Page 40 - RC_1966_03_N66

This is a SEO version of RC_1966_03_N66. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

pasados los diez minutos de descanso la represenfa– ci6n tragicómica se reanudó. El gobernador de la Mosquitia Mr. Walker se quejó ante su gobierno de que los súbditos británicos de San Juan del Norle eran objeto de malos :tratamientos de parle de aquel comandante nicaragüense, y el gobierno británico ordenó en el acto al secretario del Almirantazgo que despachara un barco de guerra a Bluefields, la capi– tal del reino de la Mosquitia, para discufir la situa– ción con Mr. Walker y concerlar el mejor plan pa– ra que l~ república de Nicaragua reconociera la ban– dera Mosquitia. Llegado a su punto de destino el barco inglés, el Alarm, se convocó un conséjo del reino, que, acordó se informara al gobierno de Nica.. ragua que la Mosquitia reasumía sus derechos so.. bre el puerlo de San Juan, bajo la protección de su aliada la Gran Bretaña. En seguida el rey de los mosquitos entregó el cetro a su jefe de Esfado Mr. G.eorge Hodgson y se embarcó en el Alarm en compañía de Mr. Walker. Luego Mr. Hodgson puso en conocimienfo del gobierno de Nicaragua lo acor– dado y el Alarm se dirigió 10 más rápidaznente que pudo al puerlo de San Juan, a donde arribó el 25 de octubre de 1847. La bandera nicaragüense fla– meaba corno de costumbre, y entonces fue despa– chado a tierra un oficial para informar al coman– dante que su alteza real (el rey mosquito) se ha.. lIaba a bordo del barco inglés y que en tal concep– to la banpera nicaragüense debía ser arriada, le– vaI1tándose en su lugar la de la Mosquitia. Itero más: el r~y debería ser saludado con los honores que corresppnd~an a ~u dignísima realeza.

Aunque los informes de fuentes inglesas dicen que el cOInandante nicaragüense procedió según se le requería, los de la fuente contraria afirman que no sólo el comandante se negó sino que tuvo la iro– nía de sugerir que fuera el propio barco inglés el que izara la bandera mosquita y le hiciera los ho– nores. Sea de ello o que fuere, lo cierlo es que un nuevo consejo celebrado en Bluefields acordó que se cambiara el nombre del puerlo, poniéndole Grey– town, y que se exigiera por última vez a los nicara– güenses evacuarlo. Nicaragua, sabiendo que todas las protestas resultarían inútiles, propuso que se ce– lebraran pláticas conciliatorias y hasta que Guatema– la sirviera de árbitro, suspendiendo los británicos toda acción durante cuatro meses. Desde luego Mr.

Chaifield se negó a todo, inclusive a que Guatemala sirviera de mediadora, aunque ofreció (¡suprema ge– nerosidad diplomáticaD que enviaría a su gobierno las proposiciones que hiciera el de Nicaragua. Anfe esia situación emema, los nicaragüenses se dispu– sieron a resistir por la fuerza, echando mano del pequeño ejército que su eterna guerra civil le po– día per:mifir. Entonces un destacamento de tropas mosquitas fue embarcado en el Vixen (otro barco inglés que había llegado a Bluefields el 31 de di– ciembre) y juntándose con los ingleses, ocuparon Greyfown, levanfando la bandera del rey de Mosqui– na y haciéndole los honores los cañones de los bar– cos ingleses. Así se le cantaron a Nicaragua "las mañanitas del rey David" en aquel día de año nue– vo de 1848 ... "Good save the King ... "

El pequeño ejército nicaragÜense, muy al con– trario de 10 que había sucedido unos 70 años anfes, cuando Centro América bajo el mando del capitán

general don Mafias de Gálvez había podido oponer– le un solo frente a todo un ejército inglés de que formaba parle el propio Horacio N el~on (el futuro héroe de Trafalgar, y en el propio río de San Juan) había tenido que refirarse, ante la superioridad de las tropas mosquito-inglesas, al río Sarapiquí, uno de los dos importantes afluen±es del San Juan y que desemboca en él a treinta y cinco millas al norte del puerto de ese nombre¡ pero cuando el Vixen le– vó anclas, después de haber "organizado" la admi– nistración "mosquifia" y dejado una pequeña guar– nición de británicos y mosquitos, cayó sobre el puer– to, haciendo prisioneras a las auforidades inglesas y enarbolando de nuevo la bandera nicaragüense (10 de nero de 1848).

La afrenta no podía ser más grave para la Gran Bretaña. El vizconde (lord Palmerston) giró sus nuevas insfrucciones a don Federico Chatfield: el gobierno de S. M. considera que los dominios de la Mosquifia comprenden no sólo el río San Juan sino también el Colorado, que es su brazo izquierdo, ha– cia el sur¡ y que ya se enviaban barcos de guerra "para réforz'ar esa reclamación y enmendar el error cometido con la omisión del Colorado". En conse– cuencia, no tardaron en hacer su reaparición frente a la desembocadura triparlita del San Juan, el Vi– xen y el Alarm (8 de febrero), y echando al agua pequeños bofes con doscientos sesenta soldados, los ingleses emprendieron la subida del río hasta el fuerle de San Carlos, donde medio siglo atrás el ejército de que formaba parle Nelson había sido de– rrotado por los cañones de la heroína, hija del al– caide, según he relatado, y por la malaria. La guar– nición nicaragüense fue fácilmente derrotada, y el capitán Lqch, del Alarm, se posesionó del fuerte, ha– ciendo prisioneros a sus oficiales. Ya dueño del castillo, no quedaba sino entrar al gran lago, a puer– tas abierfas, y poner bajo el filo de los cañones in– gleses a Granada, la ciudad principal o más rica de Nicaragua.

Pero la Gran Brefaña no prefendía tan:f:o. Aho– ra no era corno en los dias de Ne1son, en que ella peleaba contra la independencia de Estados Unidos, habiendo sido la victoriosa campaña de Matías de Gálvez un episodio de esa guerra y de esa indepen– dencia. Ahora los Estados Unidos se elevaban r~pi­

damen±e. Le había ya ganado a Inglaterra dos gue– rras y aunque con sordina ésta había oído la doc– :trina Monroe, a la que el propio primer ministro Canning le había hecho carantoñas. Además, e~

presidente de Estados Unidos, ahora Mr. James Yi:nox Polk, había logrado fijar los límiíes de los dominios ingleses en el noroesfe, objeto de vieja y encarniza– da disputa. Y las conquistas resultantes de la gue– rra con México había permitido hacerle ver a In– glaterra, heredera de la piratería y de las cortas de madera clandestina de sus bucaneros, que le había salido un rival temible. Y sobre todo la adquisición de California, coincidente con el brofe de ríos ina– gotables de oro. Se desvanecían de pronio los sue– ños que le había hecho concebir la dochina de su m.agno hombre de mar y piraia, sir Francis Drake, cuando le preguntó sardónicamente a un goberna– dor panameño qu~ le reprochaba por sus atroces correrías según ya he contado: ~dónde esfá el festa~

39

Page 40 - RC_1966_03_N66

This is a SEO version of RC_1966_03_N66. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »