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MARIO CAJINA·VEGA
Licenciado en Ciencias Sociales
En el trato diario es el comodín ideal para suplir alusiones o abreviar cortesías:
-Pasáme el chunche -indica uno de los co–
mensales, en mesa de pequeñas galas. E inmediata– mente, con interpretaciÓn de iniciado y sin titubeo eso– térico, su vecino o el anfitrión le alargan el salero o el chilero o el cuchillo o cualquier otro objeto que, por mágico misterio, era específicamente el deseado. Siempre, siempre nos entendemos a base de tal chunche, como si un milagroso instinto de objetivación produjera, en el lugar previsto, la materia solícita.
ya ilusión de fuga y nueva caducidad futura) el ehun– che conserva sus facultades domésticas. Es una mara– villa de la vida diaria el atender a las costumbres do– mésticas y escuchar aquella lánguida protesta, en can– tarina modulación femenina, que reprocha:
-¡Pero hijita, si ya te dije que en ese chunche
no se cocina así! -y la gallina, que se sobredoraba
en orégano o enriquecía su sazón entre piñas, pasa a
aromar un utensilio más apropiado para la cocción. El chunche disfruta de igual habilidad en sus re– laciones sartoriales:
-¡No! Este chunche me queda muy ta11ado, me– jor suéltemele dos puntos -observa, con precisión de costurera y semivirginal recato, la joven recién casa–
da. Y el chunche (un traje costal o una falda a media canilla, calculados en París y ejecutados en Managua)
se configura a la nueva ic;lea de un trqje pudoroso.
OPERETA DEL
'líCHUNCHE"
Chunche-reloj, chunche-tigarriflo, chunche-nava– ¡a, chunche . ..
Primera lección en idiomas tropicales: literalmen–
te hablamos por señas. Nuestra lengua es un ideogra– ma. Conjuramos ubícuas abstracciones con una pala– bra de apenas dos sílabas que luego resulta toda una I alquimia. Nos expresamos mediante cierto sexto sen-
Y refleja, asimismo, herencias tradiciona istas: tido nacional conocido, genérica e indefinidamente, por -Todo chunche de antes era superior a los de "chunche".
hoy -decreta, en cualquier oportunidad, la gente alu- Su misterio, su providencialidad, su gracia están
diendo por igual a las viejas máquinas de coser o a los aún inéditos. La Real Academia no se atreve a re-bien curtidos aperos de cabalgadura. Con lo cual el l
vocablo se vuelve sentencia sumaria, además de osci- gistrar esta palabra genial, panacea de pensamiento.
Lo cual resulta ópelias, apenas lógico . .. ¿Cómo, có– lar entre el anacronismo y la vaguedad.
mo definir una casó que nadie sabe qué es, aunque En el nervioso presente, contradictorio y experi- mediante su concurso todos materialicemos las infini– mental (siempre de paso, brevedad de tránsito que es tos necesidades de un lenguaje inefable?
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Como nicaragüense, mi vocabulario es el de un
ciudadano mágico que baraja tres ensalmos: el chun– che, la vaina y el comosellama.
Chunche, vaina y comosellama, diversificados fa– miliarmente en combinqciones y subproductos, capita– lizan nuestra lengua. No son vocablos: son exorcis– mos. Conjuros colectivos. A manera de colorante, y
para enfatizar las situaciones en que resaltan, se les agrega siempre la receta popular de alguna exclama– ción impublicable: el" . ... " o el "j . .. ".
A así se completa el diccionario manual de quie– nes le ponemos música al dialecto.
El chunche, primera composición fonética de uso
complejo, es la clave del sobre-entendido. Como pe– queño dios tutelar, preside los diálogos nicaragüenses.
Su existencia es incorpóreo porque precisamente la gra– cia del chunche está en no poseer ser concreto. Es lo indefinible que sirve sólo para nombrar lo inexpresa– ble. Objeto, no; concepto, tampoco. Materia, me– nos! ¡Abstracción, abstracción pura, abstracción invo– cada mediante un sonido simpático capaz de respon– der coh efectos taumatúrgicos!
Chunche, digamos, sirve para todo sin llenar un
significado especial. Tiene virtudes mecánicas: -¿Andás en chunche? -le preguntan a uno, re– firiéndose subjetivamente a cualquier tipo de transpor– te. Automóvil deportivo o jeep agrícola. Camioneta
o avioneta.
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