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« Previous Page Table of Contents Next Page »Todo lo cual se conserva original, con excepción del balcón que ya no es posible ni siquiera restaurar por las exigencias del tráfico moderno de lo ciudad Posando ahora al salón principal (o pieza conti– gua a la de la esquina), siempre sobre la Caile Real, el referido don Octavio lo describe con
litres puertas: una al patio, otra a la calle y otra que
comunicaba con la esquina o sala de doña Bernarda ll
,
"Al occidente de la puerta de l. c.lle, -prosigue el señor Valle-, estaba una ventana de madera ... la cual tenía al interior los clásicos poyos".
lIaje debió ser espeso y de gran colorido en los años de su infancia, según la emocionada evocación que de él hace en el varias veces citado cuento de l/Palomas blancas y gOl zas morenas", y lleno, además, de en u– 1105 y trinos de aves
"Un día
l
a pleno sol, Inés estaba en el jardín, legan.. do tt ¡go, el1h e 105 al bustos y las flores, a les que llamaba sus amigas: una.s flillomas albas, en ulladoras, con sus buches níveos y amorosnmente musicales liada ca.. lor. Todo estaba oulto enh'e los ramaies de unos ¡a.:z:mi–
nefOS •• /J
El poeta Alfonsu Colté~ vivió también en rota casa de Rubén celcn
dc veinticinco años . , . ,
(17)
liLa dulzura del ángelus matinal y divino que diluyen ingenuas campanas provinciales,
en un aire inocente a fuerza de rosales, de plegarias, de ensueño de virgen y de trino de ruiseñor, opuesto al rudo destino. que no cree en Dios .. .
11 ---
y en "Pelomes blancas y garzos morenasl/ l/Mi
dormitorio estaba vecino 01 de ellas Cuando conta– bdn los campanarios su sanDIo llamada matinal ya estaba yo despierto" Y más delicadamente todavía nos lo revela en "La dulzura del ángelus"
IIQuedaba mi caSi1, -dice Rubéll- cerca de la igle.–
sia de San Francisco
l
donde había e>::istido un antiguo Convento. Allí iba mi tía abuela a misa ,primera, cuando
apen.s aparecía el primer resplanc!or del alba, al tanto
de los ga1l05 11
•
También don Octavio Valle da una idea de que Clquel patio era como un pequeño bosque al enumerar "órboles de naranjo, árbol de reseda, dos árboies de CHnapola y otro de chiquiona, un frondoso jícaro (que estaba en el ángulo sur-oeste)"
Imaginémosnos a Rubén colocado en este am– biente Cualquie.a que hoya vivido en esta clase de
casas, -o que al menos las conozco-, sabrá cómo
en ellas se establece un íntimo contacto entre el hom– bre y la naturaleza Porque no son casas en las que uno se encien al sino al contrario
l
casas en las que se abre todo nuestto ser al mundo y al espacio Son ca– sas como a propósito para recibir al cielo y sentir que es nuestro y que podemos tocarlo con las manos
l
como lo siente Mariana Sansón en uno de sus versos; o para captor las voces del aire y el alma de las horas como lo experimentó Alfonso Cortés desde esta misma casa de Rubén (17) Sobre todo en aquella época, no muy lejana por cierto, en la que el maquinismo no había quebrado los silencios ni había precipitado al hombre en este vértigo de la velocidad ni impuesto esa tremen– de esclavitud al horario, que hoy nos vincula a una tarea de obligación mientl as nos desarraiga del propio existir Entonces, la vida de la casa estaba de verdad conformada con la vida del mismo tiempo La casa despertaba con el canto de los gallos que anuncia la madrugada y con el tintineo de los cántaros de leche que llegaban de la finca, mientras de la iglesia vecina se oía el toque de la primera misa
También en él "anidaban y ponían las gallinas" Tal zaguán puede verse completamente restaurado
y al llegar a este punto, termina la parte de casa que forma en la actualidad el Museo-Archivo La otra parte continúa en manos de particulares sin poderse incorporar por falta de los fondos necesarios para su adquisición.
En esta otra parte, e inmedíatamente después del zagúan, continuaban los demás cuartos que doña Bernarda daba en alquiler a ciertas personds de su confianza (como la madre de don Octavío Valle, pre– cisamente) para' hacerse de algunos Ingresos y ayudar– se a los gastos de la casa Al final de ellos, y en el propio fondo de la casa, tal como en todas de las de su época, quedaba la cocina, así, como el cuarto del ser–
vicio
En definitivo, la casa era una de esas clásicas casonas nicaragüenses, o más propiamente, una au– téntica casona feonesa. Tenía, por lo tanto, su gran patio extendido desde el corredor del norte hasta el fondo y en el que, -tal como lo recuerda el mismo Rubén_, había una gran variedad de árboles "Re–
memoro, _.-dice-, un gran jícaro bajo cuyas ramas
leía, y un granado.. y otro árbol que da unas flores de un perfume que yo llamaría oriental si no fuese de aquel pródigo trópico y que llaman mapolas" El fo-
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En seguida del aposento, -y según el mismo
testimonio 'especificado-, estaba "el zaguán con piso
de grandes gradas, inclinado hacia la talle ___ Tenia un tabanco o altillo con su entrad. al l.do nOi-·otcidental.
El tabanco era cerrado a los cuatro lados, pues estaba co–
locado • la mitad de l. altura de estas paredes_ A ésle
se subía por medio de una escalerilla portátil de madera. '
En el tabanco se guardaban los trastos inútiles de la casa".
Este salón ha sido completamente restaurado y constituye una de las principales dependencias del Museo-Archivo
Regresando a la propia esquina continuamos con los piezas que se extienden hacia el Sur, sobre la Ave– nida "El cuarto inmediato a la sala, -dice la misma información a que nos estamos refiriendo-, era el aposento, el cual tenía además de la puerta que co– municaba con la sala, otra que daba al corredor y una ventana también con vista a éste, de barrbtes de hie– rro perpendiculares hasta el suelo " Esta pieza, al igual que la de la esquina, se conserva DI iginal, no habiendo habido necesidad de restaurar más que el piso
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