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« Previous Page Table of Contents Next Page »de cullivar la más amistosa inteligencia y franco :l:ra:l:o". .
Extraña, en verdad, la persis:l:en:l:e nega:l:iva del Gobierno bri:l:ánico en aceptar el arbitramento pro– puesl0 con insistente tenacidad por el de nuestro país. ¿A qué se debía esta postura del Gabiente bri–
:l:ánico~ Si los títulos que poseía a los :l:erri:l:orios que Venezuela alegaba como de su propiedad eran sufi– cien:l:emen:l:e claros y justos, no :l:enía que :l:emer la poderosa po:l:enoia que en aquellos días es:l:aba en la cúspide de su poderío, que un Tribunal Interna– cional le desconociera sus derechos, sino por el con– :l:rario, debía esperar que una sentencia arbitral pu– siera el sello definitivo de posesión jurídica sobre esos terri:l:orios.
* * *
Comienza aquí una nueva e:l:apa del litigio. El señor Marlens, Ministro de Colombia en París ofrece sus buenos oficios para el arreglo de la cuestión. Ve– nezuela acepta el ofrecimiento, pero Marlens es nom– brado Ministro en I:I:alia y las conversaciones entre el ministro colombiano y el embajador americano con el inglés se interrumpen sin que se hubiese lle– gado a ningún acuerdo.
El general Guzmán Blanco deja la presidencia de la República en manos del general Hermógenes López y con el carác:l:er de Agente Confidencial en Londres y de Plenipotenciario ante las Corles euro– peas, se establece en París. Previamente a la reanu– dación de relaciones con la Gran Bretaña, el vene– zolano debía obtener: 11 la evacuación del territorio entre el Pomarón y el Amacuro, y 21 el arbitra– mento.
Por otra parle, los Agentes venezolanos Soteldo, Olavarría y Silva, sucesivamente, continúan sus ges– tiones en Wáshing:l:on con el propósito de obtener los buenos oficios del gobierno americano para que la Gran Bretaña conviniera aceptar, por fin, la me– dida propuesta tantas veces por Venezuela de que el asunto fuera resuelto mediante el arbitraje.
El año de 1889, los republicanos, con el general Harrison a la cabeza, ganan las elecciones y Blaine es nombrado Secretario de Estado.
Después de la renuncia de Guzmán por desave– nencias con el Presidente Rojas Paúl, se suceden en Londres las misiones de Modesto Urbaneja, Lucio Pulido y Tomás Michelena. Este úllimo presenta, en
1893, un Memorándum a Lord Rosebery¡ quien se encontraba nuevamente al frente del Foreign Office. En dicho memorándum propone:
a) Tratado de límites, basado en el examen concienzudo y detenido de cada uno de los docu– men:l:os, títulos y antecedentes que legitiman las an– tiguas pretensiones, siendo, además, convenido que la decisión de los puntos dudosos en que no pudie– ren llegar a acordarse los delegados, se someterán a una decisión definitiva e inapelable de un árbitro
¡uris;
b) Se insiste en el status quo de 1850.
Las gestiones de Michelena no dieron ningún re– sultado. Las mismas coinciden con el proyec:l:o de ocupación del Alto Barima y de la región del noroes"; te por parle de los ingleses. Pretendía Rosebery que los ac:l:os de que se quejaba el Agente venezolano no invadían los derechos de nuestro país, "sino que era en efecto nada más que parle de la administra– ción necesaria de un territorio que el gobierno de Su Majestad consideraba como porción indispensable de la Guayana Bri:l:ánica y al cual, cómo más de una vez ha sido su deber declararlo, no puede ad– mitir reclamación por parle de Venezuela". Michelena protestó y ante las escasas probabi– lidades de un acuerdo salió de Londres para Ca– racas. A partir de este momento, el gobierno vene– zolano reanuda sus esfuerzos con miras a lograr por intermedio de su representación diplomática en Wáshington, la mediación norleamericana en el asun– to. Crespo se encuentra nuevamenÍe al frenÍe de la
primera magistrafura y José Andrade es su Pleni– potenciario en la capital norleamericana.·
Durante su segundo período en la Casa Blanca, el Presidente Cleveland renovó sus esfuerzos para mediar en la disputa anglo-venezolana. Lo acompa– ña en la Secretaría de Estado el abogado bostonia–
-. . ,,;,.,1_~ -.~ QlnAv. En nota de iulio de 1895, este úlfimo solicita de su colega británico, Lord Salisbu- " . .5:o11Gsía concreta acerca de si la Gran Bre-taña está dispuesta o no a someter el asunto al ar– b.uraje.
