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mismo en Masaya y Granada y que fueron llevados, por la cos1a del mar, hasta León.

OC1lllpaci"'1l1I de lLeón

Queriendo evitar la entrada de esas armas a la ciudad de León envié al General Durón para que de– fendiera esa plaza y cuando fuí a despedirlo per– sonalmente a la Estación de Managua le advertí que a su llegada a aquella población no debería de en– ±rar con sus fuerzas a la ciudad znisma sino que de– bería acampar afuera, para evitar que en caso de levantamiento sus fuerzas no fueran atacadas desde las casas vecinas alrededor de donde estuvieran acan±onadas, pues yo tenía la experiencia pasada en la ciudad de Comayagua, Honduras, de lo terrible que es un levantamiento de una ciudad enemiga contra una fuerza de ocupación que se halle aden– tro.

El General Durón rne prornetió, una y otra vez, que no entraría a la ciudad de León con las ±ropas, sin embargo, eso fue 10 que más pronto hizo, pues a su llegada recibió la visita de varios conservadores amigos los que le indujeron a que penetrara con sus tropas a la ciudad, ya que esa era, según ellos, la mejor medida para evitar que las armas ~ue venían en camino de Granada y Masaya entraran a León. El General Durón, confiado en su valor personal, resolvió en1rar y acuartelarse en la ciudad. Allí se enconiraba cuando al arnanecer del siguiente día, por iodas partes fue atacado y iuvo tan mala suerte que pagó con su vida el no haber seguido mis ins– ±rucciones y su columna cornpuesia de soldados va– lerosos fue rnasacrada en esa lucha contra un ene– migo invisible que desde los aposentos de las casas les disparaban al cruzar una calle. '

A la defensa de Durón y de la plaza de León envié de Managua varias airas fropas a la cabeza de las cuales fueron el General Robedo Huriado, bri– llan1e jefe rnili±ar que se disiinguía por su valor y pericia en iodos los encuenlros de arrnas que tenía la suerte de dirigir, así corno el General Fruios Bola– ños Chamarra, y otros rnás, pero ninguno de ellos logró desalojar de la ciudad al enemigo y se limi– ±aron entonces a quedarse en las proxirnidades de la ciudad.

La situación en Occidenie se estaba poniendo di– fícil para el Gobierno, ya que la recuperación de la ciudad de León cosiaría rnás sangre de la ya derra– lnada.

Como ya esiaba en el país una columna de los Marinos Americanos y los suminislros de esa colurn– na tenían que llegar por el puerto de Corinto, la lí–

nea del Ferrocarril del Pacífico debería rnan±enerse libre de posibles inierrupciones, por eso el Almiran– ie Souiherland, que era el jefe que el Gobierno de l6s Es±ados Unidos había designado para las fuerzas de desembarque, decidió ir personalmente a León con un pelotón de Marinos a pedir a los jefes rebel– des que cesaran en su hosiilidad y que depusieran las armas, yéndose iranquilamenie a sus casas. El Ahniranie Souiherland tuvo el éxito deseado en su rnisión pacificadora y de esa rnanera se con– siguió que la paz se resiableciera en Occidente, corno se había restablecido en Oriente, entrando entonces el país en un período de paz medianarnente acepta– ble.

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Después de todos estos acontecimientos y de la salida de Mena del país, se pensó en licenciar las fuerzas del Gobierno y corno yo sólo he servido rnili– iarm.enle en casos de ernergencia, resolví corno 10

había hecho en airas ocasiones, solicitar mi reiiro del servicio aC±ivo, rnieniras el Gobierno organizaba el país para las elecciones presidenciales, que con– forme a los PaC±os Dawson deberían llevarse a cabo. Tarnbién rne rnovió a retirarme, prerna±urarnen– te, del servicio ac:l:ivo mi deseo de no dar ocasión a un rompirnien±o con don Adolfo Díaz a quien cla– ramen±e veía que se destacaba corno el candidato más visible después de rni persona, que era a quien verdaderamenie quería el pueblo de Nicaragua.

