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menio de Adán en que le haya dejado a España la América?

La prirru;~ra Asaznblea Nacional Consfituyenfe de la nueva república de Nicaragua se hallaba reuni– da en aquel eníonces, y se apresuró a buscar las paces. y ésías se hicieron en la fonna que era de esperar. Las fuerzas inglesas se retirarían del puer– fa de Greyiown. Nicaragua se cOluprome±ía a devol– ver a los alfos funcionarios ingleses hechos a~lí pri– sioneros (los señores Lilile y Hodgson) y a no per– furbar a los mosquitos en ese puerío, bajo la inteli– gencia de que perturbarlos sería considerado por la Gran Bretaña como una declaratoria de hostilidades. Los rehenes y prisioneros hechos en San Carlos se– ría.n liberados pero después de finnado el convenio.

y fina1lneníe, Gran Bretaña admiliría recibir a un emisario nicaragüense para "arreglar en lo absoluto la cuestión", siempre y cuando Nicaragua no per– sistiera en desconocer los derechos de un Estado ba-

jo la profección de la Gran Bre±aña.

El convenio fue finnado el 7 de marzo en una pe.. queña isla del gran lago, que para colIno de actuali– dades trágicas se llamaba "Cuba", y al día siguien– fe fue ratificado por aquella Asamblea Nacional, no sin la protesta de gran número de pamotas. Pero

~qué podía hacer Nicaragua? Entraba en sus 26 años de con:tinua guerra civil, y para colmo, atribuyéndo– le a los demás sus propias desgracias; corno nos sucede siempre a los morlales, había creído encon· frar el remedio en separarse de sus hennanos decla– rándose república "soberana e independienfe". El 29 de abril el honorable Mr. Edward J. Sfan– ley, secreiario del Almiranfazgo británico, aprobaba fodo lo efectuado, felicitando al capifán Loch y a su genie "por la bien hecho tarea en defensa de su país". Enfreianto, el resfo de Centro América.... corno dijo el poefa: "Y el mundo en fanio sin ce– sar navega por el piélago inmenso del vacío".

La Nueva Politica de "Retorcerle la Cola al León Británico"

Cuando ocurrían en tierras de Nicaragua, según dejo relatado en el arlículo anterior, las fechorías de la alianza anglo-mosquita con que Inglaterra quiso poner en práctica en Centro América lo que inúfil– menie había ensayado en su segunda guerra COIl

los Estados Unidos (1812-14) o sea busca por alia– dos a los pielesrojas, fuvo lugar en la historia de las relaciones de la política norieamericana en CenÍro An1.érica, el :trascendental acontecimiento del "des– perlar del león" o mejor dicho del cachorro del león. Empezó, pues, la era de diez años de du– ración de la diplomacia norteamericana de "retor– cerle la cola al león brifáníco".

En realidad, aunque fundamentalmente se actua– ba en nombre de la DOCÍrina Monroe, casi olvidada durante un cuario de siglo, docfrina que en la mell– fe de S'q,§> creadores, los grandes ideólogos YII al mis. mo tie,mpo estadistas prác:1:icos y mentores de Mon– roe iales como los ex presidenies Jefferson y Ma– diRpn, ya cargados de e4ad, se necesitó esta vez el aguijón de un urgenie inierés terre~al. Urgía a ioda cos;ia abreviar lo más posible el camino del este de los Esiados Unidos al oeste, ya que la disp\Úé;l entre los esclavisf.as del sur y los antiesclavistas del llor.. fe se volvía cada vez más aguda, haciendo imposi– ble ese camino directo por medio del ferrocaril, qUe

sólo después de la guerra civil de 1861-65 pudo ser construido entre Nueva York y California. Pero en– ire fanto, urgía abrir el paso para el mundo de via– jeros y aventureros que procedentes de Nueva York y de ofras parles de los Esfados del este y de iodo el mundo acudían a las minas de California en bus– ca ansiosa del maná de oro que brotaba de la ne– rra como en los tiempos bíblicos el de los cielos. Pe– ro esta vez estábamos en los I siglos del oro t Y en California se había por fin descubierto "EI Dorado" que en vano buscaron con tanto afán los aveniure– ros españoles. Aquel Dorado por el que se dejó cándidamente ahorcar "Cándido", el de VoUaire. Aquella California que fue descubierla en el siglo XVI por un vecino y marino muy notable de la ra–

cién fundada muy nobl.e y muy leal ciudad de San–

tia~o de los Caballeros de Guafernala que respondía al nombre de Juan Rodríguez de Cabrilla, cuya des-

cendencia quedó en Guatemala al servicio de los me– jores intereses que defendía el Ayuntamiento. Ro– dríguez de Cabrilla, almirante de las naves de ailo bordo que hizo construir Pedro de Alvarado, y que como éste soñaba y rebuscaba las islé::is opulentas de la Especiería, puso ambos pies en :tierras de Ca~

lifornia (primer europeo que lo hacía) y se marchó de allí en busca de las fabulosas islas en cuyas in~

:mediaciones sólo halló la :muerle a manos de los in~

dígenas, sin haber sospechado siquiera que las ver– daderas fabulosas especierías las había ienido bajo sus pies. Tres siglos cabales más tarde el casual azadonazo de un obrero al abrir una zanja había operado el famoso milagro. Torrenies de oro ma– naban de las minas californianas y torrenies huma– nos salían de iodos los rincones del esÍe de los Es,;, tados Unidos y de ~odas parles del mundo, en ina– cabable ejército de honnigas hambrientas y sedien;. taso Había que apagar el hambre y la sed de jus.; ficia ... a estilo siglo XIX, o "de las luces" que si

de un lado ostenta la luz eléctrica de Edisonen ei reverso :tiene la sombra de los enemigos· de la luz pero amigos de lé!-s empresas de luz eléctrica ... Se pensó, pues, seriamente, en 'el canal de Ni– caragua, y mientras se abría, en un ferrocairil ínter–

oceá~ico por Panamá, ambos los punios más débiles de la tierra continental o sea donde ambos océa– nos, Atlántico y Pacífico, se acercan más por sí so– los. Y la cuerda se ha roto siempre por lo más del– gado. Pero también mieniras se construía el ferro– carril por Panamá, que no se inauguró hasta 1855,

había que aprovechar el camino naiural que ya ofre." cía Nicaragua: entrar por el puerlo de San Juan del Norle, convertido ahora en Greyiown y en poder de los anglo-mosquitos, subir por el río San Juan en adecuados pequeños barcos a vapor, con ellos aira~

vesar, casi iangencialmente, el gran lago de Nica– ragua por su parle sur orienial y salir luego al Pa– cífico atravesando €In pequeñas diligencias el pe– queño isimo de Rivas, de sólo frece millas _de largo. Por supuesto que ya no era hora de conciliaciones pero por lo menos de sacar ~ CeJÚ¡'o Am~rica de las garras del leém europeo. O de, por 10 menos#

qué él canal no cayera en

esas garras.

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