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en CENTROAMERICA
durante el siglo XIX
VIRGIJ,IO RODRIGUEZ BETETA
Historiador guatemalteco.
Estados Unidos e Inglaterra en la Cuestión de Belice
Una reñida lucha que al fin perdió Monroe. - La carta de su intendente en Belice da la pauta él Inglaterra.
El afán de Mr. John M. Clayton, secretario de Estado de los Estados Unidos a mediados del siglo XIX porque se firmara el tratado con Inglaterra pa– ra evitar la guerra que parecía inminente entre ellas, haciendo completamente neutral el canal que am– bas naciones deseaban construir a través de Nicara– gua, lo llevó a incurrir en la debilidad de poner de motu proprio una nota adicional, ante el sine qua non de Inglaterra, en que sin pronunciar palabra alguna acerca de los derechos que a esta última le pudieran corresponder a Belice, declaró que el tra– tado no comprendía éste. Es decir, los derechos que Inglaterra hubiera podido adquirir sobre dicho ierri– torio, por sus tratados con España del tiempo de la colonia. Tal salvedad que al conocerla, tiempo des– pués, el Senado, que había dado su aprobación al tratado tal como estaba, sin la referida enmienda de Mr. Clayion, levantó una tempestad de protestas, sirvió sin embargo de base a Inglaterra para man– tenerse en Belice, burlando el teX±o esencial del tra– tado, que prohibía en lo absoluto a una y otra na– ción adquirir, fortificar, ni hacerse en forma alguna de la más mínima parle del suelo centroamericano. Bien sabía la Pérfida Albión, que dando tiempo al tiempo la oportunidad tenía que venir de tratar a su mejor conveniencia y directamente con el gobierno de Guatemala, siempre en precaria situación desde la independencia.
Estados Unidos había cometido un gravísimo error con respecto a Centro América, como fue el de haberse olvidado de los consejos y profecías de To– más Jefferson, su más ilustre presidente dos veces y el verdadero inspirador de la constitución federal, que tan excelentes resuliados les estaban dando. Jefferson había sido el enemigo implacable de In– glaterra en 10 que se refería a Hispanoamérica. Aun siendo el hombre más escéptico del mundo - en lo tocante al porvenir inmediato de ésta como repú– blicas independientes. Al gran sabio Humboldt, pre– cursor cuando menos de la geopolítica moderna, le había profetizado, hablando de ellas, que "sus odios y celos mutuos, su ignorancia profunda y su fanatis– mo serían aprovechados por caudillos astutos". Pe– ro conocía a los ingleses también y sabía que "nun– ca concierlan ningún tratado con ninguna nación en términos de igualdad". "Ella (Inglaterra, decía) presenta el singular fenómeno de una nación cuyos individuos son tan fieles a sus compromisos y debe– res parliculares, tan honorables, tan dignos de crédi– to como los de cualquiera otra na;ción de la tierra y
cuyo gobierno es, no obstante, el más falio de prin– cipios que se haya conocido hasta ahora". Tratán· dose de Centro América sabía que los piratas ingle– ses habían tenido buena parle en su fracaso duran– te los siglos coloniales. Que el coronel Hogsdon ha– bía sacado los primeros planos del río San Juan y
el gran lago de Nicaragua en 1779 y que la expedi– ción inglesa en que había tomado parle el que más tarde sería nada menos que el célebre Nelson, ha– bía tenido por objeto conquistarla. Por eso no cesa– ba de proclamar y repetir en sus carlas sus axiomas: "América tiene su propio hemisferio, al fin y a la postre se formará una Santa Alianza Americana". Y lo más contundente de todo: "Hay qué expulsar de– finitivamente a Inglaterra del continente america–
11.0".1
Quiere decir que J efferson fue más allá que su segundo sucesor Monroe. Y sin embargo hasta la doctrina general de éste sobre América fue olvidada por los gobiernos de Estados Unidos al tratarse de Centro América, durante muchos años, mientras In– glaterra conspiraba y trabajaba tenazmente. Dicen así Morrison y Commager en su reciente historia de los Estados Unidos 1 tres tomos y con va– rias ediciones yal: "Al proclamarse la doctrina Mon– roe el imperio británico ':tenía ya dos bases en la América Central; el viejo establecimiento maderero de Belice y un oscuro protectorado sobre los indios mosquitos en la costa de Nicaragua. Debido a la de– bilidad de las repúblicas centroamericanas, al espí– ritu emprendedor de los agentes británicos y al ol– vido en Washington de la doctrina Monroe, la in– fluencia y dominio de Inglaterra en la América Cen– tral se intensificaron de modo notable entre 1825.
1845". No sólo esos autores. Parecidos conceptos se expresan en el libro de D. Young en sus "Narra– ciones de una residencia en la costa mosquitia" y sobre todo en la más considerada por los norleame– ricanos mismos, la de M. W. Williams, sobre la di– plomacia anglo-americana en el istmo. Al paso que los Estados Unidos no se fijaran en Centro América sino cuando el descubrimiento del oro de California y el final de la guerra con México los convencieron de que les era indispensable abrir el canal de Ni– caragua para encontrar el paso fácil de los Estados del este a los del oeste y aún al no menos promete– dor lejano oriente. Pero para Centro América ya todo eso era tarde porque Inglaterra se les había,
. 1 Correspondencia de J efferson. Carta de 4 de abril de 1813 Wil lIam Duan~t" T. TIl. Edición Conmemorativa del Centenario. lI..
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