El 17 de diciembre de 1895, en mensaje dirigido al Congreso de su país el Presidente Cleveland se quejaba de que "los llamamientos hechos al sentido de magnanimidad y de justicia de una de las gran– des potencias mundiales, en lo tocante a sus rela– ciones con otro, país pequeño y comparativamente débil, no haya producido mejores resultados. Des– pués de haber trabajado lentamen:l:e por muchos años iratando de convencer a la Gran Bretaña de que ac– cediese a someter tal dispu:l:a a arbitraje imparcial, convencidos finalmente de que rehúsa hacerlo así, no nos resta sino aceptar tal situación y encararla tal como se presenta". Y concluía con estas pala– bras: "constituirá el deber de los Estados Unidos, resistir por todos los medios a su alcance. . . la apro– piación por parle de Gran Bretaña de cualesquiera territorio o el ejercicio de jurisdicción gubernamen– tal sobre territorio alguno que ... perlenezca de de– recho a Venezuela".
Se firma el tratado de arbitraie de 1897
La Gran Bretaña convino al fin en aceptar dicho principio, y el 2 de febrero de 1897 se firmó en Wás– hington un Tratado de Arbitramento mediante el cual se sometía el viejo conflic:l:o de límites a un Tribu– nal Arbitral que determinaría "la línea divisoria en– tre los Estados Unidos de Venezuela y la colonia de la Guayana Bri:l:ánica". Meses antes, en noviembre de 1896 había firmado Estados Unidos e Ingla:l:erra las Bases del Tratado que debía decidir la cuestión guayanesa. Dicho Tratado fue negociado entre Lon– dres y Wáshing:l:on, con escasísima parlicipación de Venezuela de que se hizo eco la prensa, el Presiden– te Cleveland y el Secretario Olney n1.anifestaron al gobierno de Caracas que había que proceder a de– tener esas críticas y a "firmar inmediatamente" el Tratado. La presión de Olney fue tan manifiesta que un diplomático americano que tornó parle en la ne"; gociación del mencionado. instrumento, consignó en su diario esta expresión: "Olney overawes and bul~
dozes Venezuela (Olney intimida y presiona a Ve– nezuela'" .
En el Tratado de Wáshington se estipulaban las normas a que debían someterse los jueces. Como regla suprema se establecía que los árbitros debían cerciorarse de lodos los hechos que estimaren ne– cesarios para la decisión de las controversias. Ante todo, los misn1.os debían gobernarse por las reglas concretas y específicas que establecía el Tra:l:ado y luego por los principios de derecho internacional no incompatibles con ellas en los casos en que los árbitros los consideraren aplicables.
Venezuela se vió obligada a aceptar condiciones que favorecían la posesión del adversario, es cierlo.' Pero en las reglas adoptadas en el Tratado no exis– tía ningún elemento que pudiera dar cabida a un compromiso político, como de hecho ocurrió. La composición del Tribunal Arbitral que debía decidir la cuestión consilluye una humillación para nuestro país. Wáshing:l:on y Londres acordaron qué el Tribunal estaría integrado por dos jueces britá– nicos, dos norleamericanos (en representación dE;! Venezuela) y un quinto árbitro elegido por los cua– tro anteriores. Es cierlo que el Tratado otorgaba al Presidente de Venezuela la facultad de elegir uno de los árbitros, pero Gran BreÍaña no aceptó a nin– gún venezolano en la mesa del Tribunal. No hace
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