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Los amigos del Gobiemo

El Pariido del Gobierno, o los Amigos del Go– bierno, como se le conocía en ese tiempo, estaba for– mado por todos los empleados públicos y alguno que otro conservador que simpatizaba más, por amistad personal, con el Dr. Carlos Cuadra Pasos y don Adolfo Díaz, que conmigo.

La noticia que el Dr. Cuadra Pasos y don Adol– fo Díaz habían decidido entrar en un convenio me llegó a San Andrés de la Palanca donde estábamos celebrando una hermosísima manifestación a mi fa– vor en casa del Coronel Andrés Sánchez. Tan im– poriante noticia transmitida a los manifestantes cau– só un efecto electrizante en todos ellos e inmedia– tamente, uno de tantos oradores iomó la palabra y propuso que no me fuera yo solo con un grupo de mis acompañanl:es a Managua para irafar de esos arreglos con los "Amigos del Gobierno", sino que me viniera con iodos los manifestantes, aunque fuera a pie, corno efectivamenie 10 hicimos, en:l:rando a Ma– nagua a la cabeza de la manifestación polífica más grande que hasta entonces se había visio recorrer las calles de la Capital. La circunsiancia de que se estaba celebrando el 15 de Septiembre, le daba a aquel ac:1o mayor esplendor y entusiasmo, por el nú– mero de gente que de todas ~artes salían en grupos a agregarse a la manifestacion.

Una vez en Managua me dediqué a ocuparme de las bases del arreglo. Sin dificultad llegamos a la conclusión de un entendimiento cuyas bases com– prendían, entre otras cosas, la aceptación por parie del Dr. Cuadra Pasos y de los "Amigos del Gobier– no" de mi candidatura, comprometiéndome yo a no ver en los que habían figurado entre aquellos nin– guna diferencia con los conservadores que me apo– yaban¡ a nombrar al Dr. Cuadra Pasos, Ministro de Nicaragua en Washington, y a aceptar corno Vice– Presidenie a don Nemesio Martínez, amigo del Dr. Cuadra Pasos.

Dados a conocer es:l:os arreglos a los manifes– tantes desde los balcones de la Número Uno fueron aceptados con júbilo por aquellos, habiéndose disuel– to la manifestación con gran entusiasmo de parie de fodos los concurrentes.

Desde el siguiente día principié a ponerme en contac:1o con don Adolfo Díaz y con el Dr. Cuadra Pasos, para encontrar la mejor forma de hacer en conjunto los trabajos de la campaña electoral mien– iras se llegaba el día de efectuar la elección y con buen beneplácito declaro que no iuve ninguna di– ficultad por parie de esos señores, pues su colabora– ción me fue muy útil porque me facilitaron grande– mente mis :l:rabajos electorales.

Por mi parie estuve dispuesto en cumplir al Dr. Cuadra Pasos mi compromiso de nombrarlo Minis– tro en Washington, pero seguramente por inirigas que nunca faltan y el retraso de unos dos o tres me– ses que involuntariamente tuve para hacer dicho nombramiento, dió lugar a que el Dr. Cuadra Pasos considerara necesario enviarme su renuncia irrevo– cable para tal designación, 10 cual sentí muchísimo, pues yo creía que él junto con su sobrino, el doctor Joaquín Cuadra Zavala, habrían hecho mucho bien por Nicaragua en aquella destacada posición. Por ese tiempo se publicaron algunos ariículos en los periódicos, ariículos escritos, según parece, desde el sector de mis pariidarios, desaconsejando el envío del Dr. Cuadra Pasos a Washingion, ves pro– bable que él haya creído que aquellos escrnos eran hechos por insinuación mía, lo que no era así en verdad, ya que yo :I:enía verdadero interés en su nom– bramiento.

Presidente de la RepúbUca

Con el convenio anteriormente celebrado y el retiro de la plafaforma de Irías y Calderón, no fuve ya ningún esfuerzo alguno que hacer, sino el de es– perar el día de la elección, ser electo por una vota– ción abrumadora, y tornar posesión de ·la Presiden– cia de la República de la que fuí investido el 1 9 de Enero de 1917.

