This is a SEO version of RC_1966_04_N67. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »onfirmado 10 que antes les he dicho de la sangre fría de don Adolfo Díaz, referiré un incidente que ocurrió con el Ministro de la República de El Sal– vador Dador don José Antonio López G.
E~te señor había sido enviada por su Gobierno ara mediar en la contienda, pero en sus instruc–
~iones traía la de proponer como solución del con– flicto la Presidencia de un liberal occidental, que fuera amigo de Madriz, porque corno éste era casado con una salvado~eña aquel Gobierno consideraba a Madriz corno an11go de El Salvador.
El Doctor López estaba muy empeñado en sus trabajos diplomáficos y en el buen éxito de su mi– sión aunque, por supuesto, el Presidente Díaz estaba muY lejos de pensar que esa fuera una solución acep– table, pues que no consideraría a nadie que no fue– ra él mismo u otro conservador.
El problema que se le presentaba a Díaz era el alejar un poco al Doctor López Y que éste escaseara sus constantes visifas que le quifaban precioso tiem– po para la defensa de la ciudad. Estonces pensó en un ardid que le dió magnífico resultado Y éste era el de invifar al señor López, cada vez que llegaba a vi– sitarlo a pasar al piso alto Y recibirlo en el Salón de Recepciones que se usaba en tiempos normales, pero don José Antonio, aunque un hombre de coraje en su juventud, pues había sido uno de los compañeros del General Vásquez en la heroica defensa que hi– cieron en Tegucigalpa, en esta ocasión, quizá por sus años, al oír el tiroteo tan cerca de la Número Uno, estaba convencido que una granada del Herald po– dría hacerle una inoporluna visifa mientras él hacía la suya y, por supuesto, no se sentía muy a gusto en aquel lugar Y así se 10 expresaba a Díaz, diciéndole además que aquel sitio era muy peligroso Y que 10 mejor era buscar afro más adecuado Y si fuera posi– ble ignorado del General Zeledón, pero Díaz se mos– traba confiado Y no daba la menor imporlancia a las balas Y entonces don Antonio acorlaba su visita y se despedía apresuradan1.ente, para volver, sin em– bargo, al siguiente día Y pasar los mismos sustos hasta que poco a poco fue haciendo menos frecuen– tes sus visitas hasia que pasó el peligro y la Plaza de Managua fue liberlada de sus agresores. Mas pa– ra entonces la misión del Doctor López G. no tenía objeto alguno. De esa manera Díaz salió airoso de la prueba a que 10 tenía sometido el Ministro López. Cómo sería de intensa la lucha de esos días que hasta a los animales les afectó. Recuerdo, por ejem– plo, a una lora que tenía en mi casa la que después de la lucha se quedó repitiendo e imitando las detonaciones de rifles, ametralladoras Y cañones y los gritos: "papapapa, tatatatata, pum, pum, pum, Viva Chamarra!"
En el último día del combate de Managua yo había dispuesto atacar por retaguardia a las fuerzas del General Zeledón Y para ello fuí a los Mangui– tos con el General Durón, a quien pensaba poner a la cabeza de esla maniobra, pero ya no encontrarnos a las fuerzas de Zeledón, las que se habían retirado antes del amanecer dejando ya libre esa sección de la ciudad.
Innecesario parece hablar aquí del valor Y ab– negación que en los tres días de lucha, -12, 13 Y
14 de agosto de 1912-, mostraron en Managua los soldados, oficiales Y jefes militares, pero debo hacer especial mención de la presencia de ánimo Y fuer– za de alma que mostraron las familias conservado– ras de la población civil de Managua.
Cuando se iniciaron las operaciones por medio del bombardeo implacable sobre la Capital, que te– nía por principal objeto infundir el pánico en la po– blación civil para debilitar la retaguardia de la de– fensa, bombardeo que corno he dicho fue riguroso y cruel, durante el que hubo víctimas inocentes que perecieron desarmadas, yo quise contrarrestar sus nocivos efectos dejando salir hacia Occidente a todas las familias, liberales o conservadoras, que quisie– ron retirarse. Las familias conservadoras decidieron permanecer en sus casas.
