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caragua, y don Enrique sentía sentimienios

pOco arnistosos por fodo ]0 que era origina– rlo ele León, ciudad en la que tenía a SllS lTIás

enconados adversarios en la pblíiic;:n y en las letras, tornándose rauchos de ellos en enemi–

gos pelsonales suyos.

y en esos días, precisarnenie, esta sensi–

hilidad tnanifiesía de don Enrique por los

leoneses se habí.a excerbado con su recien–

le expulsión del país airibuída a los políti–

cos ]eoneses, quienes al pasar los proscritos

por la Esiación de León, les habían hecho una manifesiación hosiil que pudo degene– lar en tragedia sln la protección de la P,O– videncia que veló por ellos.

Don Enrique Guzmán regresa a Nicara– gu.a en el lnes de ?n,ero de 1893 en ,virlud del decrelo ele ammsna que le pennlÍla vol–

ver a su país. Por eSe mism.o fiernpo 't"egre–

saba RubEm de su primer viaje a España a donde había ido lepreseniando a Nicaragua en las fiestas del cuario cenienario del des– cubrimiento de América.

En Managua visila Rubén a José Dolo– res Rodríguez a quién le habla de Guzmán

en término:3 amistosos. Rodríguez, deseoso

del entendimiento de esJos dos grandes inge–

nios, se apresula a du't a saber a Guzmán, en

caria del 9 de Febrero de 1893, su conversa– ción con el poe ~a, y le dice:

"Rubén está muy bueno contigo. Ayer ~e dijo

de mil cosas exdelentes: quima ser lu amlqo¡ pa– sará por allí (Gl anada 1, Y es bueno que acoJas sus insinuaciones"

Guzmán contesta a Rodriguez con fecha

13 de Febrero de aquel n1ismo año en los si– guienteR téminos:

"No sienfo odio por Rubén, pero desprecio sí,

con iodo por complacerle, apechugaré con él si vie-ne a venne". .

No dice más el Diatio de Guzmán sobre esa anunciada visita de Rubén, por lo que es de creerse que no pasó de ser un sitnple de– seo del poeta expresado en conversación que iuvo con don José Dolores Rodríguez.

Hasta entonces Rubén era un simple mor– tal. Después de esie incidenle se fue por el mundo a coriar laureles para su frente de pa–

nida y a recoger estrellas para su nombre

refulgenie, y Guzmáu se quedó en su patria

"ubrBvándose en la polífica corno en su Hi–

pócrene preferida"; más, no perdió el poeta

de vista al el Hico de sus primeros versos, vis.í.o ya de lejos no con los ojos vidriosos del

febricitanJe por la cólera, sino iras las gafas amables del hombre maduro y reflexivo que condena toda violencia y da a cada uno 10

suyo. y cuanios libros salían de su pluma

Se los enviaba a Guzmán, con sendas dedica–

torias, y así fueron llegando a las manos de ésie, de Santiago y Valparaíso, de Buenos Aires y Montevideo, todas las obras del poe– la que al hacerle remisión de· una de ellas

-110S parece que fuá "Los Raros"- la hizo acompañar de una caria -que ya ha he–

cho pública y la conserva en su poder don AdoHo Benard Guzl"nán-- en la cual lratán– dolo de polencia a polencia, le decía:

"RunEN DARlO saluda u Ern ique Guzmán y le

envía ese libro, agradeciéndole a los fleinfa años las crílicas que le hacían labiar a los 15"

Saludo C'.orlés que si no encierra una plei– lenía, es, a lo n1enos, un reconociInien to a la labor de depuración literaria llevada a cabo

por don Enrique, y una reparación también por los desbordes de cólera que con él había tenido el aada que volvía de nuevo a solici– lar su amistad al insinuarle en una posl-data

que le enviase "djarios y revistas "si las ha– bla", dándole a conOcer al mismo tiempo su di.rección en Bllenos Ajres, CQlTIO para estable– cer correspondencia.

Don I:nrique no modificó su juicio lite– rario acerca de Rubén Darío y la escuela de los decadenles. El año de 1896 redaciaba don Enrique El Diario Nicaragüense y al dar cuenta de la mueríe de Verlaine ocurrida

aquel nl.ismo afío, decía en unn gaceillIa lo

siguiente:

"VERLAINE A principios de este año murió

en París un poeta hancés de basfanfe nombradía:

Paul Verlaine"

"Entre 11os01ros era muy conocido V apreciado

de los decadeniislas que trataban de imitarle exage–

landa, por supuesto, sus extravagancias Para los

Darías, Gavidias, Am.brogis, y para casi fados los

jóvenes vates cen:lroamericanos aiacados del mal del decadentisnlo, para fodos esos modelnos culte– rianos que hacen versOS ininfeligibles, el poeta 10–

reno, que ha poco nnll ió, era un genio y un lno–

delo··.

"Tenía VERLAINE al n1.orir 52 años"

PetO ya en 1905, en u~ ariículo de don

Enrique que publicó en "La Quincena" revis–

la literaria de San Salvador, fih.llado "Ha– blar Nublado", encontramos lo siguienle que hace suponer que el señor Guzmán había modificado en algo su parecer sobre el talen– to y la potencia genial del gran poeta nica–

ragüense:

"Entre 11050hos inútil salía neoa11o- el maes–

ilO y su ponflfice del "hablar nublado" ha sido Ru–

bén Daría: a cada uno lo suyo Ai'íos hace que un

diserio escritor -don Ricardo Confreras- hizo no– far que hasia los títulos de las obras del Poeta Ni– ño son adivinanzas Tlaiando de imi1ar al autor de Azul . en muchos gl afómanos que no le llegan al

tobillo la obscuridad se ha vuelio más densa, V.lo

peOl es qne ya no podemos repefir exacfamenfe las

palabras de Agamell.orl al rey de Salamina: "Eso es

grafo al oído y no quiere deCir nada", pues la ver–

dad es que ni siquiera resulia grato al oído lo que

en jerigonza endiablada escriben los

S11 anclajos de

Rubén DalÍo".

Por donde se vé que ya don Enrique re– conocía que Rubén no había sido igualado pOlO ning':'110 de sus imitadores, y por ende, que su eslatura literaria no había sido supe" rada por ninguno de sus contemporáneos. .

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