Por el tiempo en que fui electo Presiden:f:e, ya

·~I no vivíamos, mi señora y yo, en la casa de don Fer•. :~

nando Solórzano, sino en la que alquilábamos freno ',' te a la de don Teodoro Delgadillo, y que quedaba frente al ac:l:ual Palacio de Comunicaciones. De esa , casa salí para tornar posesión de la Presidencia en "" el Palacio Nacional e irme enseguida a residir en' la Número Uno que hasta ese día ocupara don Adol. fo Díaz.

Aunque ya tenía yo 46 años de edad, me con. sideraba aun más joven, por lo que resolví rodear_ me en el Gobierno de personas de mayor edad qUe la mía, y para escoger libremente mi Gabinete me trasladé a Comalapa. para revisar allá en la paz y

tranquilidad de mi querido pueblo, la nómina de personas que yo conocía y que eran idóneas para desempeñar los distintos cargos del Gobierno. QUe–

ría estar solo y lejos de las intervenciones e influen_ cias de mis amigos para hacer esas designaciones. Así lo hice, y a mi regreso de Comalapa traje en la lista de la familia gubernamen:l:al al doc:l:or Rafael Cabrera, al doctor Alfonso Solórzano, a don Mariín Benard, a don Gordiano Herdocia, a don Ve– nancio Montalván, al doc:l:or David Arellano, a don Eduardo Lacayo y a otros más.

Corno es costumbre que al inaugurarse una nue– va administración los Ministros de la anterior presen_ ten sus respectivas renuncias, se les admitió las que presentaron los señores, doctor Alfonso Ayón, de las Carteras de Gobernación, Policía, Beneficencia, Gra– cia y Jus:l:icia¡ don Eulogio Cuadra, de las Carieras de Hacienda y Crédito Público y de Fomento y Obras Públicas¡ don Diego Manuel Chamorro, de las de Relaciones Exteriores e Instrucción Pública y el doc– tor don Benjamín Cuadra, de la de Guerra y Mari– na, organizando yo mi Gabinete con los siguientes nombramientos: para la Cariera de Gobernación, Po– licía y Negocios Eclesiásticos, al doc:l:or don Rafael Cabrera, para la de Beneficencia, Gracia y Justicia, Fomento y Obras Públicas, al Dr. don Alfonso Solór– zano, para la de Hacienda y Crédito Público, a don Martín Benard, para la de Relaciones Exteriores e Instrucción Pública, al Ing. don José Andrés Uriecho y para la de Guerra y Marina, al General don To– mas Masís. Nombré también como Sub-Secretarios a los señores don Adán Cárdenas, doctor Arturo Are– na, doctor Emilio Alvarez, don Juan Jos~ Zavala y

don Luis E. Rivas respectivamente.

Una vez organizado el Gabinete comenzó mi Go– bierno a funcionar. Todos los Ministros tenían mis instrucciones de proceder con suficiente independen– cia para estudiar los casos que se presentaran y pa– ra que todo fuera resuelto concienzudamente. Sólo en casos muy especiales les pedí pusieran en mi co– nocimiento el problema que se presentara para que juntos, en perlec:l:o acuerdo, resolviéramos lo que hu– biera de hacerse.

En la primera reunión que tuve con mi Gabine– te le informé, aunque sus miembros ya lo sabían, de la situación precaria en que estaba el Tesoro Na– cional, esto es, que no habían más que deudas, y que con las rentas aduaneras comprometidas para pagar los bonos de la Eihelburga y un pequeño em– préstito de los banqueros Brown Brothers y Selig– man, el Gobierno estaba sin vida propia, por lo que sólo podíamos disponer de las rentas provenientes de los impuestos del tabaco, del aguardiente, y al· gunos otros que no eran provenien:l:es de las Adua– nas, corno el destace, timbres, papel sellado, correos, :l:elégrafos y teléfonos.

Probidad en ¡as Renlas

Les hice ver que sólo vigilando mucho estas ren– tas para que su colec:l:a fuera eficaz y completa y no hubiesen filtraciones, podríamos quizá llegar a levantarlas a un nivel en el que lograríamos pagar el pequeño Presupues:l:o de la República.

Con esta idea en men:l:e yo mismo me avoca– ba todos los días con el Ministro de Hacienda y con el Administrador de Rentas, don Carlos Huefe He– rrera, para saber lo que se había colec:l:ado el día an– ferior, y a uno y otro les recomendaba el mayor acierio en la escogencia de los InspeCtores de Ha-

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