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sobre el asunto de la división de la Diócesis, él Pre– lado nicaragüense objetaba diciendo que Nicaragua era un país pobre y que por lo tanio no podría man– tener dignamente a más de un "Príncipe de la Igle– sia", a lo que contestó Mons. Cagliero: "Precisamen– te, Monseñor, la Sania Sede está ansiosa de tener menos Príncipes de la Iglesia y más Pastores de su rebaño".

No acojo corno verídica la versión de esa pláti– ca pues la personalidad de Monseñor Pereira estaba muy encima de esas trivialidades de nombres y de rangos.

Las negociaciones entre el Ministerio de Relacio– nes Exieriores y el Delegado Apostólico de la Santa Sede continuaron y el Gobierno sometió a los si– guientes candidatos para regir en calidad de Obis– pos las varias diócesis proyectadas: al Canónigo Ar– cediano José Antonio Lezcano y Ortega, para el Ar– zobispado de Nicaragua ,al Presbítero doclor don José Piñal y Batres, de Guatemala, para el Obispado de Granada, al Presbítero doctor don Isidoro Carrillo y Salazar, para el Obispado Auxiliar de Maiagalpa. Con respecio al Vicariato Apostólico de la Costa Atlántica se dejó a la discreción de la Santa Sede el llenar el cargo.

Por necesidades de su Delegación tuvo Monse– ñor Cagliero que ir a Costa Rica ante cuyo Gobier– no representaba también a la Santa Sede y desde San José, el 27 de Diciembre de 1913, confirmó tan– to la aprobación de la nueva circunscripción dioce– sana corno la aceptación de los candidatos propues– tos por el Gobierno, de modo que el episcopado na– cional de Nicaragua quedó formado por los siguien– tes prelados:

Para el Arzobispado de Managua, el Excelentí– simo y ReVInO. Monseñor José Antonio Lezcano y Ortega, quien tendría por Auxiliar, con residencia habitual en Maiagalpa a Monseñor Isidoro Carrillo y Salazar, para el Obispado de León, el Ilmo. Mon– señor Simeón Pereira y Castellón, quien asumiría el título personal de Obispo titular de Cícico, para el Obispado de Granada, el Ilmo. Doctor don José Piñal y Batres, y para el Vicariaio de Bluefields por acuerdo de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide entregado a la Orden de los Capuchinos, el limo. Monseñor Agustín Bernaus y Serra.

Tal es la verdadera historia de la división de la Diócesis ele Nicaragua en la que el Gobierno Con– servador no tuvo otro interés que el del bienestar es– piri1ual del pueblo, realidad que fue confirmada con el resurgimiento de la catolicidad (""ue fue evidente en esos años.

Después de esta larga digresión volveré al pun– to de padida cual era el de mis relaciones persona– les y oficiales con Monseñor Pereira y Castellón a quien mi Gobierno festejó debidamente en ocasión del XXV aniversario de su elevación al Episcopado los días 9, 10 Y 11 de Marzo de 1918. En esos días mi Gobierno se unió a la sociedad leonesa y a to– das las Corporaciones y Cuerpos colegiaaos en de– mostrar los sentimientos de simpatía por el ilustre festejado.

En varias ocasiones Monseñor Pereira y Caste– llón me visitó para tratar asuntos de su cargo y en todas ellas nos dimos muestras mÚ±uas de respeto y aprecio personal. Recuerdo que en una de esas oca– siones me declaró de manera confidencial que esta– ba pensando en su sucesor y crue la persona de Monseñor Apolonio Andara era para él la más indi– cada. Yo guardé para mí esa confidencia, aun cuan– do años después, ví con sorpresa que la persona elegida para sucederle había sido Monseñor Agus–

tín Tijerino y Loáisiga, persona tan meritoria corno Monseñor Andara.

Conferencias Cenlroamericanas

Mi Gobierno también mantuvo muy buenas re– laciones diplomáticas con todas las Repúblicas de Centro América, quienes mantenían sus Legaciones en el país a cargo de personas de prestigio. Nica– ragua, asimismo, las tenía en cada una de ellas y cola1>oraba con todos los Gobiernos hermanos en

ra tornar esa determinación y pidiéndome le acep– tara la renuncia de su cargo.

