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res de angustia; y que los delegados de Hond\lras y de Nicaragua parecen absor– tos frente al palpitar de las cortinas de los ventanillos abiertos, sacudidas por el viento du large, propone Combs que pro– cedamos a la redacción del documento definitivo, redacción que comienza con mansedumbres columbinas: creeríase que entrambos proyectos se acuerdan a n1.a– ravilla y que nosotros somos unos "acor– dadores" de primo cartello. El fal arreglo va al vapor, pues en nada acortan su pri– sa una que aira objeción sin mayor im– portancia, hasta que no tropeza:mos con la cláusula de la entrega de refugiados políticos. Declárola inaceptable por ésfo, por aquello y por lo de :más allá. Mien– tras he ido hablando, adrede :muy en cal– :ma la voz y los ade:ma11.es, observo con júbilo que el honrado Merry y el hidal– go Mulligan,-invifado, co:mo dueñ.o de casa que es, a presenciar nuestras bilin– gües deliberaciones,-están con:migo a juzgar por sus discrefos y afir:rnativos ca– beceos. No bien callo, Cornbs se :me vie– ne end:ma con pobre argurnen±ación "suficienfisfa", de individuo engreído que calcula que nadie ni nada ha de enfren– társele.

Pronto :mis réplicas y las suyas Se cru– zan a :modo de dos aceros; pronto la con– troversia degenera y se convierte en pe– lea verbal. ¡Ni quien ose terciar en la e:m– peñanada coniienda, ni hablar por lo ba– jo con los suyos, iodos l1.'1.írannos con :ma– nifiesto azoro! Sólo en los ojos dulcemen– fe claros del viejo MerT-Y, se advierte se– renidad. Mulligan va y viene de la cá– mara al comedor y del comedor a la Cú–

mara. Brown, despide chispas al través de los cristales de sus espejuelos, y Rebo– lledo ha ido acercándoseme hasfa que– dar a :mi lado. A vuelfas de por¡pión de ar– gumento rnutuos, y palpando yo que la divergencia se envenena más a cada ins– fante, cual mordeduras de víbora, barre– no mis naves y en medio a un silencio im– ponente declaro, como ultima ratio de mi paríe, que nunca subscribiré en no:mbre de México un pacto en que figure cláu– sula s61uejante...

Nadie chista ni se mueve. Combs, en cambio, visiblemenfe descompuesto a pesar de la decantada flema anglo-sajo– na y de su investidura diplomática, pier– de los bártulos cegado por una ira que nada justifica, y entre otras sinrazones permífese aconsejarme que deponga yo mi "obsfinación" y reflexione en que voy a digustar al Presidente Roosevelf!!! ...

Todavía, guardando las formas, le c:onfesfo que yo no sirvo·· al Presidente Roosevel±, sino al Presidente de México...

y mi respuesta le hace el efecto de una banderilla de fuego; desorbitados los ojos abandona su asiento y l1égase a mi me-

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sa, que por dos ocasiones golpea con el puño. Me amenaza francamenfe:

-"Mr. Gamboa, 1 am a shori femp– ered... "

Sim.ulfáneamente, se inferpone Me–

rry, yo me levanÍa y los demás nos cer– can, presas de comprensible estupefac– ción. Doy a todos las buenas noches, y en voz alfa digo al comandante Mulli– gan, que me esfrecha la mano con la;s dos suyas: .

-Ruego a Ud., señor comandante, que mañana a primera hora se sirva de– se:mbarcanne en San José.

y ahogado de bilis salgo a cubierta y :me dejo caer en un sillón de mimbre que diviso en la penu:mbra de la foldi– lla. A poco, reúneseme Rebolledo, y lue–

go, Gallegos, muy coh:movido, me dió las gracias y se perdió en la SOlubra del bu– que. De paríe de Mulligan, un s±eward:me lleva una taza de té, que apuro con deli– cia.

Ya refugiado en el camarote, que comparío con Francisco Berfrand, de Hon– duras, pienso en las resulfas probables de lui actitud, en la resonancia que alcanza– rá este fracaso de la conferencia. ¿Apro– bará el General Díaz mi conduCÍa? ..

~o DE JU!cIlO

Mal he dormido, y en cuanto Dios echa su luz, rne as¡omo a la poría: linda :mañana que refresca una suave brisa, el Pacífico, en calma, Se despereza con ru– mores sedeños. ¿Por qué no se descubri– ría la línea de la cosia, si no hay ni aso– mos de neblina? ¿quedará San José del otro lado del buque? .. No, tampoco se di– visa la cosla, hemos de habernos aleja– do más aún, durante la noche. En e~ co– medor encuénfro:me a afros madrugado– res que rne saludan con reservas visuales, y hay alguno que aventura alusiones ve– ladas a mi resolución de marcharme en seguida. Fuí en busca de Mulligan, a in– quirir la causa del alejamiento del ·bar– co. Sonríe y me asegura que en poco fie:mpo hare:mos rumbo a San José. Es– quivo encuenfros, y acornpañado de Re– bolledo paseo por la proa de la nave, don– de marinos y soldados nos defallan al sos– lado. El "Marblehead" ha apresurado sus andares y de veras enfila hacia la cosia. Estoy como sobre §.scuas.

Aríuro Ubico me da alcance y en lo confidencial insiste porque, anfes de se– pararnte, vaya y les hable a todos. Lo complazco desde luego, y de pronto sur– ge Combs, escalfado por un grupo con el que departe animadamenfe; desprénde– se de él, y con exfrema seriedad me indi– ca su deseo de hablar conmigo aparte unas cuantas palabras. ~Será el epílogo del incruento choque de anoche?... Lo si– go, sin embargo, y acuá1 no será mi sor-

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