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alrededor de su vida una como atmósfera donde la tristeza, el dolor, las decepciones, las esperanzas deSvanecidas, las emboscadas de la traición, la intranquilidad, la inceríi– dumbre, forman el casco de ese globo dirigi– ble que lleva por ±imonel la ilusión que es la rosada esperanza de algo mejor.

El secreía de sus triunfos liíerarios esíá más en la exageración de sus concepciones

y en la música suí géneris de sus palabras,

que en la írascendencia de sus ideas o la íena– cidad de una lucha iníensa por un ideal de belleza. La biografía analílica de Rubén Da–

ría sería su :muerte, su condenación. Su obra

hay que coníemplarla de lejos como las Ma– donas de Rafael o la Gioconda de Vinci: su proximidad las desfigura.

Hay geníes que prefieren la literalura de las ideas a la liíeraíura de las imágenes o de las palabras floridas; para esas no hará

hisloria Rubén Darío; pero iodos encontrarán en sus escritos, sensaciones vivas, observa...

ciones picantes, emociones sinceras, que es–

íoy seguro acepíarán con benepláciío para figurar en el iníeIesan:!e capítulo desíinado al esíudio íntimo del espíritu y corazón huma–

noS.

La filosofía del laureado bardo, es como su liíeraÍltra: ningún sisíeIna, ni escuela le monopoliza. A veces se le observa lleno del más acabado misticismo cristiano, salmodian– do con piadosa devoción la enseñanza bíbli–

ca, ora entona canios panteístas, ora apare–

ce como excép±ico o incrédulo.

Daría, cuando habla, nos hace a veces e). etecío de un viejo sibarita, o mejor, de un venerable cura de aldea, apegado a las cos– h,tmbres clásicas, con la suníuosidad y bon– homía de la tradición, que exige se hable en voz baja, pausada" a veces en~recorta,da, sem– brando de adjetivos V cuemos la conversa-

LA FINEZA DE SU OIDO? EL DON MUSICAL

QUE REVELABA

No puedo menos que recordar, épocas y escenas que, fijas con foíográfica exaclitud,

están en mi :rneIUoria. Tus comienzos, tus

amores, íu íhnidez, íu natural reíraímienío interpretado erróneamente por iníelecíos me– diocres, íu carácíer y originalidad personal, cuyo sello he visto esíampado en íus obras, en las eíapas de tu vida liíeraria y en íus mismas innovaciones y conquisías. Desde eníonces pudimos leer los que te conocimos bien aquel mandamiento promulgado más

cion, y recordando así aquellas figuras de Balzac. A veces parece distraído, y sucede

con frecuencia, con gran sorpresa de sus ín...

íiluos, que pierde la memoria de los. hech.os que no han herido su cerebro o sacudIdo VIO–

lentamente sus nervios.

Socialmente es un tímido. No periene– ce a esos hombres de relumbrón, de espíritu aírevido que hacen su fueríe de lo hnprevis– ío, dileííaníes de salón, caballeros de la pul– cra forma, que exhiben en sociedad su de– sembrazo V habilidades como salíhnbanquis

en un circo. Modesto, pero arrtanerado, re–

vela sobre su semblaníe los reflejos de una nosíalgia indecible.

Como cieríos espíritus culíivados y na– cidos en el vaivén de la vida mundana. Da– ría es un gran "gourmeí" Su paladar amaes– ±rada disíingue con singularidad los refina– mieníos del arte culinario y sus capacidades

técnicas para el arreglo de un menú, son pro–

verbiales eníre sus amisíades.

Posee Daría, no solameníe hábitos de re– finamieníos que se reclaman del occidente y del orieníe, sino que como Bolívar, que va– ciaba en pocas semanas lUas de íreinía mil duros en las capitales de Europa, nuesíro

poeta suele a veces ser más que un generoso,

un pródigo, y la leyenda cuenía que una de– mi rnondaine, caníada por Vícíor Hugo, Ma– rion Delorme, le hizo disipar en ocho días, muchos millares de francos.

Rubén es el incomparable rizador de pensamieníos, que ha sído aclamado por las

hues~es iníelecíuales de América, príncipe de la poesía castellana, la crítica, con su escal– pelo iridado y el Hempo con su noche de ol– vido, dirían mañana si esta exalíación fue usurpada, o si merece consagrarla, reserván– dole un palco de honor en la historia litera– ria de los siglos XIX y XX.

LUIS H. DEBAYLE

Médico cmincatc, escritor y poeta. f'rnn nmigo dc Darío desde In infnllda y hasta el último momcnto de

su vida.

íarde en tu Decálogo liferario: "El clisé ver– bal es dañoso porque encierra en sí el clisé meníal y juníos perpeíúan la anquilosis, la inmovilidad" .

Bien preseníe tengo tu disposición espe– cial por el dibujo, probada en el admirable relraío de Mr. Swan, que valió al improvisa– do artisía la honra de colocar su obra en el salón de nuesíro Club.

y la suíil fineza de tu oído, el don mu– sical que revelaste en los rudimentarios te-

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