En vista de aquella situación en la que no que–

ría se produjera un escándalo, envié al docior Pa– los asuntos que tendieran a estrechar más sus rela– ciones.

Así fue cómo mi administración atendió la in– vitación del Gobierno de El Salvador para asistir a unas Conferencias de Plenipotenciarios Centroameri– canos en las que se tratarían de problemas que aia– ñían al bienestar de nuestras Repúblicas.

Esas Conferencias se llevaron a cabo en Costa Rica y para ellos nombré como Delegados al docior don Manuel Pasos Arana y a don Ramón Cas±illo C., y corno Secretario al joven dociar infieri don Enri– que Chamarra, acmal Ministro de Agricul±ura y Ga– nadería.

Las Delegaciones de las otras Repúblicas Cen– troamericanas eran tan brillantes corno la nuestra. Guatemala envió a los dociores don Carlos Sala– zar y don José Falla, El Salvador a los dociores Arrieta Rossi y Malina, Honduras al famoso interna– cionalisia don Albedo Uclés y al dociar Vásquez, y Costa Rica nombró corno Delegados al ex-Presidente don Cleto González Víquez y don Alejandro Alvara– do Quirós. Estos últimos tenían corno Secretario a don Teodoro Picado, recientemente fallecido en nuestra Patria.

El objetivo primordial de las Conferencias era la Unión Centroamericana. Al escoger al docior Ma– nuel Pasos Arana corno jefe de nuestra Delegación lo hice a sabiendas que él estaba identificado corno nadie con las ideas unionistas del General don Fer– nando Chamarra, el Caballero Bayardo, quien había regado con su sangre de prócer la causa de la Unión, y que también el docior Pasos Arana había escucha– do direC±amente la voz del gran apóstol de la causa centroamericana, el General Máximo Jerez, con quien él había tenido contacios personales.

Corno para la estabilidad del Pacio de Unión que se proponían realizar las Conferencias, y para la verdadera practicabilidad del mismo, la Delega– ción de Nicaragua creyó conveniente proponer que la nueva entidad a formarse -la Federación de Centroamérica- aceptara la existencia legal de las obligaciones contraídas por los Estados durante su vida soberana, algunas de las Delegaciones hicieron objeciones, en padicular, al Traiado que existe en– tre Nicaragua y los Estados Unidos, conocido con el nombre de Tratado Chamorro-Bryan.

Esto dió motiva a prolongadas discusiones en el seno de las Conferencias y a una falla de acuer– do para la redacción definitiva del Pacio.

Ill!1lcidenlle deR DI'. Enrique Chamoll'l'o

Recuerdo que el Secretario de nuestra Delega– ción, el dador Chamarra, tuvo un incidente perso– nal en San José que pudo haber tenido consecuen– cias muy desagradables. El incidente fue el siguien– te.

Durante el curso de las Conferencias el ambien– te pacífico de San José se fue caldeando poco a po– co. El distinguido periodista costarricense, don Vi– cente Sáenz, quien actualmente reside en México, donde ha tenido una aciuación destacada en el pe– riodismo mexicano, escribía diariamente en un pe– riódico local, virulentos artículos en contra de Nica– ragua y su Delegación.

El doctor Chamarra que diariamente leía los ta– les adículos fue perdiendo la paciencia ante los in– justificados ataques de Sáenz y un día resolvió po– ner coto a sus desmanes en una forma violenta que le diC±aba su vigorosa juveniud y la convicción per– sonal en su habilidad corno esgrimista, habilidad que había obtenido durante su permanencia en Eu– ropa. Nombrando corno padrino a su íntimo ami–

go, el joven docior don Jorge Viteri y Ungo, sobri– no del Obispo del mismo nombre y secretario de la Delegación de Guatemala, retó a duelo al señor Sáenz, no sin antes, sin embargo, de enviarme un telegrama exponiéndome los motivos que tenía pa-

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