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tan. No era broma, nó; hacia la derecha, dentro de se:miocul±o garitón, un bárbaro soldado nos apuntaba con su rémington ±endido...

-\Nicaragua!-con±es±amos á una voz, yo ordené á mis acompañantes la inmovilidad más absoluta, á fin de que el militar tuviera iiem.po de cerciorarse de que éramos tres individuos inermes é ino·· fensivos. Debió de convencerse, supues– fo que levantó su fusil. Nosotros entonces, con fingida parsimonia, nos alejarnos del muelle maldiciendo por lo bajo del cruel interruptor de nuestra deliciosa paseg– giata.

Ardo en deseos de narrar n"lañana la ocurrencia al Minislro de Helaciones, para ver cÓlno me la explica y en qué términos la excusa.

6 DE FEBRERO

I Sin comenfarios!

No queriendo dar al incidente de anoche la gravedad que en sí pudiera en– cerrar, prefería contárselo á D. *'k*, echán– dolo á la broma ·en vez de denunciarlo por escrito:

.-Por poco no volvemos á vernos D.

***. Anoche...

El señor * **, después de escuchar benévolo lni relato completo del sucedi– do, por foda explicación me espetó con la mayor tranquilidad:

-"Sí, aquí hay que andars·e con mu– cho liento, nuestros soldados son muy dis– ciplinados, y corno últimamente hernos tenido conatos de rebeldías, y á nadie que no sea extranjero se le ocurre ir á esas horas á los muelles, hqy dada orden de que á ninguno se lo consienta aven±urar– se hasta cerca de los vapores atracados, porque ya en una ocasión los enemigos del Gobierno, así se apoderaron de uno de sus buques... "

Por un buen rato perdí el habla. Después de la licencia que por el ca– ble me ha concedido mi Gobierno para aceptar el nombramiento hecho en mi persona de árbitro inapelable y tercero en discordia que zanjará la añeja cuestión de límites entre Honduras y Nicaragua, so– lemnemente 1TIe confirman hoy que he sido designado por ambos Es±ados.

-Usted, y sólo usted-me dice el Mi– nis±ro,-ha de ser el árbitro, y si México nos enviara otro representante, modifica– ríalnos esta resolución unánimemente.

Distinción tan honrosa, compénsmne del mal rato de anoche.

Los Pueblos

En tren expreso, acompañado de dos Ministros del Gabine±e, de un Subsecre– rio, de diversos empleados de categoría y

de particulares y periodistas, emprendi– mos viaje hasta Jino±epe y Diriamba, que aquí por antonomasia llaman "Los Pue– blos"", y que se encuentran ubicados en el Departamento de Carazo.

Muy ufanos manifiés±anse los nica– ragüenses de este camino de hierro, y á fe que razón les sobre, pues aparte de que en sí es digno de alabanza por las d ificul±ades técnicas vencidas para su atrevida construcción, ésta fué llevada á térm.ino con capital nicaragüense y toda la línea, su material rodante, sus emplea– dos, e±c., pertenecen al Gobierno; al igual que casi todas las vías de comunicación qlle hay en el país.

El panoram.a que se contempla es sencillamente prodigioso. 1 Qué naturale– za, qué perspeC±iva, qué lagos, qué mon– tañas y qué precipicios!

Masaya

En Masaya hicimos alfo un buen rato, y en San Marcos cruzó el tren por entre palmas y banderolas con que los vecinos contribuyeron al mayor esplendor del paseo.

En Jinotepe la concurrencia dividió– se en dos grupos para el ahnuerzo; unos fuéronse al hotel y ofros nos dirigimos

á la casa del señor D. ** *, padre del ac– ±ual Ministro de Relaciones Exteriores, que de la excursión formaba parte, lo mismo que su atrayente y nada vulgar esposa.

,yiln@llepe

Llevé en Jino±epe sorpresa graiísima. El señor D. ***, nuestro anfitrión, es un anciano que pasa sobradamente de los ochenta años, y á pesar de ello, redo

corno un huso, nl.uy aseado en su modes–

fa pergeño, coronado de can.as abundan– íes-porque no luce ni asomos de cal– vicie,-con su den±aiuda completa y sus facul±ades expeditas; es, adernás, en ex– tremos simpáiico, rnuy sobrio para reírse y de reposado decir; hay algo de pa±riar– cal en sus ademanes, en su figura 'vene– rable y e11. su conversación amenísima, siempre vuel±a al pasado y ligeramente despediva para los hombres y cosas de hogaño. Le hallé muy enterado de nues– ira guerra conh"a los franceses, esa pá– gina de gloria patria que tán±o nos ha dado á conocer, en nueslro ContinenÍe so– bre iodo.

Fué la sorpresa, que antes de insla– larnos á la mesa, de entre la chiquille– ría que por la sala correteaba y de ±iem– po en tiempo iba á alnon±onarse sobre el abuelo, (como pájaros en árbol año– so y corpulento 1, llalnó mi atención un pequeño diablillo de cinco años á más tirar, quien, amén de dos ojazos expresi– vos y negros, lucía en su inquieta cabe-

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