This is a SEO version of RC_1966_03_N66. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »H~~CIA UNA DEMOCRACIA INSTITUCIONAL
RAFAEL PANlAGUA RIVAS
Ideólogo Político - Ensayista
Abogado.
LAS DEMOCRACIAS SOLO ADMITEN UNA CLASE DE ARISTOCRACIA,
QUE ES LA DE LAS INSTITUCIONES GUBERNAMENTALES
MAURICIO HAURIOU
El Hombre y el Orden Moral
Cabe distinguir en la sociedad humana civilizada tres factores esenciales que se combinan en ordenado equilibrio: la conciencia personal, el instinto de socia– bilidad y la ley moral. Si el hombre poseyera única– mente el instinto de sociabilidad, excluyendo los otros dos factores, conciencia personal y sujeción a la ley moral, nada lo distinguiría de las asociaciones anima– les, que demuestran inclusive, en muchos casos, un mayor desarrollo de sus instintos gregarios.
Pero la Humanidad, ligada al orden social por constitución y por destino, está lejos de ser un rebaño inconsciente. El hombre lleva sobre sí -responsabi– lidad tremenda- la dignidad de persona; es decir, la conciencia de su propio yo, de su origen y de su des– tino :personales. Ese origen: ser creado por Dios; y
es~ destino, la búsqueda de un Bien Absoluto, brindan a la vida del hombre un sello de trascendental aventu– ra: la aventura de la libertad humana en la realización dél orden móral.
Esa libre realización de valores de orden moral es, pues, el móvil de la naturaleza humana y la con– dición de su perfeccionamiento. "El hombre es es– pectador del orden físico, pero es agente del orden moral". (1) Esos valores morales, capaces de condu– cir a la Humanidad hacia una meta de perfección, tie– nen (jUé ser por ello objetivos y permanentes. Objeti– vos, es decir, que posean realidad fuera de la mente humana, para que el hombre pueda considerarlos co– mo norma de su conducta. Permanentes, porque na– da que sea relativo y mudable puede llenar las aspi– raciones del hombre hacia un Bien Absoluto.
Existe, entonces, un enlace íntimo entre la Moral y la Vida, enlace que solamente los materialistas se atreven a negar. Esa unión estrecha entre lo moral y lo vital en la naturaleza humana ha obligado a al– gunos sociólogos a considerar la moralidad como una característica irreductible de la especie. La natura– leza humana se orienta, por su propia teleología, a la satisfatción de valores del orden moral, y en esa orien– tación se encuentra la ruta auténtica de su perfeccio– namiento.
Si la moralidad es una característica irreductible de la I'laturaleza humana, ¿por qué la Humanidad no ha permanecido fiel a los principios del orden moral? ¿Cómo se explican los diferentes grados de moralidad que presentan los diversos grupos humanos? Es evi– dente que existe una discordancia entre el ideal y la realidad vital. Yeso discordancia exige una explica– ción.
El jurista francés Maurice Hauriou presenta una solución d este problema con su teoría del individua– lismo desfalleciente. - Basado en las enseñanzas cris– tionas, que consideran al hombre manchado por una culpa primitiva, Hauriou afirma que el hombre no es naturalmente bueno, ni naturalmente malo. Si fuera naturalmente bueno, tal como lo supone Rousseau y con él toda la escuela del progresismo optimista, ha– bría que suponer que el mal reside en las institucio– nes sociales, que vienen a corromper la bondad natu– ral del hombre. Las consecuencias son obvias: el pro– greso moral del hombre exigiría una carrera loca entre las instituciones y el tiempo: un infinito deve– nir frente a toda manifestación de la cultura hu– mana. Si el hombre fuera naturalmente malo, tal como lo supone el individualismo pesimista de Tomás Hobbes (Hamo hominis lupus: el hombre es un lobo para el hombre), el progreso moral de la Humanidad sólo podría producirse bajo la férrea presión del Levia– than, de un Estado desp6tico y totalitario que subyu– gase la libertad, la inteligencia· y la voluntad huma– nas.
No siendo ni naturalmente bueno, ni naturalmen–
te malo, hay que considerar al hombre como un ser
desfalleciente (faillible). Es decir, que frecuentemen– te ve, gracias a su inteligencia, lo que debería hacer, pero su voluntad es débil y desfallece ante el cumpli– miento del deber. "Desde el principio -dice Hau– riou- ha existido una inadeéuación entre lo que veía el espíritu del hombre como guía de conducta y lo que su voluntad enferma le impedía reali?:arl/ (2). Ideas que corresponden a aquel adagio latino, l/Video me–
liare proboque, deteriora sequorit. Veo lo mejor y lo
apruebo, pero sigo lo peór. En este estado de dese-
This is a SEO version of RC_1966_03_N66. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »