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« Previous Page Table of Contents Next Page »Analizando ef poder" político en sus formas ,es– tructurales, cabe distinguir en éf dos elementos: el po– der minoritario y el poder mayoritario; el primero des– cansa en las instituciones gubernamentales y el se– gundo en la soberanía nacional. La historia política nos enseña que, en sus oríaenes, el poder def Estado fué exclusivamente minoritario' pertenecía a una pe– queña minoría de oobernantes, en forma de realeza aristocrática. "Cuando la democracia sucede a la aristocracia -dice Hauriou- y cuando aparece fa soberanía nacional, él poder minoritario no desapare– ce por eso; se fija en las instituciones públicas y en fa persona moraf del Estado, como un capital hereda– do de los regímenes anteriores; mientras que ef po– der mayoritario de la soberanía nacional se fija en el pueblo o en la nación¡ es decir, de hecho en el perso– nal político". (11)
El poder político es, pues, en las democracias modernas, una combinación o entrecruzamiento de las dos formas de poder: el poder minoritario, encargado de las funciones del mando y de la iniciativa; y el po– der mayoritario que ejerce ef control y la vigilancia. El poder minoritario, aristocrático en sus orígenes, re– side actualmente en las instituciones del Estado. Por eso se ha dicho que las democracias sólo admiten una clase de aristocracia: la de las instituciones guberna– mentales.
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La estabilidad política de una democracia exige una compleja subordinación de las dos forma~ de po– der, atendiendo a una doble perspectiva. Desde el punto de vista de la soberanía nocional, que implica la propiedad o posesión del poder político, el poder mi– noritario depende del poder mayoritario. Desde ef punto de vista de fa acción gubernamental, la solución es inversa: ef poder de reinado o poder de dominación está subordinado a la autoridad moral yola compe– tencia. "El entrecruzamiento de la jerarquía de fos poderes en lo que concierne a la acción gubernamen– tal y de su jerarquía inversa en lo que concierne a la soberanía, constituye ef equilibrio fundamental de la libertad política". (12)
Es indispen~abfe para nuestro desarrollo político reconocer el realismo y la justicia que encierra ese concepto de Democracia Institucional, entendida co– mo una combinación de los poderes mayoritario y minoritario. La Democracia Institucional busca la realización de un' prudente equilibrio entre la auto– ridad y la libertad, huyendo tanto de los excesos de la autocracia como de los excesos de la demaqogia. Propugna para ello la alternativa entre el mando y la obediencia; ese ritmo alternativo exige que todas las funciones gubernamentales sean temporales y aún de corta duración.
La rotación de las élites
Habiendo analizado el poder político desde un punto de vista abstracto, es natural que surja luego en nuestra mente una pregunta concreta: ¿quién o
quienes ejercen el poder público? Siendo la Naci6n la organización social en la que se afirma el poder po– lítico, examinemos primeramente la constitución ínti– ma de aquella. "Una noción -dice Ortega y Gas– set- es una masa humana organizada, estructurada por una minoría de individuos selectos. La forma ju– rídica que adopte una sociedad nacional podrá ser to– do lo democrática y aun comunista que quepa imagi– nar; no obstante, su constitución viva, transjurídica, consistirá siempre en la acción dinámica de uno mi– noría sobre una masa". (13). Es esto una ineludible ley natural, que, a nuestro juicio, ni la podemos evi– tar, ni la necesitamos demostrar: es un hecho que es– capa a los dictados de la voluntad humana.
Conviene, sin embargo, establecer claramente que esta división de la sociedad en élite y masa no guarda relación directa con la división en clases so– ciales. El concepto élite se aolica a individuos espe– cialmente dotados de cualidades sobresalientes, y es– tos individuos existen en todas y cada una de las cIa– ses sociales. Las castas y las clases son agrupació– nes con tendencias estáticas: la élite es esencialmente dinámica: es el resultado de la libre circulación de los individuos en la escala social.
Ef concepto de élite es, pues, diferente de lo que se entiende generalmente por aristocracia. Pertenecen a la élite, en su genuina expresión, los individuos de vida esforzada, dispuestos siempre a superarse a sí mismos, a no escatimar ni el servicio ni el sacrificio. Si en épocas históricas anteriores pudo COincidir este significado de élite con la aristocracia o nob1eza de sangre, en fos tiempos modernos éfite y aristocracia han tomado significado y camino divergentes.
La aristocracia de sanqre, recibiendo y trasmi– tiendo sus valores por herencia, ha sufrido una irrepa– rable degeneración, y ha devenido estática, inerte, de– cadente. Culminado ef proceso de su estancamiento, la aristocracia ha perdido su razón de ser y su misión histórica ha concluido. La élite, en cambio, recluta– da entre todas las das~s sociales y renovada constan– temente, tiene que existir sip.l'Ylore. Porque su valor es real y dinámico, y no simbólico y estático: está Hqa– do a la calidad, a las aotitudes yola creación proDia del individuo. Esa rotación de los élites es condición
sine Qua non de su eficacia. l/O bien se oei"mite a los individuos que demuestran una capacidad qtande su– bir a los más altos puestos sin crearles obstáculos, o bien la élite dE'aenpra por no ser refrescada por la rotación normal". (14)
De entre las diversas modalidades de élite que pueden existir: morales, artísticas, científicas, etc. la más necesaria para el de!;tino temporal de una Na– ción es la élite política. "La élite política no fa cons– tituyen ni los más fuertes, ni los más crueles, ni los más violentos; la constituyen los mejores; éstos no. son lbs déspotas, son los hombres de Estado" ~ (15)
Las calidódes que mejor caracterizan a la éJite ooli– tica son la autoridad y la cfarividencia. La autoridad o don de mando es una formó de energía espiritual,
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