
Muerie de Don i'ed~lI'ico Solól'Zano
Estaba pasando las vacaciones de Semana San– ta en mi querido pueblo de Comalapa, cuando fuí sorprendido por la noticia de la muerle de don Fe– derico Solórzano, acaecida en Managua el 18 de Abril de 1919.
Fue don Federico un hombre que recorrió desde niño hasta la avanzada edad en que murió todas las etapas de la forluna, desde la pobreza hasta la posesión de un cuantioso capital; persona de hon– radez acrisolada, laboriosidad infatigable, espíritu práC±ico y de firme caráC±er; y sobre todo, ciudada– no amante de su patria, a la que sirvió con brillo en las Cámaras Legislativas, en el Gabinete y aun en la Presidencia de la República; afiliado a los sanos principios del Parlido Conservador lo sirvió con sus luces, con su consejo y con su capital; jefe de un ho– gar, inculcó en él las virludes cristianas, y dejó una descendencia que es honra y prez de la sociedad nicaragüense.
El Gll'al. Pedro J. Ruiz Tejada
También en ese mismo año de 1919, a la avan– zada edad de noventa y cmco años rindió en Masa– ya, el 5 de Noviembre, la jornada de la vida, el prócer de la Guerra Nacional, General don Pedro J.
Ruiz Tejada.
Nativo de Colombia, de la que fue Cónsul por varios lustros, se había establecido en Nicaragua desde 1851, haciendo de la nuestra su segunda Pa– tria a la que le dedicó su tesonero esfuerzo y ac– tividad con austeridad y honradez.
En los aciagos como gloriosos días de la cam– paña nacional se le vio con energías y entusiasmo sirviendo con brillo la causa de Nicaragua, por lo que alcanzó honores, distinciones y puesto de im– porlancia en el Ejército de la República.
Pasada la guerra, se dedicó al trabajo y llegó a hacerse popular por sus empresas. En compañía del señor Gottel estableció el servicio de diligencias, y a la muerle de su socio quedó hecho cargo del negocio. En la ciudad de León instaló el servicio de la Aguadora, y después de atender a varios ne– gocios se dedicó a las faenas de la agricul±ura, muy en consonancia con sus costumbres patriarcales. El General Ruiz Tejada formó, en unión de dis– tinguida dama nicaragüense, un hogar que ha sido al±amente apreciado.
Mi Gobierno dició un Decreto deplorando la muerle del General Ruiz Tejada y rindiéndole los honores correspondientes. Una comisión compues– ta por el Jefe Político de Masaya, don Sebastián O. Núñez, del Senador don Mariano Lacayo y del Dipu– tado don Antonio Solano fue nombrada para que en representación del Gobierno asistiera a los funerales y presentara el más sentido pésame a la familia del extinto.
Préstamos a los Agricullol'es
Un prominente economista francés ha dicho: "Dadme buenas finanzas y os daré buena política, dadme buena política y os daré buenas finanzas". Tengo la convicción de que ambos extremos de este apotegma puede decirse que fueron los lemas de mi gobierno. Los éxitos financieros y económicos de mi administración -obscurecidos por el tiempo y la leyenda negra de la propaganda liberal- fueron
realidades incontroverlibles. No creo pecar de in. modesto si al hacer un somero recuento de tales éxi– tos, que son no sólo para mí, prestigio personal sino también gloria de mi Parlido y de mi Patria, mi ad– ministración pueda considerarse tan pura como cualquiera de las administraciones de los :30 años con las que ha sido repetidamente comparada. "El crédito público es riqueza nacional" y pene– trado de ésto mi Gobierno destinó del Superávit la suma de VEINTE MIL CORDOBAS para amorlizar los Bonos Garantizados de 1918 que constituían nuestra deuda interna. Tal cantidad fue totalmente inverli_ da. Las rentas especialmente destinadas para el servicio de los Bonos Garantizados gozaron de con– tinuo aumento, de modo que la amorlización de la deuda era constante y el pago de sus intereses se hacía con anticipación a su vencimiento.
Del 49% de las acciones que poseía la Repú– blica en el Banco Nacional y el Ferrocarril se obte– nían jugosos dividendos, los que se empleaban para obras públicas y para el servicio de la deuda de los Bonos Garantizados.
Como poco tiempo después de haber concluído la Primera Guerra Mundial se presentó en Nicara– gua una crisis financiera de proporciones alarman– tes, habiéndose reducido considerablemente las im– porlaciones y el café, que era entonces prácticamen– te el único producio exporlable, tenía precios muy bajos, mi Gobierno, trató de remediar esa situación. Aunque encon:l:ré serias dificul±ades para hacer– lo, principalmen:l:e, por la existencia del Plan Lansing que sometía a las finanzas del Estado a un estricto grado de austeridad; uno de los medios que usó el Gobierno para mejorar la situación económi– ca fue el de estimular el cul±ivo de cereales y otros productos agrícolas, para lo cual dispuse dar una ley que se llamó de PRESTAMO A LOS AGRICULTORES.
Lo básico y lo imporlante de esa ley fue que el Gobierno se constituyó garante de todos los plan– tadores, y que si alguno no pagaba al Banco, el Gobierno pagaría en su lugar. El Gobierno publicó ampliamente que esos préstamos eran préstamos de honor para los agricul±ores, pero que el Gobierno asumía cualquier riesgo de pérdida, ya que por ese medio se estimularía y aumentaría la producción de cereales y productos alimenticios.
El Banco, teniendo la garantía del Gobierno, hizo préstamos hasta por valor de US$ :300,000, 'can– tidad que en aquel en:l:onces era suficiente para cu1±ivar muchos miles de manzanas de terrenos. Los préstamos en ningún caso devengaron intereses a cargo de los agricul±ores, pues tales intereses los asumió, desde el principio, el propio Gobierno. Cabe recordar que de los US$ :300,000 que en las condiciones dichas se entregaron a los agricul– tores de Nicaragua, sólo la cantidad de US$ 400.00 fue la única que no fue pagada por un agricultor que los recibió y fue la unica cantidad pagada al Banco por el Gobierno.
Esto demuestra el a1±o espíritu de honradez que existe en el agricul±or nicaragüense y demuestra también la comprensión del Gobierno de aquel tiem– po de las diferentes necesidades públicas, pues en esa forma se salvó al país del hambre y la miseria, Se colocó al campesino en situación de afrontar los cultivos de los años subsiguientes y convenció al público de que el Gobierno respaldaba al agricul– tor, nervio y centro de la vida en Nicaragua. Para hacer permanente esa ayuda al agricul±or propuse al Congreso que de los fondos del Superá– vit, que la buena administración de las Rentas y el es:l:riC±o ajuste al precario Presupuesto General de Gastos producía anualmente, sería conveniente que se tomase una can:l:idad regular como capital incial con que fundar un Banco Agrícola Hipotecario a fin de favorecer a nuestros agricul±ores en pequeño, su– ministrándoles a un módico interés los recursos ne– cesarios para sus trabajos de siembra.
Los cereales consfifuyen una parle principal de la riqueza pública y que después de abastecer la demanda siempre creciente del consumo local, se
so
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