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viéramos también con simpafia. Además, por su de– dicación al trabajo y sus contactos con la sociedad del pais eran para mi gentes insospechables de que pudieran tener contactos con su país de origen en contra de nues:ira América. Por eso creí que despo– 'ar a aquellos hombres y familias que por muchos

~ños había visto luchar para amasar una pequeña fortuna, .me parecía algo i~usüado e impropio, por lo qúe SIempre le puse evasIvas al Encargado de Ne– gocios de los Estados Unidos ante mi Gobierno. Considero que tal ac1üud fue mal interpretada por el Gobierno Americano.

Ahora, con más experiencia de los hombres y

de la polífica, y de 10 que son los intereses de país a país, he llegado a comprender que hasta cierto punto tenían razón los Estados Unidos al estarme pi– diendo la declaratoria de guerra, -a la oue no puse objeción alguna, procediendo a hacerla_, como :l:ampoco habría pues:l:o ninguna objeción al envío de elemento humano a los campos de entrenamiento milüar para que después fueran a figurar también, al lado de las :l:ropas norteamericanas en los cam– pos de Europa, pero eso de despojar a ciudadanos pacíficos de sus bienes, aun me parece algo insóli–

to.

Dos incidentes polílicos

Otra cosa que también recomendé muy especial– mente a mis colaboradores en el Gobierno, fue la honradez en el manejo de los fondos públicos, así como también me propuse que en mi Adminis:l:ra– ción no hubiesen perseguidos, ni prisioneros, ni ex– pulsados. Me cabe el orgullo de poder decir que duran:l:e mi Administración de 1917 a 1920 no hubo más que dos personas que sufrieron verse privadas de su libertad por causas que podríamos llamar "po– líficas". Una fue el Dr. Enoc Aguado, quien es:l:uvo preso a causa de un escmo a la Corte Suprema de Justicia, -en el caso de una exhibición personal-, escmo que fue dirigido en términos injuriosos para el Presidente de la República, 10 que realmente me moles:l:ó, no por 10 que el Dr. Aguado dijera de mí, sino porque a mi juicio, la Corte, al ver los :l:érminos del libelo, tan impropios, debería habérselo devuel– :l:o para que 10 enviara en los términos que la ley exige al tratarse del Jefe del Estado, y bajo esa pri– mera impresión ordené fuera llevado a la cárcel. Pe– ro muy pronto esa primera impresión se fue calman– do, y considerando que el Dr. Aguado estaba recién casado y que su prisión causarín una seria moles:l:ia para su señora esposa, dí orden que se pusiera en libertad en el mismo día de su prisión y sin que nadie me lo pidiera.

El otro caso fue el de la prisión de don Juan Ramón Avilés, quien, estando el país en gran peligro de que se produjera una guerra entre Nicaragua y Costa Rica, escribió en "La Noticia", un edi:l:orial sub– versivo por el que procuraba producir la deserción de las tropas que de aquí se enviaban a la fron:l:era de Costa Rica.

En es:l:a ocasión, 10 que dió motivo a su deten– ción fue el haber don Juan Ramón llegado en per– sona a distribuir su periódico a la Estación del Fe– rrocarril donde se embarcaban 300 reclutas en el tren para Granada. La noticia de la llegada de don Juan Ramón a distribuir el periódico con el edi:l:orial sub– versivo me la dió el Director de Policía, sin embargo, no hice nada al respecto en ese momento, mas cuan– do tuve conocimiento de que a causa de su insana propaganda se habían desertado cerca de 50 reclu– tas en la ciudad de Masaya, entonces dí la orden de su prisión.

Por eso aun hoy, con mi sangre enteramente fría por los 90 años que llevo encima, al repasar los sucesos de mi Gobierno, me digo que si el caso se repi:l:iera haría 10 mismo hoy que 10 hice enton– ces, porque no es posible admitir que por desahogo político se dañe al· país en peligro de guerra.

y ya que hablo de examen de conciencia pien– so en este momento que si don Juan Ramón hiciera uno de la suya, muchos de sus violentos ataques

contra mí deberían estársele haciendo ahora una

carga pesada.

