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Una. llam.arada, despedida por las cenizas de mi juventud: tengo el esbozo de un idilio, que dura m.enos que la fu– gaz llam.arada.

En la noche, gran banquete que el casino Salvadoreño ha organizado en mi honor, con absoluta exclusión del ele– m.ento oficial, para que no pueda inter– pretarse que la fiesta fué aconsejada ó ayudada por miembros del Gobierno.

Pequeña eironeia: un infeleC±ual sal– vadoreño que estuvo hace varios años de ministro plenipotenciario de su país en el mío y que en ese carácter ftié invitado á uno de los banquetes anuales con que se obsequiaba entonces á nuestro m.inis– ira de Justicia é Instrucción Pública, don Joaquín Baranda, pronunció un brindis que le fué m.uy aplaudido. Algún co– m.ensal m.e presenió á él, explicándole que yo perienecía al Cuerpo Diplom.ático Mexicano y que á principios de m.i carre– ra había visitado esíos países de Centro– am.érica. A pesar de ial explicación, el m.inistro salvadoreño no m.e hizo gran caso, y ahora que con parecida brillan– tez á la de que hizo gala en su brindis de México, le oigo brindar por mí, aque– lla reminiscencia se me aparece con pre– cisión cinem.atográfica y m.e obliga á for– m.ularme esta pregunta dentro de mí mismo: ~Será que por lo m.ucho que m.e ha costado, después de vivir en tierras bajas, este mi ascenso á una cumbre, alinque sea temporal, que no padezco vértigo de las a1±uras y por ello me fijo y

aprecio ,á hombres y cosas? ..

Detalle benévolo: en el menú del banquete hay un plato "á la Gamboa" y oiro á "la .Metamorfosis".

2 DE ENERO

En el Palacio Muncipal, un baile de Mengalas.

Llámase aquí mengalas á las m.u– chachas del pueblo que trabajan. For– man verdadera categoría y son, en lo ge– neral, agraciadas de rostro y muy airo– sas de cuerpo; distinguidas á su manera en el vestir; llevan desnudos los brazos y la garganta; tienen marcada predilec– ción por los colores fuertes para la ena– gua y para el chal, que saben terciarse con señorío, y algunas no carecen de ele– gancia.

Ningún salvadoreño, por elevado que se halle, desdéñase en tratarlas con cieria igualdad afectuosa y recíproca. Aunque de cuando en cuando una de ellas se descarríe, es lo común que con– traigan matrimonio legítimo, con obre– ros, y que sin dejar de perienecer á su gr.emio popularísimo, se olviden de las alegrías juveniles y se transmuten en . buenas m.adres de familia.

Poseen otra cualidad que las hace

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por todo extremo simpáticas: son patrio– ias y son valientes 1 y en más de una oca– sión, de las muchas en que se han ensan– grentado las calles y los Calnpos de esíe levantisco y batallador rinconcito cen±ro– am.ericano, se las ha visio animando a los hombres (que poco necesitan de se– mejante esiÍlnulo), y se las ha visto igualmente, en lo más empeñado de la refriega, cargar rifles, recoger cartuchos, curar heridos y endulzar agonías.

El baile resuHó animadísimo; baila– mos unas cuadrillas de honor en las que la mengala que acompañaba al Presiden– te de la República lucía en su chal lós colores m.exicanos y la mengala que á

me iocó en sueríe, osientaba en el suyo los colores salvadoreños. En la cena, ro– ciada con más brindis que vinos, todo se volvió frases de encomio para México y sus héroes, para su pasado, para su Go– bierno. Y corno quien no quiere la cosa, cuando salimos á la calle nos encontra– rnos con que la luz del nuevo día salía también.

l\lIientras m.ás observo al pueblo sal– vadoreño, más simpático me resulta. Me refiero al pueblo legítimo, al de verdad, no al ialsiiicado que nos sirven en sus de– cretos y en sus discursos casi todos los gobiernos y casi iodos los parlamentarios hispanoamericanos.

:2 DE ENERO

Ni el General Cañas ni Vicente Acos– ta han dejado de verme un solo día.

El General, que es un gran m.adruga– dar, no comprende cómo puedo quedar– me en la cama hasia después de las diez, en este clima tórrido. y cuando enira á despertarme á diario, lo hace regañándo– me á gritos; gritos y regaños que me obli– gan á abrir los ojos quieras que no, son– rienie y agradecido á este viejo honora– ble y talentoso, que al igual de una cria– tl.lra, lleva el corazón en la mano con in– luenso cariño para sus amigos, por mucho que intenten disimularlo sus grandes vo– ces destempladas y las palabrotas de cam– pamento con que entrevera su hablar in– teligente y pintoresco.

En la mañana de hoy, que hemos ha– blado sobre Rubén Daría, mientras yo m.e afeitaba, por poco no me degüello de la risa que me provocó oírle contar la re– ceta propinada al poeta para que se mar– chara á Chile, hace varios años. Debo ad– vedir que el General Cañas es un idóla– tra de Chile, en donde estuvo de joven, y de México, en donde ha estado de viejo.

Me contó que Rubén Daría anhelaba ir á Santiago de Chile, pues no conside– raba que los horizontes de Centroaméri.,. ca fueran bastantes para el completo- de– sarrollo y perfecto lucimiento de su inte– ligencia. Y como los dineros de que dia-

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