Page 88 - RC_1966_03_N66

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cuentro delicioso; como no hay sol, tam– poco hay calor, y á la luz de la luna he– mos venido recorriendo anchos senderos misteriosos, hemos cruzado dos puentes y tres arroyos, y á la una de la madru– gada hemos dado con nuesiros cuerpos molidos en uno de los soi-disant hoteles de San Mateo.

San Mateo

Porque ya funcionó el telégrafo, e1" Gobierno costarricense instruído de nues– iro arribo, ha corrido las órdenes necesa– rias para que se nos ira±e 10 mejor posi– ble. De ahí que saliera á econtrarnos 9

hasta las goteras del pueblo un indivi– duo que nos atajó el paso y que,-cúlpe-se á las sombras del camino,-en un prin– cipio diputamos por malhechor. Por suer-ie nos identificamos á tiempo mu±uamen-te; éramos, nosotros, los altos personajes que él aguardaba, y él resu1±ó ser mi se– ñor jefe político del partido; nos resultó algo más: varón coriés, y, por añadidura, veracruzano de nacimiento, arrojado has-ta estas comarcas al cabo de algunos tum,.. bos y de un puñado de años en Panamá y Venezuela. Condújonos hasia el hotel, participó del ten±eempié que en él se nos brindó y se despidió diciéndonos:

-"Has±a luego.....

Preocupado desde mi salida de Gua– ±emala con la ponzoñosa fauna diminuta de los climas intedropicales, vengo con la obsesión de víboras, tarántulas, ala– cranes y demás bichos que en estos luga– res fama es que se producen á millones; por 10 cual mi miedosa curiosidad no re– sis±ió, antes de que marchara mi compa– ±rio±a veracruzano, 10 interrogué en for– ma, aunque echando la cosa á la broma:

-~y qué ±al de viboras, paisano? .. -¿Aquí? .. Muchísimas, San Mateo es famoso por ellas, hasta en la calle se las encuentra usted... A eso obedece que no haya yo prohibido el que los cerdos vagabundeen, dicen que se las comen...

y se fué, tan fresco, cual si me hubie– ra ins±ruído de que en San Mateo aún se ataba á los perros con chorizos de Ex– iremadura.

Francisco A. Reyes, más que de mi pregunta, rió del efecto que me causaba la respuesta, y aseguróme, con su tantico de filosofía, que ·el que víboras busca, en– cuentras víboras.

Vicente Acosia titubeaba entre reírse á su vez de'mis pavuras ó quedarse serio; transigió comiéndose su cena y buena par– ±e de la mía, y dando orden de que lo que dejase se lo guarden para cuando despierte mañana...

¡Vaya una noche la que paso! Tum– bado en un ±emblequean±e camasiro, que soporta colchón relleno de guijarros, se– gún lo que se me hincan sus duros pro-

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moniorios cada vez que me muevo, no puego pegar los ojos, á pesar de mi gran– dísimo cansancio•.. Parece que iodos los animales de San Maieo se propusieron darme _en notas a1±as la bienvenida, y ha sido una de ladrar de perros, cacarear de gallinas, cantar de gallos, mugir de bue– yes, y mayar de gatos que ni Noé en su arca los oiría mejores... En la estancia, Reyes, Vicente Acosia y Meneses ronca– ron desaforadamen±e... hubo momento en que me creí transpodado á planeta di– verso.

DE ENERO

Cuando conciliaba yo el sueño y ape– nas divisábase luz pal~dísima de aurora, por las rendijas del balcón colándose en el cuado, llamaron á la puería.

Era el Jefe Político que iba á desper– iarnos para que siguiéramos nuestro ca– mino hasla San José. Sa1±é de la cama

y le franquee la entrada.

-¿Pues, qué hora es?

-Las cinco y media, paisano; por eso cuando me despedí de ustedes, hace poco, les dije: "has±a luego" ...

y dió principio el ajetreo previo á nuestra partida.

Arriba, en donde nosotros hemos pa– sado la noche, mieniras nos preparaban los desayunos, lavámonos sucesivamente en un solo barreño y nos vestimos de pri– sa, víctimas del característico afán de lle– gar al término de un largo viaje. Vicente Acosta, reclamó la porción de cena que había mandado guardar la víspera.

Abajo, en el corral y en el patio, pu– siéronse á asear y á enjaezar á las bes– tias. El oficial ayudante que de orden de las autoridades dé Pun±arenas viene acompañándonos, no nos permitió que li–

quidáramos el importe del alojamiento.

Con la fresca, á las seis, salimos de San Ma±eo en alegre cabalgata; á la de– lan±era Vicente Acos±a, caballero en un mulo poco afecto á caminar acompañado, y carente de boca, de obedienci,a y de pelo en muchas partes de su cuerpo an– guloso; por 10 que Vicente resuelve dejar– lo hacer lo que mejor le plazca.

A cierta distancia se nos separó el Jefe Político, y al cabo de la hora y me– dia de frote, dimos principio, á fuerza de espolazos, á la fatigosa ascensión de la por todos títulos endian±rada y ±remen– da Cuesia del Aguaca±e, en la que á. cada paso veíamos forzados, so pretexto de que las bestias respiraran, á interrumpir la marcha, para, en realidad, respirar y des– cansar nosotros. La vegetación e:x:hube– ran±e.

Meneses, á causa de su flacura ex– trema, de las polainas que le vienen gran– des y del cansancio, ha ido estirándose hasía lograr sobrada semejanza con el in-

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