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tacamento apostado en la esquina des– prendióse un capitán, con la espada se– midesnuda, el kepis en el cogote, rojo de berrinche su vulgar semblante: -¿Por qué habla usted con el cenn– nela?-me increpó á griíos-¿por qué ca– mina usted por esa vereda? ¿No sabe que está prohibido? .. ¡Bájese en seguida!. ..

Yo también tengo mi alma en mi al– mario, y cuando es fuerza, sé gritar. Me encolericé de veras, que francamente, esta irregularidad y la de la otra noche en el muelle, colmarían la paciencia de Job.

Revestido de. cómica gravedad, co– mencé á fonnular respuestas improvisa– das, con tendencias á serenar aquel es– píritu encrespado, pero mi energúmeno no oía de esa oreja, y lo propio que en la "Verbena de la Paloma", nos cruza– mos él yo estas frases:

- (El Oficial) A no me responda usted...

-(Yo) Pues, entonces, no me pre– gunte usfed!

La cosa se agravaba; ya la espada hallábase casi desnuda; del destacamen– to despendíanse sargentos y cabos; los soldados deshacían los pabellones de sus fusiles y el centinela me cortaba la ren– rada echándose al medio de la calle...

No me seducía calcularme con el pe– llejo agujereado por los soldados, y sin em– bargo, no daba yo con la manera de im– ponerme...

- (El Oficial, á pesar de todo, im– presionado con mi traje). Lo voy á man– dar á usted preso, para que aprenda... - (Yo, hallando la salida) Y yo voy á mandar que á usted me lo fusilen den– fro de un hora, para que· olvide..

- (El Oficial, examinándome de pies á cabeza) Para que me fusilen á mí! Pues, quién es usie? ..

-(Yo, con toda la prosopopeya de~

que ha puesto á salvo su decoro y su in– dividuo). El Ministro de México. ¡Calcú– lese usted!

Seguramenie el denodado capitán no era fuerte en cálculos ó los que hizo

á la carrera no le resultaron, porque aun– que es cierto que contuvo á sus hom– bres y que humilló su espada, no lo es menos que, después de mucho reflexio– nar, sólo acedó á decirme por vía de transacción:

-Ah!... ¿usted es el Ministro de México?... Pues de todos modos, hágame el obsequio, señor,' de irse por la otra ve– reda...

Despl:!-és de haber recalcado lo de señor, me apresuré á transigir, que en esto de fueros, inclusive el diplomático, siempre he fenido para mí que cualquie– ra de ellos termina en el extremo del bas-

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tón de un gendarme bárbaro ó en la punta de un militar ignorante.

-Porque me ha tratado usted al fin, segúri debió tratarme desde un principio, accedo á su súplica...

y el bravo miliciano, que nada me había suplicado, abrió unos ojos incon– mensurables, en tanto yo alejábame pau– sada y gravemente.

Para que el Ministro no vuelva á sa– lirme con alguna explicación que no me satisfaga, decidí no comunicarle el acae– cimiento ni en lo oficial ni en lo privado.

Carguemos la ocurrencia á gajes del oficio.

9 DTJ:: FEliJMIltO

Segunda excurSlon á Masaya, don– de el mexicano Es±anisalo Caslaño, ra– dicado en Nicaragua hace algunos lus– tros y aC±ual poseedor del único teatro que exisle en Managua, me obsequia con un almuerzo.

Granada

A la tarde Íuí a Granada, en cami– no de hierro, para conocer esa segunda ciudad del país, que es, á mi juicio, la más agradable. Desde luego, el lago que lleva su nombre y que es superior al de Managua en iodos sentidos, embelléce– la al extremo, es un lago enorme, azul y bravío, que baña la ribera de más de un Departamento y que se ve surcado de bastantes embarcaciones de vela y aun de alguna de vapor.

Antes del banquete arreglado en ho– nor mía por el caballero español D. Ni– colás Ubago, me dirigí con él y demás comensales á presenciar desde el embar– cadero una ideal puesta de sol, á orillas del pequeño y dulce mar.

Fué una nota de belleza intensa y grandiosa, tánto, que su hermosura per– duró la farde entera y la eniera noche, en mi ánimo. Regresé deslumbrado á la ciudad, hondamente conmovido por el es– peC±áculo, pero adrede no quise hacer

partícipe á nadie de mis sensaciones

l para que nadie me las menoscabara con explicaciones ó comentarios filisteos. Después de la comida que sirvieron en el hotel de "Los Leones", tuvimos ve– lada musical en la casa de Ubago, y á la media noche, en tren especial, regre– samos á Managua.

10 DE FEBRERO

Hará cinco días que. han comenzado á circular las invitaciones para ,el gran banquete oficial con que en la noche de hoy habrá de honrarme el Presidente D. José Santos Zelaya. El hotel Lupone está inconocible de tanto preparativo y adoJ;'– no tantísimo.

Afírmame el Ministro de Relaciones

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