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« Previous Page Table of Contents Next Page »Angeles d;C?nde pennanecimos unos días conociendo la poblaclOn.
De Los Angeles resolvimos hacer nuestro regre– so a Washington por la vía de New México, en el Ferrocarril de Santa Fe.
Llegarnos a Albuquerque, población pequeña y pobre en ese tiempo, al estilo centroamericano, con casas sin enladrillar.
El trayeC±o del Ferrocarril por el desierlo de Arizona se nos hizo pesado por el calor sofocante y puedo decir que nuestro regreso a Washington fue por lupares que no despertaro!?, ninguna admira– ción. Sin embargo, debo advertIr que de esto hace
45 años, lapso en que una nación progresista corno los Estados Unidos puede transfonnarse completa– mente, por lo que no me sorprendería que si regre– sara a Albuquerque me encontrara ahora con un pequeño emporio de riqueza.
Regreso a \'l1ashinglon
Vue1±os a instalarnos en la Embajada de Nica– ragua en Washington, me dediqué a en±eranne de los asuntos más imporlantes de mi cargo que hu– biese que atender, pero encontré que todo era nor– mal y rutinario y que apenas quedaba pendiente el que los banqueros quisieran llevar adelante la cons– trucción del Ferrocarril de El Rama a Managua, pasando por Tipifapa.
A m.i entender los banqueros Brown Brothers &
Co. y .J. W. Seligman & Co. habían contraído el com– promiso de construir ese Ferrocarril y por eso hice la gestión con el Deparlamento de Estado para que los llamara a Washington a sostener una conferen– cia con ellos ante el Secretario de Estado para defi– nir esa cuestión.
Los banqueros llegaron y desde el principio de las discusiones negaron el compromiso y se expre– saron en el sentido de que yo les quería exigir y que les estaba exigiendo ese compromiso porque yo era enemigo de ellos.
A tal aseveración y argumento manifesté al Secretario de Estado que los señores banqueros es– taban errados al consideranne su enemigo sólo porque les reclamaba el cumplimiento de un con– venio que ellos habían finnado, que yo les decla– raba que era amigo de ellos, pero que era más ami– go de mi Patria.
WelillUajas f:1leR Trta!a«Uo
Ya efeC±uada mi enfrega para REVISTA CON– SERVADORA, en que traté sobre los beneficios que el Tratado Chamorro-Bryan producía al país con la construcción de la carretera San Benifo-Rama, llegó a mis manos el Boletín de Infonnación Nacional qUe publica la Secretaría de Información y Prensa de la Presidencia de la República, correspondiente a Enero de este año 1961, en el que puede leerse que el 16 de ese mes el entonces Presidente de los Estados Unidos, Dwighl D. Eisenhower, incluyó en el Proyecto de Presupuesio la cantidad de un mi– llón de dólares más para la construcción del último secior de aquella impodanie vía.
Posiblemente la inversión de los Estados Unidos en ella se aproxime, si no sobrepasa a la suma de VEINTE MILLONES DE DOLARES, que supera para el Gobierno liberal de los señores Somoza en más de un 500% a los TRES MILLONES DE DOLARES que el Gobierno conservador recibió por la opción canalera y que fue inverlida en su mayor parle en pagos de adeudos que pesaban sobre Nicaragua. El ciiado Boleiín expresa: "Esia cooperación de los Esiados Unidos es de caráC±er compensaiorio, por la no construcción del Canal Inieroceánico a través de Nicaragua, de acuerdo con el Traiado Bryan-Cha– morro, que confiere a Norleamérica el derecho ex– clusivo de construirlo".
Sería una realidad que el casio de la obra vial tuviera el carácter de compensación por la ineje– cución del canal, si no fuese que, a renglón segui– do, la Presidencia de la República se encargó de dar a conocer a los nicaragüenses, después de un lapso que pasa de los veinte años, cómo fue en rea-
lidad 10 ajustado enire los Presidentes Somoza y Roosevelt al convenirse en que los Esiados Unidos al construir con sus propios fondos esa vía iniero– ceánica. La realidad es que ese convenio dejó obli– gada a Nicaragua, en caso de decidir el Congreso Norleamericano la construcción del Canal, a reinte– grar el cosio de la carretera, deduciéndolo del valor que hubiere de estipularse por el derecho de construirlo en terriforio nicaragüense, o de la pam– cipación de las uiilidades que corresponderán a Nicaragua.