Re:tirado, pues, de la Jefaiura del Ejército, esta– ba preparado para asisiir a la prirnera reunión que se llevó a efeC±o para la eseagencia del candidato que conforme a los PaC±os Dawson debía hacerse en– ire los firmanies de los rnisrnos.

A esa reunión asisiirnos muy pocos de los fir– manies originales, pues sólo habíamos quedado, don Adolfo Díaz, don Fernando Solórzano y yo.

Aunque yo podía coniar con el voio del Gene– ral Solórzano, no me pareció apropiado el compro– melerlo a rni favor, porque él iambién era amigo personal de don Adolfo Díaz, por eso y porque ví al Minisiro Americano inclinado a su favor, no vacilé en esa reunión que ±uvirnos en decidir que votára– mos por Díaz, corno en efedo lo hicimos.

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Me parece oportuno narrar aquí lo que sucedió enire el Minisiro Americano Weiizel y yo en esa pri– mera reunión que tuvirnos para que se vea córno trabajan los diplornáiicos en algunas ocasiones. Cuando estábamos reunidos, don Adolfo Díaz, don Fernando Solórzano y yo con el Minisiro Weii– zel, ésie fue el primero que iomó la palabra para exhortarnos a la armonía y expresarnos el deseo del Gobierno Americano de que el Presidente de Nicara– gua fuera un civil y no un miliiar, porque los Esta– dos Unidos, dijo enfáticarnenie, eran reacios a la elección de miliiares.

No sé si Mister Weiizel viva aún o no, pero si llegara a sus manos esia rni auiobiografía, deseo re– cordarle que en esa ocasión esiuvo diciendo muchas cosas sobre cómo veía el pueblo americano a sus militares, que en realidad no son, ni han sido, como él los describía. Y al llegar yo a la ciudad de Wash– ingion, poco tiernpo después, lne sorprendía encon– trar con frecuencia ya un monurnen±o, ya una es±a– iua, a cual n,ás grandioso, en homenaje y recuerdo de cada uno de los grandes jefes militares que ha ie– nido ese país y en cada ocasión que los veía rne acor– daba de los equivocados concepios de Mr. Weiize1. Con aquel discurso y esias consideraciones, de– be haber pensado el Ministro Weiizel que había eli– minado· mi candidatura, pero como dije anierior– rnenle, fueron airas las razones que me rnovieron a irabajar, no por rni candidaiura, sino por la de don Adolfo Díaz, a quien consideraba en esa ocasión rnás apropiado para el bienesiar de Nicaragua por las buenas relaciones que él n,anienía con el Gobierno Americano.

En la elección de don Adolfo Díaz no hubo nin– guna novedad, a no ser la de un voianie que al acercarse a las urnas en un canión de la ciudad de Maiagalpa, dijo: "No rne permiien voiar por Charno– rro, no voto por nadie", y se suicidó.

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Después de la iorna de posesión de don Adol– fo e instalado su Gobierno fuí nombrado Ministro Plenipotenciario de Nicaragua en los Esiados Unidos con l'v1isión Especial a Honduras y Guaiernala para dar las gracias a esios dos Gobiernos por la arnisiad manÍÍesiada por ellos hacia el Gobierno de Nicara– gua.

Naiural es suponer que en esa nueva posición rne enconiraría en un carnpo difícil para un inex– perto corno yo en cuestiones diplomáticas, pero aun– que no me creía con apiitudes suficienies para el puesio que iba: a desernpeñar, ienía la buena volun– iad para servir de la rnejor rnanera posible a rni Pairia.

Adopté la conduC±a de la rnayor prudencia pa– ra no compromeierme por el defeC±o, que rne decía un arnigo, tenía yo, cual era el iener en la punia de la lengua fado mi pensarnienio y corazón. De esa manera hablando sólo 10 esiriC±arnente necesario fuí conociendo la mejor rnanera de desempeñar rni car– go anie el Gobierno Americano, que iania ingeren– cia ienía enionces en la política del país.

En Washingion esiaba de Secreiario de la Ernba– jada el Docior Joaquín Cuadra Zavala, quien nos recibió rnuy arnisiosarnenfe y nos ayudó, a rni espo-

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