Los señores don Deogracias Rivas, Juan de Dios Matus, Carlos Báez, Pablo Leal, Domingo Calero B.,
Benjamín Elizondo, Luis Rivas, Mercedes Zamora y
muchos otros más, junto con sus familias, contribu– yeron grandemente a mantener la alta moral de la población civil Y su ayuda personal fue eficaz en la defensa de la ciudad.
.Juicio de Cuadra Pasos
Mucho se ha hablado Y escrito sobre la defensa de Managua en es:l:a ocasión memorable. Orgullo aparle, los elogios sobre mi actuación han sido uná– nimes. En carla reciente el Dr. Cuadra Pasos, me di– ce sobre el parlicular: " ... la defensa de Managua, tanto en sus prepara:l:ivos es:l:ra:l:égicos, corno en la ejecución misma de la defensa se puede tener corno un modelo de táctica, de presencia de ánimo, de resistencia valerosa Y de mantenida disciplina. Todo ello fue mérito del Mando en Jefe que perma– neció día Y noche en inteligente vigilancia, en acti– vidad, recorriendo las líneas, sin tornar en cuenta los peligros ... " Yo agradezco al Dr. Cuadra Pasos los conceptos de su carta, pero no quiero dejar pa– sar esta ocasión para glorificar de nuevo a esa serie de Mayores Y Capitanes que hicieron posible la de– fensa de la línea de combate 'que se extendía desde la orilla del Lago hasta cerca de la Loma de Tiscapa en el sector oriental Y de la Loma hasta el Rastro, pasando por la Penitenciaría, en el sector Occidental. Los nombres de esos oficiales, algunos de los cuales ya he nombrado, quedaron inmortaliiados en los labios del pueblo por medio de canciones populares.
Refill'ada de Mena
Retirado el ejército de Mena del asedio de esta ciudad, le correspondía ahora al Gobierno terminar con la Revolución que se había hecho fuerte en Ma– saya y Granada, donde tenía sus cuarteles principa– les de abastecimiento, pues a Occidente, aunque se hablaba mucho de su oposición al Gobierno, no se le temía porque se le consideraba desarmado. Sin embargo, allí también se hizo fuerte, corno se expli– cará adelante, cuando me refiera a la ocupación de la plaza de León.
El Gobierno de Díaz, corno dije al principio, se encontraba mal armado Y sólo le había quedado el armamento que Mena consideró innecesario sacar de Managua por viejo Y en malas condiciones. Por otra parle, un armamento que lograrnos conseguir fuera del país, también nos resultó inservible porque el parque no le correspondía a los rifles que vinieron, por 10 que nos vimOs obligados a establecer en el Campo de Marte una armería Y un taller de muni– ciones, donde se rellenaban las cápsulas vacías que se recogían, por medio de muchachos, en los cam– pos de batalla. En esa labor fueron importantes los servicios de don Alfredo Gallegos que expresamente llegó de El Salvador a incorporarse al Ejército en la defensa del Gobierno de Díaz.
lUaqu,~ a Masaya
Esta escasez de armamento Y el deseo de evitar un mayor derramamiento de sangre nos hizo pen– sar que en lugar de atacar de frente a Masaya de– beríamos rodearla Y ponerle una especie de sitio pa– ra obligar a capitular a las fuerzas que quedaban, así, encerradas.
Con el objeto, pues, de combatir a la Revolución de Mena en sus más fuertes reductos, hicimos salir inmediatamen:l:e hacia Masaya a nuestros mejores jefes militares, corno el General Roberlo Hurtado, el General Camilo Barberena A., los que en los prime~
ros días de lucha aquí en Managua se habían dis– tinguido mucho en la defensa, tanto de la parle occi– dental corno de la oriental de la ciudad, habiendo peleado en ambas con denuedo; al General Fernan– do Elizondo Y al General José Francisco Sáenz, quien no obstante tener un brazo mutilado deseaba tornar parle activa en las acciones militares que ocurrieran pues era un hombre de mucho coraje Y de gran fer– vor político.
Poco a poco, fuimos aglomerando un ejército alrededor de Masaya corno de 5,000 hombres hasta
59
This is a SEO version of RC_1966_04_N67. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »