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tados a la ley y al honor nacional, como en el caso de don Juan RaITlón Avilés, del que haré especial referencia ITlás adelante.

ProITlen la educación del pueblo en forma gra– tuita y obligatoria COITlO lo ITlanda la Constitución, y lo cUITlplí. "Que todo el pueblo lea, que el pueblo se instruya, que conozca sus deberes y derechos, que adquiera la noción clara y práctica de bien vivir", dije en:l:onces y a ello dediqué ITlis ITlayores eITlpe– ños.

Ley Agl'aria

Para promover el desarrollo agrícola ITle pro– puse crear escuelas de agricu1:l:ura donde los jóvenes tuvieran oporlunidad de adquirir conociITlientos prác– ficos acerca de los ITlejores ITlétodos de cu1:l:ivo y ITli Gobierno decretó una LEY AGRARIA que se adelan:l:ó a la de México y a la de ITluchos países de Europa. Me esforcé en la construcción de buenas carrete– ras que perIni:l:ieran una segura cOITlunicación entre las poblaciones de la República no unidas por el Fe– rrocarril, para facilitar la exporlación o in:l:ercambio de los productos agrícolas e industriales.

Fue objeto de mi constante esfuerzo que ITli Go– bierno fuera "del pueblo, por el pueblo y para el pueblo", y 10 fue.

Para llevar a cabo 10 que puedo llaITlar ITli plan de buen gobierno hice dirigir una Circular a todas las autoridades superiores de los DeparlaITlentos, Go– bernaciones e Intendencias del país existentes en– tonces.

Tasba

Desde que llegué, pues, al poder tenía en ITlen– :l:e hacer los fondos de las escuelas públicas en los pueblos. Esa ley se decretó durante ITli período pre– sidencial y todavía está vigen:l:e conocida con el nOITl– bre de TASITA.

Ley de Vialidad

Cuando joven ITle había dado cuenfa de la injus– ficia que se cOITlefía en la aplicación de la ley lla– ITlada de servicio público, la que se aplicaba unica– men:l:e a los trabajadores, y ésfos estaban obligados a dar todos los años una seITlana de trabajo en la cOITlposición de caITlinos, reparaciones de calles, efc., etc., pero el que no era jornalero, es decir, el que fuviera algunos ITledios de vida, ése era exen:l:o de dar el servicio. Esa excepción, sin embargo, no es– :l:aba establecida por la ley, sino por la cosfuInbre, por lo que resolvl el estudio de otra ley que viniera a hacer precisaITlente lo contrario de la anterior, es– to es, que exigiera ITlás el servicio público al que tu– viera ITlás que al jornalero. Y así se pasó la ley co– nocida COITlO LEY DE VIALIDAD, que aun está vigen– te faITlbién.

Por la Ley Agraria de 22 de Febrero de 1917 se mandaba distribuir los terrenos nacionales entre las faInilias que no tuvieran terrenos y que los solicita– ran.

En una de las disposiciones de esta ley, quise incluir :l:BITIbién los terrenos parliculares que no fue– ran cull:ivados por sus dueños, pero un aITligo políti– co y personal ITlío, don José Dolores Mondragón, que ejercía gran influencia en el Congreso, ITle hizo desistir de tal propósito.

Mi plan para gravar los terrenos particulares consisna en ponerle un iITlpuesto algo elevado y pro– gresivo a los terrenos no usados por sus dueños, has– ta el punto de que éstos se vieran obligados a aban– donarlos por cOITlpleto a la vista del ITlonto de los iInpuestos, pero por la razón arriba apun:l:ada se desistió de ese plan.

La ley sólo se refirió a terrenos nacionales y le daba a cada fBITIilia CINCUENTA HECTAREAS las que debían cu1:l:ivarse en tres años al fin de los cuales el Gobierno le extendía el fífulo de propiedad.

En el proyecto original de esfa ley se con:l:eITl– pIaba la posibilidad de cOITlpleITlentarla con una ayuda básica de iInpleITlentos agrícolas y aniInales como fundaInen:l:o para una granja agrícola, péro la

situación precaria del Erario di6 ITlofivo para refor_ ITlar el proyecto aduciendo razones económicas.

