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llegar a cerrar con él, completamente, el círculo de la ciudad.

La Inlel'Veneión Americana

Como los secuaces del General Mena se habían apoderado de gran parle del Ferrocarril y de los Va– pores d~l Lago de Granada, y a consecuencia de la protesta que elevó la Compañía Americana del Fe– rrocarril del Pacífico de Nicaragua, incorporada con– forme las leyes del Estado de Maine, por ese secues– tro ilegal, el uso y daño de su propiedad y el peli~

gro de las vidas de empleados y pasajeros, el Mi– nistro de los Estados Unidos se dirigió al Ministerio de Relaciones Exteriores, solicitando se dieran satis– faeforias seguridades de que el Gobierno de Nicara" gua estaba en aptitud y deseaba otorgar adecuada protección a toda la propiedad parlicular de los ciu– dadanos americanos dentro del territorio nicaragüen– se.

Dado lo perentorio de la demanda y la imposi– bilidad de otorgar a los in:l:ereses americanos, en los lugares ocupados por los rebeldes, las seguridades requeridas por el señor Ministro Weitzel, el Gobier– no, no pudiendo negar el derecho a esa protección, y en previsión de más graves responsabilidades pa– ra el país, contestó manifestándole el deseo de que el de los Estados Unidos garantizase con sus pro– pias fuerzas la seguridad y la propiedad de los ciu– dadanos americanos en Nicaragua e hiciese extensi– va esía protección a todos los habitantes de la Re– pública.

Tras inútiles requerimientos conminatorios al General Mena por el Ministro de los Estados Unidos para que no siguiese dañando aquellas empresas y las devolviese a sus legítimos tenedores, los marinos americanos se ocuparon en dar la necesaria proÍec– ción a la línea férrea que se extiende desde CorinÍo hasta Granada.

Esa fue la razón de la presencia de los Marinos en Nicaragua y su intervención en la Guerra de Me– na.

Cuando teníamos, pues, rodeada a Masaya y estábamos en condiciones propicias de atacarla de frente, los Marinos Americanos solicitaron tomar par– ie en el combate, porque querían mostrar al Gene– ral Mena el enojo que les había producido el haber faliado a su promesa al Ministro Weitzel de no pro– vocar la guerra.

Coyofepe

En vista de este nuevo factor en la lucha que se desarrollaría en Masaya pensé conveniente propo– nerle al General Zeledón la entrega de la Forlaleza de Coyo±epe y así evifar que fuerzas extranjeras pe– learan en nuestro país.

Como comisionado ante el General Zeledón es. cogí a su suegro el Doefor Jerónimo Ramírez, para que le propusiera a su hijo político todos los térmi– nos de una honorable rendición, pero el General Ze– ledón no quiso abrir su mente a un entendimienÍo lógico y sólo pensó en que le bastaría mostrar su coraje en una resisfencia hasta el fin. Por eso con el Doefor Ramírez me contestó que él no atendía a ningún ofrecimiento de rendición y que a él lo en– contraría luchando en el Coyotepe donde moriría hasta con el úliimo de sus soldados y que rehusaba a continuar en conversaciones.

Comunicado el Coronel Pendleton, jefe de las fuerzas norleamericanas, del resuliado de la misión del DoC±or Ramírez ante el General Zeledón se re– solvió aÍacar dos días después la ciudad de Masaya, dejando a las fuerzas norleamericanas la sección del Coyo±epe.

El ataque se inició como a las cinco de la ma– ñana y ya como a las sieÍe nuestras fuerzas, por to–

das parles, habían roto las líneas del enemigo, hora en que el Mayor Bufler, comandante de las fuerzas que atacaron el Coyotepe, eSÍaba en posesión de la forlaleza, y nosoiros nos dedicábamos a la limpieza de las diferenÍes posiciones militares que habían es– tablecido los defensores de la plaza de Masaya. En el Coyotepe puede decirse que no hubo

muerlos. Toda la defensa que había anunciado el General Zeledón en esa posición milifar fue pura fanÍasía, pues él, cuando oyó los primeros disparos montó en su bestia y salió con sus ayudantes com~

quien va a recorrer sus posiciones milifares, mas en realidad era para salir de la ciudad y escaparse. No puedo precisar exacfamente la hora, pero fue por la mañana de ese mismo día del ataque a Masaya que recibimos el informe de que pequeña escolia montada que recorría los alrededores de Ma– saya y pueblos circunvecinos, se encontró con otro grupo de montados con el que sostuvieron algunos disparos, encontrándose que entre los gravemente heridos o muerlos en ese encuentro estaba el Gene_ ral Zeledón y el Coronel Emilio Vega.

Tanto para nuestras fuerzas de Masaya corno para nosotros en Managua fue una sorpresa muy grande el tener noticias de que en una pequeña es– caramuza sin imporlancia alguna hubiera perdido la vida el General Zeledón y el Coronel Vega.

Una oill'den falsa

Probablemente el Liberalismo, avergonzado de la conducía del General Zeledón, (Tue promete ante el mundo defender hasta la muerle la forlaleza del Coyotepe y en lugar de tener ese gesto heroico, hu– ye del lugar del peligro cuando está cierlo que la po– sición que ha jurado defender va a ser atacada, pa– ra ir a morir tristemente en los breñales de Catari_ na, ha tratado de difamar mi nombre, escribiendo carlas apócrifas y falsas órdenes de fusilamiento que yo nunca trasmití, ni contra el General Zeledón, ni contra ningún milifar de los que han luchado con– tra mí.

La carla que aparece con mi firma en ese sen– tido fue fraguada en el escriforio de un periodista según el rumor público de eSe tiempo. Y en verdad: cualquiera que haga la comparación de letras de esa carla con la del periodista don Andrés Largaes– pada, encontrará que no hay diferencia alguna en– ire ellas.

Saqueo ele Masaya

Por la tarde del día de la toma de la ciudad de Masaya se desarrolló en esa plaza un saqueo del comercio local bastante desenfrenado, cometido por las tropas del Gobierno. Para contener ese saqueo, yo hice los mayores esfuerzos y llegué hasta pedir ayuda a las fuerzas norleamericanas para que éstas auxiliaran a mis columnas que estaban tratando de contener que tales desmanes continuaran. Pero no fue sino hasta después de mucha lucha que se lo– gró dominar aquella sifuación y reconcentrar a los cuadeles a los soldados dispersos que los cometían. Fue tanta la dureza de algunos de mis oficiales que llegaron hasÍa cortar las dos manos a soldados que encontraban robando pero sólo con medidas extre– mas de esa naturaleza se logró contener aquel de– senfrenado pillaje.

Ocupado Masaya y tranquilizado, por fin, ese sec1or, proseguimos a ocupar los otros Departamen– tos que estaban en poder de las fuerzas de Mena.

Exilio de Mena

Por medio de conversaciones con los Jefes de la Revolución conseguimos la rendición de la plaza de Granada a las fuerzas norteamericanas, y fue en– tonces que tuvimos la pena de ver pasar en un va– gón de carga a mi compaÍriota el General Luis Me– na rumbo a Corinto para embarcarse y no volver más al país.

Sin embargo, el General Luis Mena regresó al país, donde era muy estimado por sus viejos ami– gos y tenido en gran estima por los conservadores. A su regreso se retiró de la política activa y se dedi– có a la agricul±ura, muriendo asesinado por uno de los vecinos de su propiedad. La política no tuvo na– da que ver con su muerte.

Pacificado Oriente con la entrega de Granada, nos quedó solamente el seC±or de Occidente que se había arn1.ado con elementos en:tregados por Mena

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