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« Previous Page Table of Contents Next Page »biera podido hacer la unidad nac~onal era una gue– rra por la independencia, corno la hubo en el resfo de Hispanoamérica, capaz de mezclar a fodos en un ideal común Ino corno sucedió cuando los filibusfe– l,"os de 1856-57 en que cada ejército provincial pe– leó por su cuenta y sin unidad en el comando). En suma, no había una conciencia de pafria centro– americana y la escasa que había eran senfimientos localistas de ciudad, cuando no de simple aldea. Ya no eran los tiempos en que el mariscal Matías de Gálvez pudo hacer un ejército centroamericano en nombre del rey.
Nicaragua, la primera en proclamarse 'sobera– na e independiente" del resfo era necesariamen:te la primera que tenía que ser víctima de esa separación. La nofa de Chatfield al comunicarle los nuevos lí–
miles de la Mosquifia no desdecía de las que acos– tumbraba. Decía que "después de examinar cuida– dosamente los varios documentos y registros hisfó– ricos (sic) que existen relativos al asunto" el gobier– no de S. M. Británica es de opinión que el derecho territorial del rey de mosquitos debe extenderse des– de el cabo de Honduras hasta la boca del río San Juan", añadiendo que es de su deber advertir a ambos gobiernos "que a esta extensión de costa con– sidera S. M. Británica el rey de los mosquitos tiene derecho, sin perjuicio al derecho que dicho rey pue– da tener a algún territorio más al sur del río San Juan, y que el gobierno de S. M. Británica no pue– de ver con indiferencia ningún afeniado a usurpar los derechos a territorio del rey de los mosquitos, quien está bajo la protección de la corona briiáni–
ca'~ INota a los gobiernos de Honduras y Nicaragua fechada en Guatemala a 10 de septiembre de 1847). El ministro de Relaciones nicaragÜenses, doctor Sebastián Salinas, contestó protestando ante aquella iniquidad. &Qué más podía hacer? &Qué podía ha– cer una provincia que ya no era sino ridícula des– membración de un todo que nada había podido ha– cer cuando México le había arrancado Chiapas, su provincia más septentrional, ni cuando los ingleses se habían apoderado, porque sí, de 22,000 kilóme– tros cuadrados de Belice? Comenzaba el ministro por recordar que desde hacía seis años el cónsul in– glés no se había dignado ni siquiera contestar la nota en que Nicaragua le demostraba con incontes– tables argumentos, los derechos que tenía ese país sobre el llamado Protectorado de los mosquitos y el puerto de San Juan, con ocasión de los procedimien– fas del superinfendenfe de Belice Mr. Alexander Mac Donald contra el administrador nicaragÜense de ese puerto. Hace ver en seguida que no hay litigio pendiente ni ha mediado comunicación alguna con– forme era elemental en el derecho de genies por la que se les haya hecho saber a los gobiernos de Hon– duras y Nicaragua la pretensión de los mosquitos. Declara por fin "que jamás ha reconocido ni reco– noce fal reino ni fal rey mosquifo. .. Todo en ver– dad se reduce a ciertos salvajes que vagan en el de– sierto y costas de Honduras y Nicaragua viviendo de la caza y de la pesca, sin edificios, sin idioma conocido, sin escritura, sin aries, sin comercio, sin leyes y sin religión, que conforme a los principios reconocidos los hicieran aparecer anfe el mundo ci– vilizado componiendo una sociedad regular, y lo é,rue es mucho más, componiendo un imperio. Lo ......
que hay de incuestionable, si se ha de hablar con franqueza, es que algunos súbditos británicos, al fa– vor de los esiablecUnienios de Jamaica y Belice y con ocasión del comercio establecido por el gobier– no español y después por la república del Centro, pudieron arribar a dichas costas y familiarizarse con aquellas tribus. Y observando el esfado virgen y abundante de algunas producciones naturales en aqúella parle del territorio centroamericano y su ventajosa posición geográfica, entraron en el deseo de apropiárselo, escogiendo al efecto el medio de e:q.– señar impropiamente su idioma inglés y parie de sus costumbres a algunos de los mismos mosquitos, llevar consigo al hijo de alguna familia favorita en– tre ellos, educarlo a su manera y preparar así ese instnunento que sirviese a sus designios con el tí–
tulo de rey. Este personaje faniástico no se ha pre– sentado ni puede presentarse anfe la civilización del siglo XIX ni darse a reconocer a este gobierno ni a otros vecinos puesto que no puede haber soberanía en esa facción selváfica del pueblo centroamerica– no, porque té11 hecho daría derecho a las hordas sal– vajes que existen en las diversas paries del globo para que protegidas por cualquier otro gobierno formasen reinos, y puestas en parangón con los Es– tados cullos señalasen límiles a la civilización y es– tablecieran el desorden y la anarquía universales". &No es verdad que parece que estuviéramos le– yendo al pie de la letra una página de lo que ahora está pasando en el :mundo? &No es verdad que son peligrosas estas enseñanzas que dan los pueblos que se llaman civilizados, y que también los pueblos salvajes son buenos discípulos para aprender rápi– damente lo que los :maestros tendrán que arrepen– tirse un día de haberles enseñado?
En un reciente folleto titulado "Dos caminos de colonialismo", escrito por "El muy honorable Arthur Boftornley, O. B. E., experio del partido laborista bri– tánico en asuntos africanos y asiáticos, ex diputado del Parlamenio británico", etcétera, la primera pá– gina ostenta una co:mparación sintética entre el co– lonialismo a la manera corno lo entiende Yihrush– chev y el tipo de asociación Conmonwealth, a esfilo británico. Khrushchev dice, "No puedo compren– der por qué nadie va a un país si no es para ex– plotarlo". ¡Cuánto va de la Inglaterra actual a la que se adueñó de Belice, primero, y quiso apode– rarse de la Costa Mosquilia hasta la bahía de Fon– seca hace un siglo 1 Los centroamericanos tendrán motivo de consiguiente, haciendo historia, de son– reir ante la comparación que Mr. Bottomley trafa de establecer.
Pero entretanto, el ministro de Relaciones Exte– riores de la nueva república ·'soberana e indepen– diente" se dirigía a sus colegas de los Estados de la extinta federación haciéndoles saber que "una tri–
bu sin fonna reconocida de gobierno, sin ninguna civilización y enteramente abandonada a la vida sel– vática es de la que a la vez se sirve la ilustrada In– glaterra para poner uno de su pies sobre la costa del Atlán:tico en el Estado, o por mejor decir para fo– mar la pueria de la comunicación europea con la América, el Asia y otros países importantes, por el punio que es más practicable el gran canal inter– oceánico ... " Y preguntando a los gobiernos cen– troamericanos "si se halla en el ánimo glorioso de
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