Escuela de Agricub1ll'a

COITlO corolario de la Ley Agraria y con el pro– pósuo de fOITlenfar la producción técnica de nuestra agriculfura dí un decreto el 25 de Mayo de 1917 creando la Escuela Nacional de Agricull:ura en los te- ' rrenos de la finca nacional en:l:onces, EL PICACHO, ubicada en el DeparlaITlento de Chinandega, en la cual se cursaría la carrera y se expediría el ±í±ulo de Labrador Científico.

La Escuela fuvo su ReglBITIento In:l:erior y fue debidaITlenfe dofada. Puesta bajo la dirección de los señores don Enrique Navarro de Errazquín, de Mr. Casius Sibley y Mr. Diven Butler, verdaderos técnicos agrícolas, fuvo ITlUY buen éxito hasta que por divergencias de pareceres en su dirección fue per– diendo su eficacia. Su segundo y úttiIno Director fue el Gral. Pascasio Bermúdez, liberal, graduado en Chi– le, lo que lo aITlerifaba para el cargo.

Fruto de esa escuela es la Carlilla del Fin_ quero, de Amoldo Robleto, aventajado estudiante, libro ITlUY útil para los hacendados, que ha sido edi– tado varias veces bajo la firma de Carlos A. Roble– to, hermano de Amoldo.

Esta Escuela de Agricull:ura de Chinandega fue la priITlera escuela oficial fundada en Centroaméri_ ca.

Primel'a Guel'l'a Mundial

Cabe aquí recordar que duranfe mi período pre– sidencial la Primera Guerra Mundial estaba en su apogeo en Europa y que los Estados Unidos se en– contraban haciendo grandes preparativos para su propia intervención en el conflicfo.

Na:l:uralInen:l:e, Nicaragua entera era amiga y siInpatizadora de los Estados Unidos, como lo ha sido después y lo seguirá siendo sieITlpre, pero de vez en cuando surgían cierlas profundas düerencias por el modo de juzgar algunas cuestiones que se le pre– sentaban al Gobierno.

Por ejemplo, aunque todo el Gabinete de mi Go– bierno simpatizaba con los Estados Unidos, no creían algunos de sus miembros que fuera necesaria la de– claratoria de guerra a Alemania. Cuando se reunió el Gabinete para tratar de ese asun:l:o encontré la oposición de dos de sus miembros, personas muy estimadas por mí, los señores don Rafael Cabrera y don Eduardo Lacayo, quienes no estaban de acuer– do con la declaratoria de guerra por lo que prefirie– ron retirarse del Gabinete, sin dejar por eso de ser aInigos de mi AdITlinistración.

En esas reuniones me pedían esos señores que les diera razones que justificaran nuestra declarato– ria de guerra y yo les decía. "Si no hubieran otras, creo que estar los Estados Unidos en América y Ale– n1.ania en Europa es razón suficiente. Mas si ustedes me ponen a Alemania en América con los principios deITlocráficos de los Estados Unidos y a ésfos en Eu– ropa con los principios :l:eutónicos, en:l:onces el caso sería diferente".

Firmemente creo que don Rafael Cabrera se re– firó del Gabinete ITlás por cansancio que por adver– sar a los Esfados Unidos, porque en sus frecuen:l:es visitas que me hacía después siempre lo encontré aInigo de ese gran país.

La colonia alemana

Por oira parle, yo mismo me ví después en di–

ficultades cuando el Gobierno Americano dispuso el eITlbargo de los bienes de los alemanes y sus alia– dos en esfos países.

Desde el año de 1885 yo conocía varias casas alemanas dedicadas a actividades comerciales e in– dustriales en el país. Cuando yo las conocí ya :l:e– nían muchos años de establecidas, y como algunas de ellas quedaban fren:l:e a la casa de mi padre, me relacioné mucho con ellas y así pude observar sus simpatías por las genfes del país y las inclinacio– nes de sus varones a contraer ma:l:rimonio con seño– ritas nicaragüenses. 10 que hacía que nosotros ·108

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