Page 86 - RC_1966_02_N65

This is a SEO version of RC_1966_02_N65. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

IV

EL PAISAJE

Pero la casa pertenece a un paisaje, -como he dicho anteriormente-, y es necesario que lo conside– remos un poco.

La influencia del paisaje en las motivaciones sicológicas del hombre es un hecho innegable Hay

un l/espíritu del paisaje ll que ejerce su acción sobre

nuestro propio espíritu Los pueblos primitivos no alcanzaron a comprender la naturaleza propia de esta

acción, pero la expresaron claramente con el mito con

aquel ingenuo reconocimiento a los dioses del agua, del aire, de la montaña, bajo cuyo dominio se movia la vida humana En el fondo de aquella errónea concepción de la realidad habla un glan fondo de ver– dad, en cuanto a la relación del hombre con la tierra Hace dos años, al inaugurarse en 1964, el Museo Ar– chivo Rubén Darío, me referí a este asunto Traté de

exponer entonces una especie de

11

geo-poética nicara~

güense l' , cuya formulación definitiva me empeño en

redactar en un trabajo aparte Aquí no hago más que una simple y ligera referencia. Pues bien, sos– tengo en esta interpretación de nuestra poesía que hay en Nicarogua dos tipos bien característicos de paisaje, que corresponden a dos tipos bien definidos de poesía' el que yo llamo de "llanura", que se en– cuentra en la zona occidental de la costa del Pacífico; y el de "montaña verde", que se extiende por las sie– rras de Managua, las alturas de Carazo y del Norte, y aún los llanos de Chontales El primero está inte– grodo por tres elementos telúricos la llanura agrícola, seca y severa, la cordillera de volcanes; y el océano. El segundo, a su vez, por otros tres elementos distin– tos' la montaña (y el llano de ganadería), el lago, yel río En relación con éste podemos encontrar un tipo de poesía, profundamente enraizadó a la tierra' bu– cólica, o bien folklórico, o bien con preocupaciones humanas, pero de lo humano simplemente existencial. En aquél, en cambio, podemos hallarnos con llna poe– sía meta-físico; míst-ico, it'ltelectual, cósmica, traseen.. tal Mírese, ~i no, en Granada y Chonfales la poesía, entre otros, de Pablo Antonio Cuadra, de Fernando Silva, de Joaquín Pasos, del mismo Coronel Urtecho, etc, etc, osi como la de Guillermo Rothschuh, José Saritos Rivera, Octavio Robleto, etc. y mírese por el otro lado, al Padre Pallais, a Salomón de la Selva, a Ernesto Cardenal, a Mariana Sansón y, sobre todo, a Alfonso Cortés Claro que no pretendo establecer una absoluta y única derivación del poeta del paisaje. No Por favor no se crea que Plledo llegar a una exa– geración de tal grado, pues me encontraría con casos como el del Padre Angel Martínez, por ejemplo, o de Carlos Martínez Rivas o Ernesto Mejía Sánchez, que no sé exactamente a qué tipo pueden corresponder. Lo que quiero, únicamente, es llamar la atención sobre la influencia del paisaje.

En este sentido, Rubén sufre durante su infancia la acción telúrica de la llanura de esa inmensidad de cielo y tierra que nos toma por entero y nos arrebata hacia el infinito a un infinito que aumenta, todavía mucho más, el océano O que, por otra parte, nos impone el recogimiento interior, la reflexión, que acrecienta terriblemente el volcán El volcán es te–

I'! iblel11ente pensativo y ensoñador.

En su autobiografía, Rubén recuerda perfecta– mente la impresión que producía en su alma la con– templación de este paisaje Hablando d~ los paseos de mar dice "Las familias se juntaban por las noches y se pasaban el tiempo bajo aquellos cielos profundos, llenos de estrelias prodigiosas Yo me apartaba frecuentemente de los regocijos y me iba solitario, Con mi carácter ya triste y meditabundo desde entonces, a mirar cosas! en el cielo, en el mar .. . "

Este mar es el que está en el admirable poema

IfMarina lf

liMar armonioso,

mar maravilloso:

tu salada fragancia,

tus colores y músicas sonoras

me dan la sensación divina de mi infancia,

en que suaves las horas

venían en un Ipaso de danza reposada a dejarme un ensueño o regalo de hada".

Cuantas veces sentirfó ya oquella "hambre de espacio y sed de cielo", desde el fondo de su propio abismo, que brotó ton poderosamét1te en sus "Ca/1tos de Vidó y Esperanza".

Mientras la cordillera volcánica se yergue con toda su solemnidad, desde el "mediodía" del "In– termezzo Tropical'"

"Penachos verdes de palmeras. l.eios, ruda de antigüedad, grave de mito,

la tribu en rOCal de volcanes viajos,

que COInO todo, aguarda su instante de infinito".

Examinando bien la poesía dariana notaremos, -como creo hacerlo notar en mi otro trabajo--, cómo ésta va superándose a medida que el sensualismo va cediendo el paso al tono reflexivo, grave, onírica y has– ta metafísico que alcanza su culminación en "Cantos de Vida y Esperanza" A medida que, -como lo ex– plica ante el Marqués de Bradomín-, venía en su otoño de un Versolles doliente.

84

Page 86 - RC_1966_02_N65

This is a SEO version of RC_1966_02_N65. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »