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ápice, lo que varió fue la función social de su dueño; de consumidor de alimentos conservados y de hielo se tornó en vendedor de alimentos conservados y de hie– lo, La nevera, sin modificar su naturaleza física, ni su forma, ni color¡ ni su funcionamiento, pero fiel a su dueño, transformó su naturaleza social, deshacién– dose de su condición de bien de consumo y adoptando la de bien capital.

Lo que es válido para una familia, en el concierto de familias, es válido también para una nación en el conjunto de naciones y así la adquisición de bienes que hace una nación para la producción de consumo interno, tiene el mismo caracter consuntivo de la que hace la familia con la nevera del ejemplo, pudiendo convertirse en capital si el producto se destina a la exportación.

V. La economía de divisas

Ciertamente que los seguidores de la teoría de "economía de divisas ll objetarán que, aún cuando es verdad que las relaciones de una familia con las otras familias de un país pueden compararse con las rela– ciones de una nación con las otras naciones del mun– do, el ejemplo no es válido, porque nuestro padre de familia, al dejar de comprar el hielo, ahorra los me– dios de pago para cubrir las mensualidades de su ne– vera al igual que la nación al adquirir los medios de producción de bienes de consumo interno ahorra las divisas correspondientes a la importación de dichos bienes de consumo. A primero visto parece válido este razonamiento, pero equivale a olvidar el argumen– to del segundo párrafo del aparte IV o sea que la uti– lización plena de la refrigeradora implica un mayor consumo de hielo y de alimentos refrigerados, al mis– mo tiempo que una elevación del consumo de energía. La utilización de la refrigeradora establece una nue– va distribución del ingreso familiar entre consumo e inversión. La familia ha elevado su consumo y bien– estar, pero al hacer esto ha perdido, en la misma pro– porción, su capacidad para invertir y para lograr ma– yores ingresos, pues en lugar de ahorrar se ha dedi–

cado a consumir¡ y lo que es peor aún, se ha dedica– do o consumir al crédito, lo que acreciento su gasto en el monto de los intereses y la depreciación de su ahora ya indispensable equipo.

Como se ha indicado yo¡ el crecimiento de la pro– ducción industrial para el consumo interno, a base de la importación de los bienes productivos, equivale o un consumo de dichos medios, lo cual, a la largo, sólo puede ser posible si otros sectores de la econo– mía, en vez de consumir sus propios productos los exportan y generan los medios de pago necesarios pa– ra cubrir el valor del equipo industrial, materias pri– mas y demás implementos importados para la produc– ción industrial de consumo interno. Por esta razón resulta contraproducente la política de "economía de divisas". En realidad no se economizan las divisas

sino que se disfraza su salida. La estadística las ano– ta ahora como gastados en bienes capital en vez de bienes de consumo

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como aparecían antes. Realmen– te no han dejado de ser bienes de consumo, lo que pasa es que ahora son bienes de consumo mediatos, antes lo eran inmediatos.

Algo se ha ganado, dicen los seguidores de esa doctrina, porque se amplía el volúmen de empleo y se generan ingresos en el interior del país. Todo eso es verdad¡ pero al elevarse el volúmen de empleo para la producción de consumo interno se reduce la dispo– nibilidad de empleo para la producción de consumo externo¡ y esto sucede justamente cuando se requiere ampliarlo para cubrir la depreciación del equipo im– portado, el valor de las materias primas necesarias y el servicio de las deudas externas contraídas para pro– piciar el desarrollo acelerado de la industria. Por otra parte, al elevarse el ingreso monetario de la clase tra– bajadora, se eleva naturalmente el consumo de pro– ductos nacionales y extranjeros, sin que por ello se eleve la capacidad para importar, con el agravante todavía de que, al elevarse el consumo de la clase tra– baadora, se reduce la tasa de inversión, y con ella la velocidad del crecimiento de la economía. El desa– rrollo acelerado, que requiere un crecimiento de la tasa de inversión, provoca su propia negación al im– pulsar el consumo y reducir en esa forma la tasa de in– versión. La única forma de romper este círculo vicio– so es la de que el mayor producto logrado por el cre– cimiento de las inversiones no sea consumido en el país sino exportado y con su producto adquirir más bienes capital para incrementar las exportaciones.

VI. Conclusión

De lo anterior se saca la inevitable conclusión de que el producto adicional logrado con la inversión ace– lerado debe ser consumido por el exterior, lo que a su vez implica que el exterior, al incrementar su consu– mo, debe reducir su tasa de crecimiento. Concreta– mente puede afirmarse que los países subdesarrolla– dos no pueden desarrollarse sino a costas del creci– miento de los desarrollados. Esta situación se des– prende del hecho de que el desarrollo económico es un fenómeno de relatividad. Ningún país puede avanzar más rápidamente sin que otro u otros avan– cen más lentamente con respecto a él. Este fenóme– no tiene que producirse, no sólo por el hécho de que el desarrollo económico es un concepto relativo, sino también porque, para que la mayor producción tenga algón sentido, ella debe ser consumida¡ y el desarro– llo económico acelerado exige que lo sea por el 'ex– tranjero. En realidad, si se considera el producto ge–

n~rado por el mundo como un todo, debe §er igual 01

consumo y la inversión; el problema se resuelve enton– ces en la determinación: Quién es el que invierte? Quién es el que consume? A nivel de naciones la res– puesta es obvia: El que invierte es el prestamista; el que consume es el deudor.

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