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« Previous Page Table of Contents Next Page »defender la independencia como se ha estipulado en los convenios preexistenl:es y lo demanda el in– :l:erés nacional, o si abandonada Nicaragua a sus propios designios, en la hipótesis de que :l:enga lu– gar la ocupación, deberá :l:omar la posición corres– pondien:l:e en el mundo político en razón de los gran_ des intereses comerciales que concurren en este ist– mo para defender al Estado, e:l:c ... "
Sólo El Salvador contestó con la energía que el caso demandaba. "No puede persuadirse -(el go– bierno) d~ que el ilustrado gobierno de Saint Ja– mes autorice ni ordene tamañas maldades. .. Mas prescindiendo del origen y causas del hecho. El Salvador profesta que si llegase a verificarse un se. mejante atentado, unirá sus fuerzas a las de ese her– moso Estado y concurrirá con todo su poder hasta arrojar fuera de los límites de Centro América a los usurpadores que se atrevan a pisar su territorio ... " Costa Rica, que era a quien más de cerca tocaba el asunto, por tener derechos en el río San Juan y se– guir indecisa su frontera con Nicaragua, contestó un tanto evasivamente después de Guatemala, favo– rita incondicional de Challield por su gobierno ne– :l:amen:l:e aris:l:ocráfico-clerical y separa:l:ista. Costa Rica era la mimada de la continuadora de la polí-
tica de los piratas. Y en cuanto Honduras esta vez se hallaba en estado de hacerle carantoñas a Gua– temala. ¡La e:l:erna Centro Américal Y por supuesto que tampoco faltaron los juramentos: el gobernante de la nueva república "soberana e independien:l:e", doctor .:rosé Guerrero, hacía honor a su apellido ofre– ciendo "cumplir sus deberes de simple ciudadano, formando taznbién en las líneas de la patria como úl±imo soldado para consagrarle a ella mi sangre, que exclusivamente le pertenece ... "
El único que no hablaba ni hacía juramentos era Mr. Challield. Este sólo se reía. . . para adentro, como el flemático inglés de "Los sobrinos del capi– tán Grant". Pero al año Siguiente patrocinaba el caznbio de nombre del puerto de San Juan del Nor– te, por el de Greyiown, expulsó a las autoridades nica– ragüenses que quedaban en las aduanas, se rió del menguado ejército con que Nicaragua quiso hacerles frente a los barcos de guerra y avanzó hasta el cas– tillo de San Carlos, a la entrada del gran lago. To– do ello 10 veremos en el próximo artículo, en qu~
la diplomacia dormida de' Norte América se ve por fin compelida a empezar "a retocerle la cola al león británico", según frase típica de aquellos :l:iempos.
Los Cañones Ingleses y la Bandera del Rey Mosco
Que Hernán Cortés o Pedro de Alvarado se ha– yan valido de los tlaxcaltecas y de los cacchiqueles, respectivamente, para vencer con más facilidad a los incontables ejércitos de MoC±ezuma y a los más escasos de los reyes del Quiché, se explica por ra– zones de estrategia, dentro de la barbarie de las conquistas. Los flaxcaltecas eran los rivales de los aztecas y esfaban mordiendo el odio de la derrota, y otro tanto los cacchiql,leles con respecto a sus riva– les los quichés. En verso queda todo ello mejor ex– plicado dentro del eufemismo de la clásica estrofa de Quin±ana: "Crímenes son del tiempo y no de Es– paña", aunque se frata de un eufemismo un tanto traído de los cabellos desde los umbrales del siglo XVI en que ya empezaba a balbucearse el nuevo "derecho de gentes" del padre Vitoria. Pero que los ingleses de mediados del siglo XIX, llamado de las luces, hayan querido hacerle la guerra a los ni– caragüenses y conquistar la rufa del futuro canal valiéndose de los indios mosquitos, de la más baja y obscura exfracción de las islas del Caribe, donde indígenas y negros se mezclaban a su entero gusto
y sabor, es un rasgo de ingenio que no se le hubiera ocurrido a don Lope de Vega Carpio, apellidado "fe– nix de los ingenios". Ni aun a su contemporáneo William Shakespeare, el fabricante de los más trá– gicos personajes (y a veces de los más pintoresca– mente trágicos) de la literatura universal. Bien es verdad que aquellos capitanes españoles de la con– quista buscaban tierras que apropiarse y estos in– gleses del siglo XIX aguas que apropiarse (las del futuro canall. Hay, pues, diferencia de elementos, por lo que no debemos de extrañarnos que hoy día se hagan explotar en el aire bombas atómicas bajo el argumento de que se trata de la conquista del espacio. Así va caminando la humanidad su rufa de dos cientos o trescientos mil años de caverna y de lucha a brazo partido con toda clase de fieras.
Por algo decía Pascal, echándoles un vistazo a esos milenios de ignorada vida cavernaria que la joven civilización carga sobre lfl. espalda: "el que hom– bre es simplemente una ca,ña que piensa". Quizá el célebre matemático y filósofo de Clermont hubiera podido decir mejor "una Simple caña... de pes–
car".
y perdonen los lectores estas perogrullescas di– gresiones. Estábamos en que en septiembre del año de gracia de 1847 Mr. Ftederick Challield, cón. sul general inglés en Centro Américá y el mayor protector del reino alado de los mosquitos, (o él mismo el mayor moscardón alado), había clavado en los fastos diplomáticos de la exangüe Centro América el piquetazo de sus notas "diplomáticas", haciendo saber que el protectorado de la Mosquitia se extendía desde el cabo de Honduras en las inme– diaciones del río Aguán o Román hasta el puerto de San Juan del Norte en la desembocadura del río San Juan, por el que a su vez desagua el gran lago de Nicaragua. Pero "sin perjuicio" de que esos lí– mites pudierart extenderse más al sur (¡ay de Cos– ta Rica y Panamá1) Y sin perjuicio también de que todo intento de violación de eSos límites por parte de los centroamericanos fuera condignamen:l:e cas– tigado. Pero los meses que faltaban de 1847 y los primeros del 48, nos reservaban aún nuevas sorpre– sas, entre ellas la de que se intentara la conquista de la rufa del canal por medio de una turba de mosquitos convertida en ejército por magia de los ingleses.
Sucedió, pues, que la tragedia shakespeariana del canal de Nicara9'ua debería desarrollarse en va– rios actos, permitié~dole al público tornarse diez mi· nutos de descanso entre uno y ofro. Una vez hecha la declaración oficial de que San Juan del Nor:l:e era un puerto mosquito se permitió que al frente de él permaneciera un comandante nicaragüense, peto
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