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ra, del mal que pasa l . Tocad, can;panaB de oro,

campanas de vlata, iocad iodos los cilas llmándotne a l¡;l.Q. fiestas en que blillan los ojos de fuego,_ y las rosas de las bocas sangran delicias únicas. Mi 6r– gano es un viejo clavicordio pompadour, al son del cual danzaron sus gavotas alegres abuelos, y el per– fume de tu pecho es mi perfume, eferno inCenSBl"io

de carne, Varona inmortal, flor de mi cosfilla.

Hombre soy.

¿Hay en mi sangre alguna gota de sangre de Atrioa. o de indio chorofega o nagrandano? Pudie– ra ser, a despecho de mis manos de marqués: más he aquí que vereis en mis versos princesl;ls, reyes, cosas inlperia]es, visiones de países lejanos o impo– sibles: que quereisl yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer, y a un presidente de Repú– blica no podré saludarle en el idioma en que te can– taría a ti

l

oh Halagaba!! de cuya corle -oro, seda, márrnol- me acuerdo en sueños

1Si hay poesía en nuestra AInérica ella está en las cosas viejas, en Palenke y Ufa:t1án, en el indio legendario, y en el inca sensual y fino, y en el gran Mociezuma de la silla de oro Lo demás es tuyo, demócrata Wal! Whilinan).

Buenos Aires: Cosmópolis

y mañana I

El abuelo español de barba blanca me señala una serie de reiralos ilustres: "Eme, n'\6 dice, es el gran don Miguel de Cervanies Saavedra, genio y manco, éste es Lape de Vega, éste Garcilaso, éste

Quintana". Yo le pregunto por el noble Gracián, por Teresa la Santa, por el bravo Góngora y el más

fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y ViUe– gas- Después exclamó: Shakespearel Daniel Hugol

(Yen n"'\i interior: Verlaine.. 1)

Luego, al despedirme: "Abuelo, precioso eS de–

círoslo: Mi esposa es de mi nerral mi querida, de

París".

y la cuestión métrica? Y el ritmo?

, Como cada palabra tiene una alnlB, hay en cs–

cli;1. verso, además de la armonía verbal, una melodía

ideal. La música es sólo de la idea, mnchas vec:es

La grifería de trescienias ocas no te impedirá, Silvano, iocar tu encanÍadora flauta, con fal de que fu amigo el ruiseñor, es!é contento de fu melodía Cuando él no es1é para escucharle, cierra los ojos y foca para los habitantes de fu reíllo inferior. Oh pueblo de desnudas ninfas, de ros~das reinas, de amorosas diosas 1

Cae B ius pies una rosal oh a rosa, oh-a rosa. Y

besosl

Y, la primera ley. creador: crear Buíe el eunu– co: c.uando nlusa te dé un hijo. queden las otr(\s ocho

en. elnfa.

llEra un Aire Suave.. .", IIBlasón", "Alaba

los Oojos Negros de Julia", Canción de Carna– val"

f

"Eouque±", "El Faisán", HLa Página Blanca", "Sinfonía en Gris Mayor", "Año Nue– vo" y "Responso a Verlaine" son las princi– pales composiciones que contiene el úl±imo libro de Darío, y las dejarnos señaladas para que nuestros lectores puedan fonnarse cabal juicio de su índole y tendencias. Perlenecerrtos al nÚlTl.ero, no escaso, de los admiradores de Darío; pero no pode– rnos aprobar sus úBimas aspiraciones litera– rias.

Creernos que para llegar a la cumbre no es necesario hacerse incomprensible pa– ra el común de los ledores. La oligina– lidad y el verdadero mérito están bien lejos de reñir con la claridad del con– cepio y la elevación en las ideas. Cam. poamor y Núñez de Arce Con justicia de aBo renombre en la literatura coniemporánea, y sus obras esfán al alcance de toda persona. Esas tendencias desearíamos en Darío, para que, con su originalidad y genio que le son pecualiares, llegara a ser contado en el nú– mero de los grandes literatos c"e América.

EN "ESPAÑA CONTEMPORANEA": LA CONMOCION DE SU ESPIRITU, LA SiNCERIDAD DE SU CRITERIO

ANTONIO MEDR.~J'lO

.<\bo:r.ado 4e {am.'l, pnrlnme-ntarJI> de,lacado, orador.

fundador. junto el Dr Va\.czas dCl, la Academia Litera~

ria de León y de Is ne.\hln El Alb:a qne C07.Ó de

1coonooido presH2:o. {no uno de 'llo:! liderell do ID

JII\'Mtud Nk:nar.üen5(l qot • -pt1t'dpio, del Biclo de. {('ndio eJ moyjmJt'nto lilcrario daríano ,. lo propagó

en Nie3raana.

Es el úl±imo libro de Rubén Daría. Después de Azul.. , el libro perfumado

y annonioso -floral del alma joven- escri– to bajo los apacibles boscajes, entre la músi– ca de los pájaros y el solemne rumor de lá Naluraleza, después de A. de Gilberi, el re– cuerdo para el amigo que se marcha a la otra ribera, para el artista que sueBa la pluma y abandona el trabajo glorificador, después de Los Raros, bronces lucientes que cinceló el entusiasta amor de lo nuevo y suiilmente re– finado, laureles tejidos por la admiración pa– ra las frentes de los grandes ignotos, desp'!,iés

<;le Prosas Profanas, colección riquísima de cuadros frescos y encantadores, pauta de no– ias únicas, florilegio de gallardas coloracio-

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nes e indefinibles matices, el libro de crítica.

Un sonoro libro de crítica sobre España, la Esp>;lña decadenfe que ha visto reducirse sus dominios y ha soportado con dolorosa re– signación -herida profundamente en su or– gullo- la bofetada vulgar del yankee, la gloriosa España que ha quedado viviendo de los recuerdos, que ha visto -sumida en su amargura- inarchiíarsa los laureles de Za– ragoza, entenebrecerse las cumbres del Mon– cayo y corno "la caja de hierro del banquero quebró la hoja triunfante de Pelayo", la Es– paña que despierta todas l!"B simpatías de raza y cuya coniraria sueríe aviva el cariño de las nobles memorias.

y Rubén Darío estudia con predilección

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