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« Previous Page Table of Contents Next Page »adelantado. Habría pues que librar con ella una tercera guerra si los recursos diplomáticos se agota-ban.
Inglaterra a raíz misma de la independencia de Centro .Axnérica, se había preocupado de enviar a un real emisario para estudiar las condiciones en que la colonia la había dejado y sobre fado para conocer de vista las perspectivas del Canal. Mr. Ale– xander Thompson había cumplido inteligentemente su misión: se había hecho amigo de los políticos centroamericanos, principalmente de los conserva– dores que entonces tenían la sartén por el mango; había recorrido las provincias del antiguo reino de Guatemala, sobre fado observando de cerca los pro– yectos que para la aperlura del canal habían levan– tado ingenieros nacionales y eX±ranjeros desde los tiempos en que Melchor de Villalobos, para demos– trarle a España la posibilidad de la obra (siglo XVI) había bajado por el lago de Nicaragua y el río San Juan hasta el puerto panameño de Nombre de Dios, foco del comercio marítimo entonces. Dos compa– ñías privadas inglesas se habían presentado ya para llevar a cabo la obra y sobre fodo la de los ban– queros Barclay y Ca. daba la mejor pista. El emi– sario inglés tuvo buen cuidado de picar el amor propio de sus m.ajestades advirliéndoles que el pro– pio rey de Holanda estaba ya en1.peñado en la obra. Pero algo más, al hablar de Belice hizo una revela– ción podentosa: por el sistema de sus grandes ríos navegables (el Viejo o Belice, el de la Pasión y el Usurn.acinta ) podría llegarse a dOrrlinar el golfo de México. ¿.Qué más deslumbrador argumento para la señora de los mares, que había fenido ya que sostener con los Esfados Unidos dos guerras, la de la independencia y la de 1812? Y luego, si había que sostener una tercera en el propio i Mare Nos– i:rum.! (ya considerado por Inglaterra corno fal, del mar Caribe). Una declaración de gran importancia para nosotros se le escapó a Mr. Thompson: la de que Belice no había gozado nunca el derecho de soberanía; pero feniendo buen cuidado de añadir que en su concepto Guatemala no tendría dificul±ad en concedérsela con sólo que lo solicitara Inglate– rra.
Mientras tanto el intendente de Belice, mayor general Edward Codd, peleaba ya con Centro Amé– rica a brazo partido por la devolución de unos cien– tos de negros que se habían pasado al Petén para protegerse con la ley consíitucional de Centro Amé– rica que declaraba que todo esclavo quedaba libre desde el momento de poner el pie en su suelo. Los dos partidos en que se dividían los diminutos gru– pos ilustrados de Centro América tuvieron nueva oportunidad de dividirse y pelearse aún más, soste– niendo los liberales que no deberían entregarse los negros y los conservadores que sí. La carla que ex– tracto en seguida del intendente de Belice al gobier– no inglés da idea perfecta de cómo se iniciaban las relaciones entre la poderosísim.a Albión y la nacien– fe y debilísima Centro América. La carla es de 4 de marzo de 1826 y está fechada en la casa del go– bierno "de Belice" Uodavía no "British Honduras") dirigida al conde de BafhursÍ, alto funcionario del departamento de colonias, quien debía pasársela al primer minisfro Canning. He aquí algunos párrafos que hablan por si solos y dejan ver lo que Centro
América fenía que esperar de la señora de los ma– res. Com.ienza por dolerse de sus infructuosos es– fuerzos para que Guatemala devolviera a los negros fugitivos, lo que "ha producido la deserción de los negros m.ás buenos y mejor dispues±os" temiendo que ello redunde en "la pérdida por Gran Bretaña" de una influencia y situación altamente ventajosa para ella que domina en ±odo sentido fados los in±e– reses de estas provincias. Tal pérdida es deseada no sólo por Guatemala sino por los Estados Unidos, ya que debe tenerse presente, su memorable decla– ración de que no es compatible con los intereses
am.ericanos el que ninguna pofencia europea posea. un solo pie de tierra en el nuevo mundo. Añade que por las conversaciones que ha tenido con el minis– tro don Manuel Zebadúa a su paso por Belice (el primero que había infen±ado nombrar Ceniro Amé– rica anfe Ingla±erra) esfá convencido de que no só– lo no arreglará la cuestión de los negros sino que su objeto es la expulsión de los ingleses si puede. En suma, el minisiro Zebadúa había evadido coxn– pro!Ue±erse a nada, tanio m.ás cuanto que era el mi– nisiro de Estado de Centro América cuando llegaron las primeras protestas del intendente por lo de los negros fugitivos. "Por todas esas circunstancias pienso que es realmente necesario que V. E. sepa que esia república es la m.ás impo±ente, en verdad la más insignificante, de todas las que han sido crea– das recientemen±e". Habla de población, de nada que pueda llamarse ejército, ni un solo barco de guerra "y que si no hubiea sido porque la casa in– glesa Barclay Herring le prestó grandes sumas no hubiera tenido ni para despachar un mensajero es– pecial" (el diplomático Zebadúa). y corno ejem– plo de su extrema debilidad, puede l"nencionar que el general mejicano Filísola, bajo el gobierno del en1.perador I±urbide "marchó de un eX±remo al otro al país (sic) con 600 soldados y 10 ocupó para su señor" ... y para ierrninar: "Los Estados de Guafe– nlala tienen conciencia de que sólo son poderosos en eSÍe único sentido: saben que en cierla forma un barco de guerra podría bloquear su república del lado del Atlántico". .. "Encargado corno estoy de la protección de los intereses de esta colonia (la de Belice) y estando amenazados por la ruina, pienso que sólo puede evitarse llevando al convencimiento de Gua±em.ala que no le otorgará apoyo ni recono– cimiento hasta conseguir satisfacción y seguridad". Esta carla, como fácilmente comprenderán mis ledores, fue la pauta de la conducta que siguió el gobierno inglés para con Centro América, aguijo– neada además por el informe del em.isario de sus majes:l:ades Mr. Thom.pson, lleno de fan sabrosas go–
losinas. El primer ministro Canning, que a fuerza de golosinas comerciales había al fin reconocido a las nuevas repúblicas sudamericanas, jamás quiso reconocer a la de Centro América.
En resumen, el primer acto de la tragedia cen– troamericana se desenvuelve entre e~ olvido de las profecías de Jefferson, por lo' que hace a Estados Unidos y la feliz memoria que a su m.ajesfades bri– tánicas se consigna un concepto que debe ser me– morable en la historia centroamericana. Un solo diplomá:l:ico de una nación amiga -nos dice- lle– vado de su buena voluntad hacia Centro Am.érica, hubiera puesto paz entre los dos pariidos disiden-
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