No hay, pues, un aC±o compensatorio de repa– ración, sino una obligación de Nicaragua para restituir de sus fondos eventuales que obtendrá al suscribirse el nuevo Tratado que se contempló corno derivado de la opción que contiene el Tratado Chamorro-Bryan.
Ocupaclióll1 ele León
Guiero también decir que al referinne a los aconiecimientos de la Guerra de Mena se me fueron por alto unas operaciones ~ilitares de imporlancia a las que quiero referinne ahora. Sucedió que cuando se envió un ejército a controlar la ciudad de León después del desastre del General Durón, el General Hudado tuvo la precaución de acuarlelarse en el "Forlín de Acosasco", al Sur de la ciudad de León, a la que domina absolutamente; mientras que yo envié aira columna de unos 400 hombres más o menos, al mando del General Barlolomé Ví– quez, quien había parlicipado eficazmenie ep la de– fensa de Managua, como Comandanie de' Armas, preparando y enviando las municiones a la línea de fuego y habiendo escapado de perecer al estallar una bomba del "Herald", casi a sus pies. Llevó corno segundo Jefe al General José Slórzano Díaz. Esta columna fue enviada inmediatamente detrás de las tropas antedichas. El ferrocarril que las conducía, caminaba .con c~utela, llegando a' Ma±ea– re, a donde se detuvo corlo tiempo, recibiendo ahí Víquez un cifrado del Presidente Díaz en que le avisaba que por el lado de "Las Cuchillas" (Sierras Sur de M¡:inagua), iba un fuerle armamento envia– do de Granada a León por el General Mena, bien cusiodiado, al mando de los, generales Claudia Sa– ravia y Andrés Murillo. . Víquez entonces aceleró la marcha y acuarleló en Nagarote; despachando sin tardanza ciento cincuenta hombres al mando de los Coroneles Félix Pedro Espinosa, Abraham Cor– navaca y Francisco Sánchez (el Negro, no el Blan– co) quienes, caminando a marcha forzada hacia la costa del mar del Pacífico, a la una de la m.adruga– da, a la luz de una clara luna. -según el parle ofi– cial de Víquez- se encontraron con el enemigo, que desgra,ciadamen±e para él, en esos precisos mo– menios, descargaba de un tren de mulas el arma– mento que era conducido a León, en un "gancho de camino" llamado "El GuaYl:lbal", a unas doce leguas disian±es de Nagarote, lugar cubierlo por una montañifa. Lo incompetente de la hora, no fonna– lizó un combate serio sino, pudiéramos llamar, una eSCaralTIUZa en que sólo hubo unos pocos heridos de ambas parles, quedando todas en nuestro poder, porque los revolucionarios en su mayor parle huye– ron hacia León, a la cabeza el General Murillo, que– dando en nuestras manos, capturados, el General Claudia Saravia, varias mulas, oficiales y soldados y sesenia y cuatro mil tiros "Remington" y "Mau–
ser".
El General Saravia -seguía diciendo el parle– fue conducido a pie hasta Nagarote sobre un carni– na hondo de polvo por estar en el "veranillo de Agosto"; lo cual disgustó mucho a Víquez, habiendo él personalmente atendido a su prisionero, que se mostraba muy faiigado, a causa de ser una persona obesa. El General Saravia fUe remifido a Managua, con iodas las consideraciones 'de su rango milifar; lo mismo que los heridos de ambos bandos. Víquez no perdió tiempo, y después de dejar asegurada la plaza de Nagaroie, marchó él en per. sana con el ejército, en ferrocarril, a atacar "La Paz Centro", ocupada por tropas no muy numerosas,
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