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« Previous Page Table of Contents Next Page »en fodo caso, si 10 supiera, Darío simboliza–
ría al poeta de nuestra raza, precisalTIen±e
por esa inesiabilidad de su iemperamenfo y de su carácier.
Es el indiano Iipico de esias latitudes que se bañó de cosmopoliiismo y de gracia mo– derna. Por eso lo enconlraréis cambiante y bello. Múl±iple, imaginativo, raenial, deli– cado, vigoroso, afeciivo y mi1ológico.
Vosotros sabéis que la literatuI'a españo–
la ha sido muy escasa de líricos puros. Ape–
nas el Ronlancero, corno elice Contreras, que
es canción popular, y la lírica moderna de Gustavo Adolfo Bécquer, de obra reducida y
unilateral, son los ejenlplos :más característi–
cos de esia clase de poesía. En este sentido
Daría es, con seguridad, el poeia lírico más grande de nuestra lengua. Aportó a la lite– ratura casIellana, COlUO Charles Baudelaire
a la francesa, "un es±rexnecimien±o nuevo".
Hay que ver cómo Rubén limpió la IUU– gre que desde hacía siglos venía acumulán–
dose en el aln1.u expresiva de nuestra raza.
En el úl±imo tercio del XIX seguiamos llenos
de clisés, de afectada elocuencia, de vanas pomposidades, reióricas, 16picos y lugares
com.unes. El ron,aniícismo del dios Hugo vi– no a remachar el clavo. Estábamos llenos de neoclásicos docenles y rotnánticos artifi–
ciales. De Quintanas, Esproncedas, Zorrillas,
Campoamores y Núñez de Arce.
Por desgracia, algunos nicaragüenses si–
guen siendo iodavia aficíonados a esIas co–
sas
Por eso es que los jóvenes americanos volvieron su mirada a los franceses que les
ofrecían algo nuevo y creador. Y, como los
sumos sacerdotes, Rubén vino precedido de sus pajes: de Guliérrez Nájera en México con
leciuras de Mussei, Gaulier, Banville, Copee, Catule Mendés, de José Martí, Julián del Ca– sal, Diaz Mirón, ,José Asunción Silva. Ellos empezaron a lhupiar la literatura de vanas galas y de pomposidades, preparándole el
camino al innovador. Por eso, cuando apa–
reció "Azul ." en el 88 y bajo los claros cie– los de América, una forrna distinta de la cul– tura inició en la juventud una emoción di– ferente. ¡Los dioses helenos habian vueIfo a la tierra!
El, naturalmente, empezó imitando, imi– tó a Ouintana en la oda aIfisonante de El Por– venir, en Nube de Verano, a Núñez de Arce,
y a Zorrilla en La Cabeza del Rabí. Claro que en todo eso habia algo sugestivo, soña– dor y raro. Acordaos que entonces tenía 18
años y que iba corriendo el 1885.
Si se hubiera quedado aqui, como mu– chos de nuestros poetas o literatos o cienfifi– cos que vegeIan por faIfa de Iuedios y sobra de obligaciones, Rubén probablemenle hu– biera sido unO de tantos. Pero conoció a Ga– vidia en El Salvador y a los poetas chilenos
~n Santiago. Fue estudioso, trabajador y di– hgente. Llevaba una gran cabeza y un gran corazón. Lo demás, ya lo sabéis vosotros.
Su revolución consistía también, en ha– ber proclamado sobre todas las leyes rHn"li– cas el principio de la "melodia ideal" que se
inició desde sus Primeras Notas, resucitando
aniiguas nOrn"las olvidadas y adaptando al castellano la conlextura del verso francés. No imporlaba que sus versos estuviesen o no ajustados esiriC±muenie a las reglas de la re–
ióric8¡ que fueran cojos o mancos! lo in±ere–
saníe era que Sonaran. En sus Poemas de Ju– ventud, los ditirambos se hinchan un poco con algo de jacobinismo grandilocuente y de retórica demagógica. Pero cuando tiene el
primer desengaño amoroso, la vida se le
aIuarga con dosis de humorismo escéptico a lo Canlpoamor y un lanto de Bécquer y de
Musset:
"Cuando la vió pasar el pobre mozo.. ..
Después viene "Azul. "cuyo cincuen– tenario arrancó de nuevo una fresca emo– ción. Ya sabéis de sus imágenes relucientes y maravillosas, su lujo y su ironía, sus dibu– jos, galicismos, onomalopeyas y suntuosida– des muy diferentes a las ruinas de un siglo liíerario en bancarrota.
Cinco años después, son las "Prosas Pro– fanas" y su reforma métrica trabajada a ve– ces con la !irica de Berceo. Aqui prefiere a Gracián, Santa Teresa, Góngora, Ouevedo, Shakespeare, -DanIe, Hugo. . Mundos de en–
sueño de la estética siITlbolista. París, Ver–
salles, siglos galantes, mitologia griega. Ma– raviHas de Edad Media y refinan"lientos mo– dernos. Poesia piC±órica a la manera parna– siana. Alllores sabios y cosmopolitas.
En 1905, el poeta múl±iple nos muesha una nueva transformación: En "Cantos de Vida y Esperanza". Ya la libertad se habia impuesI0 en América y comenzaba a triun– far en España. Los años lo iban maduran– do y era el instante en que la "reacción con– tra los excesos del simbolismo proclamaba la vuel±a a la espontaneidad".
Ahora tiene Rubén una llama interior muy distinta. Vuelve al viejo solar en bus– ca de la raíz de la raza: "se juzgó mármol y
era carne viva" ("un alma joven habitaba en ella - sentimental, sensible y sensitiva"). Anuncia el renacin"liento en aquella majes– tuosa adapiación al hexámetro:
"Ouién se! á el pusilánilne que al vigor español
lniegue músculos'?"
La irónica letanía al Quijote, los sonetos de su Trébol, los monorritmos a Gaya.
En "Los Cisnes" ya no son los pájaros versallescos de la Pompadour O los del rio sagrado de Lohengrin. Los interroga con el problema del porvenir, el apóstrofe al Presi– dente cazador, los extraordinarios hexáme– tros de su Marcha Triunfal. En el Cirano de Bergerac que se quita el sombrero ante El Quijote, Rubén define su manera,
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