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fuego, ó g-uardar la mitad de aquellos disparos para regalarme con ella á mi salida? ...

Aun cuando, bien mirado, iodo es hu– mo; y en materia de humo, lo misl'tLo es ncás que menos.

A bordo, sensación de bienestar agu– do, y en el ancplio camarote que el co– mandante Ca±arinich nce -escogió en per– sona, sensación de indecible deleite.

A eso de las doce de la noche, en que aún perrnanecía yo sobre cubierla fu– ma que fe fuma y piensa que le piensa, descubrintos los nocláncbulos, rela±iva– n'1.en±e Cf3rca del "Acapulco" y navegando entre la costa y nosoiros, un vaporcito minúsculo con sus luces apagadas, á la manera de buque bloqueador ó de bu– que en huída. Pronto lograrnos alcanzar– le y para identificarlo, le echarnos an– ±eojos: no era ni uno ni airo, simplencen– te un barco nicaragüense de guerra, que hacía rumbo á Arnapala.

Dejáncoslo airás, casi besando su qui– lla con la espuma de nuestra héJíce. No

obstanie que-el ve±usl0 "Acapulco" no es nada extraordinario-dos mil quinientas ó tres rnil toneladas,-el bélico navío era ian pequeño, que junio á nosotros, con sus luces apagadas, su toldilla muda y

el afliciivo jadear de sus calderas, resul– faba en la majestuosa inncensidad de este Mar Pacífico, algo lancen±able, algo muy débil que á punto de zozobrar nadara con sobrehumano esfuerzo por ganar la cosía disiante, la costa visible apenas, que el plenilunio esfuncaba, allá en una lejanía borrosa é imprecisa.

HONDURAS

l\ 6 TIlllE I'L~BRlCR@

Con el alba entramos en Amapala, puedo hondurense sobre el Pacífico.

'felreilM::iq.; Sicll'l'a

Por las circunstancias de naturaleza reservada que han hecho se frustre la ncisión que nce trajo á estas comarcas, de provocar una reconciliación honrada entre sus gobernantes, no habré de abo-carme con el General D. Terencio Sierra, Presidente de Honduras, y, al decir de próximos y distantes, el ITlejor guerrille·· ro de Cen±roancérica. No tengo, pues que, "meterme en honduras".

La cosa me alegra, pues no obsian±e lo que gusio de conocer países, y ncás si son de nLi raza, lo que ha llegado á mi noticia á propósito de los caminos de esía región, raya en lo inquisitorial, es in'1.po– sible viajar por ellos. La tales rutas Inon– fuosas, inhabitadas é inclenten±es.

En consecuencia, sólo por Inera cor– fesía determiné desembarcar de incógni-

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fa, identificarme en la Comandancia Ma– rí±inca y ponernce al habla por telégra– fo con el señor Sierra, á fin de poder vol– verme á bordo en seguidila, con nci pro– pios honores.

Pero el hontbre pone...

Sin duda de Nicaragua anunciaron lni paso por aquí, porque hasía la cu– bier1a del "Acapulco" presen±óseme un militar de alta graduación, representan– te del comandante del puedo que se ha– llaba encancado á causa de una fiebre.

El General puso á n'l.is órdenes una falúa abanderada y me amenazó en la siguiente forrna tex:l.ual:

-"Por si el señor Minis±ro gusta (por estos runtbos es de buen tono que le ha– blen á uno en tercera persona 1, pasar á Tegucigalpa, de orden del Gobierno ±en~

go besiias ensilladas y á su disposición".

No, el "señor A1inis±ro" no gusta, ni por pienso, de pasar á Tegucigalpa (vaya un paso! ires jornadas á lonco de ncula, con pésirnos albergas en algunas paries del camino y tragando leguas y leguas á

Inerced de los elen'1.en±os, ¡qué perspec– tiva!)

Al "señor Minis±ro" le impiden darse ese frote las múl±iples ocupaciones que en Gualem.ala le aguardan. El "señor Mi– nis:l:ro" se limitará á sal±ar á tierra y per– rnanecer en el puerto las horas que el va– por permanezca anclado; durante ellas, se pondrá al habla ±e16g-ráficam.en±e con el señor Ge'neral D. Terencio Sierra.

-¿Cómo andamos de fiebre?-pre– gunié á nti acontpañanie después de que los bogas le rne1ieron ntano á los r61nos.

-Pues no andamos bien. Es±á ncu– riéndosenos un arnericano, y se han ncuer– ±o personas de irnpor±ancia, á docenas ... sin coniar la gente del pueblo, que ésa muere á porrillo.

Las informaciones no me parecieron ncal, pareciéronrne peor.

y pensé que si salgo sano y salvo de lo poco que aún me faHa para reintegrar mis ±rahuman±es penates de Gua±emala, lni m.ujer va á suponerse que nce he vuel– io loco ó acior de zarzuela, porque en ri– gor no deberé sin caniar la vieja copla de "La Conquista de Madrid":

"Habéis de saber que el que allá se va, "Vuelve con cabeza por casualidad.....

¡Qué viaje, señor Dios, qué viaj.e! Sal±amos en fierra y á pie dirigímos– nos á la Comandancia, destartalada y

feísirna casa de madera.

Tuvimos que cruzar gran parte del pueblo y mi azoramiento y espanto no reconocieron límites. Cuenta que Amapa– la es, en opinión de los que conocen la República, lo ntejor de ella. ¿Qué tal será el resto?

Por algo hasta un pí3queño evange-

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