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de pesos plata por una veintena de días, se me antoja excesivo! Y el antojo sube de punto por la comparación con lo que acaba de acaecerme á este respecfo en El Salvador, donde me decretaron hués– ped del Estado, y, literalmente, no con– siníieron que yo pagara ni los cigarri– llos. .. Después, pensé en mi próximo arribo á Nicaragua, país del que me han dicho sólo horrores desde Gua±emala; y pensé íambién en lo probable que sería un fracaso para la misión pacificadora é internacional que me ha lanzado por es– íos andurriales.

Añada usted que es Nicaragua un país excesivamente ardiente, colmado de animales ponzoñosos, toda una fauna fantástica, pequeña, invisible, traicione– ra y homicida.

¡Qué climas, santo cielo, qué climas y qué tierras!

Almuerzo en Atenas.

Dormimos en mi ya conocida posa– da de San Mateo.

29 DE ENERO

Madrugada y caminata á caballos, hasta Esparta; de allí á Puntarenas, en ferrocarril.

Puntarenas. Adiós á Cosía Rica; sal– go de ella á bordo del vapor americano que lleva su nombre.

NICARAGUA

1 9 DE FEBRERO

Nicaragua.

Apenas echamos anclas hoy, en cuanto hubo claridad suficiente en este abrigado y primoroso puerto de Corinto, cuando notamos desde á bordo inusi±a– do movimienío en tierra y en el buque– cito de guerra Momo±ombo, que nos que– daba muy inmediato.

-It is for you, Mister Minister-me declaró el rubicundo y jovial capifán del Costa Rica,-they were anxious to have you ...

Conforme aclaró el día, nos percata– mos de que en tierra y en el Momotom– bo había mucho maniobrar de soldados, mucho redoble de tambores y foque de cornetas. Vimos que izaban el pabellón nicaragüense; llegábannos fragmentos de música militar, el himno nacional, sin duda. .. y con anteojos, descubrimos en la playa banderas, flámulas y gallarde– fes que ondeaban en los aires sobre más– files engalanados de flores ...

A las seis y media, una falúa empa– vezada atracó á la escala del Cosía Rica¡ el capitán y la oficialidad bajaron al por– talón á recibir á los recién venidos que eran, el comandante del Puerto, el capi-

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tán del Momotombo y algunos oficiales. Todos iban en pos de mí; presentaciones, saludos, conatos de discursos, general shake-hands.

-Cuando el señor Minis±ro lo dis– ponga ...

-A las órdenes de ustedes, seño– res ...

Transbordo á la falúa. Los bogas em– puñaron los remos y comenzaron a re– mar, á "la generala", pausadamente; el comandante se quitó su sombrero, hizo con él una señal en el vacío, y del Mo– motofubo dispararon una salva en mi ho– nor de veintiún cañonazos, que retumba– ron formidablemente dentro de la abri– gada y plácida bahía. Me descubrí y puse en pie para corresponder á la cor– tesía, sólo lamentando que el número de disparos anduviera equivocado, pues si tantos me correspondieran, ya sería yo embajador ó nuncio.

Salíamos á tierra. Toques marcia– les, presentación de armas, lento cami– nar hasta el hotel, siempre descubiertos, no obstante que mi calva protestaba con– tra el golpe de fuego que la abrasaba. En el hotel, más presentaciones; campanilleo telefónico avisando á Mana– gua mi desembarco sin novedad y mi propósifo de pernocfar en la capital hoy mismo; aparecimiento de una bandeja con innúmeras copas de coñac y de cham– paña. Eran las ocho de la rrtañana.

-El tren está listo, señor Ministro... -Pues al tren, mi estimado ami-go! ...

Arrancó el tren y para amenizar el trayecfo volvió á aparecer la bandeja con copas.

El camino, una delicia, cuajado de flores, de árboles, de lianas estrangulan– do á éstos ó pendientes de sus ramas á modo de víboras ador.m.ecidas-un cami– no análogo á todos los de la hechicera tierra centroamericana.

CIUnandega

Chinandega. Deruvose el tren y en el acto fué invadido por una porción de caballeros; las autoridades, el Ayunta– miento en masa, muchos particulares de suposición.

Forzoso apeadero, el Ayun±amien±o teníanos preparado un refresco.

Felicitome de ello, casi iba sofocado, ¡mire usted que este es calor! Y bajamos al andén, y el aspecfo de la "histórica" ciudad de Chinandega (áPor qué históri– ca? .. ) era de fiesta. Habían levantado arcos, enflorado los suelos, colocado flá– mulas á entrambos lados del camino. Mi– llares de cohetes saludaban mi presencia; hubo vivas á México, apiñamiento de mul– titud y la banda tocó el himno de Nicara– gua.

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