Obras viales

Pero volvamos a la labor desarrollada durante mi administración, que por contar con muy escasos recursos y no poder disponer de las renias aduane– ras tenía que ser aun más precaria su süuación. También debe tomarse en cuenta la época en que se gobierna para poder juzgar las obras de progre– so que cada gobernante haya realizado en el país. Hago esta salvedad porque no se puede exigir que en mi tiempo se hubieran hecho obras viales de la magnüud que se pueden hacer hoy día con las gran– des y poderosas maquinarias que existen y sobreto– do con la diferencia de polillca desarrollada por el Gobierno de los Estados Unidos en aquella época y la actual. Mientras que costó un mundo de labor al Presidente Díaz conseguir un préstamo de UN MI– LLON QUINIENTOS MIL DOLARES, ahora sólo para la Carretera al Rama le han facili:l:ado a este Gobier_ no más de VEINTE MILLONES DE DOLARES.

Muchos de nosotros que viajábamos por el país en aquel entonces, vimos cómo el Ingeniero don Adolfo Cárdenas, de muy grata memoria, luchaba en los trabajos de carreteras con carretillas de mano, con piochas, .macanas y bél.rras, abriendo las trochas para construir los caminos de Managua a Matagal– pa y de Managua a los pueblos de Carazo y Grana– da. Y así, venciendo innumerables obstáculos con esos inadecuados implementos, se construyó el ca– mino a Matagalpa, lo mismo que el de los Pueblos. Las carreteras que ahora existen son casi las mis– mas que se iniciaron durante mi administración con excepción de la que va para León y la de Séba– co para Estelí y Nueva Segovia y la nueva y recien–

te para Granada. Naturalmente, las nuevas genera– ciones no conocen aquellas realidades porque es cos.. tumbre ahora el desiruir los monumentos recorda– torios de las administraciones pasadas. Así se des– truy6 en el llano de Las Calabasas el enorme aeroli– to que allí existía sobre el que se había colocado una placa que enseñaba a los viajeros que la ADMI– NISTRACION CHAMORRO había realizado la obra de la carre:l:era a Matagalpa, y en el corte de El Cruce– ro, en la carretera a Carazo, ingente obra de inge– niería que ha sido aprovechada hasta nuestros días, también se destruyó la placa en que se leía: ADMI– NISTRACION CHAMORRO.

Ya que estoy l1ablando de esta cuesti6n de ca–

minos voy a referirme a una diferencia de cri:l:erio familiar que había en mi propio hogar, esto es algo en que mi esposa y yo estábamos en desacuerdo. Ella quería que en lugar de caminos me dedicara a la pavimentación de Managua, a lo que yo le re– plicaba: "Hagamos primero los caminos, que éstos nos darán el dinero para la pavimentaci6n de Ma– nagua, pero eso será después'" Y cuando don Car– los So16rzano comenz6 a pavimentar Managua ella me decía en tono triunfante: "Confiesa que era me– jor pavimentar Managua que hacer los caminos que hiciste". Sin embargo, yo siempre creía haber es– cogido lo más conveniente.

Y ya que hago mención de mi esposa quiero hacer saber también que cuando llegamos a Casa Presidencial algunos de nuestros amigos le hablaban a ella sobre nuestros haberes familiares y cuando se daban cuenta de que nunca habíamos tenido una . casa de habi:l:ación propia, le proponían negocios con los que reunir fondos necesarios para comprar– la, mas ella siempre rehusó con entE!reza esas ofer– tas porque decía que nosotros debíamos salir de la. Presidencia sin que nadie nos pudiera censurar la adquisición de bienes que no fueran correctamente adquiridos. "Por eso", agregaba ella 'me he queda– do con mi servicio de casa, pagado con el sueldo de mi marido. Todo lo que nosotros nos llevaremos de la Casa Presidencial será lo que trajimos".

Probidad personal

En relación a estas observaciones de mi esposa, y su ac:ti:tud en re.chazar las oportunidades qua se

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