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llego hasla presumir que hay desequilibrio en sus sentimientos, cuando piensa que la lnuerte de Daría, no sería cosa de mayor gra– vedad para las letras americanas, (y no americanas) , y cuando afirma, que la vani– dad con sus alas de plomo, le ha hecho caer en profundos despeñaderos.

Daría ha tenido y tiene vanidad. Está bien. Su vanidad la dió a conocer desde que se sintió poeta, y antes que la fama lo hala– gara con su ruido. Allí está el genio. Víctor Hugo, niño sublime, en tempra– na edad, dispulando la vicloria en un certá–

roen lírico, puso una noia a su composición

advirtiendo los años que apenas tenía, alu– sión que a los jueces les punzó con repug– nancia y no le adjudicaron el preITlio.

La vanidad de Daría eS grande, porque

tuvo conciencia desde niño, de lo que en bre–

ve llegalÍa a ser. Se sentía con alas, quería volar y cuando se daba contra la jaula de las reglas herrnosillescas, trataba de quebrar– la con su soberano desprecio. El genio li– diando con la Academia.

Hoy Rubén dice que nadie podrá imi– tarle porque su literalura es suya, y sólo su– ya. Inmensa vanidad, pero que afirma una verdad más grande todavía. ~Dónde está el discípulo o seguidor que haya logrado ro– barle su acento por un insiante? El estro no se"roba, Se recibe de la madre naturaleza.

y a eslo lo llama Ud., desequilibrio men– tal, y muy pronto absoluta carencia de ra–

ZÓh, voz que saldrá de las celdas del mani– cotnio. ¡La gloria poslrera de Maupassant! El ruiseñor carece dI' juicio y. buen gus–

10 n1.usical, y nos regala cón su -S'cantar sa–

broso no ""prendido": las olas del 111ar no tie–

nen inteligenci.a, y nos adormec~rnos en la

arena de la playa escuchando s~ rumor de armonía que se desmaya dulcemeqte, y aquel dichoso sabio, logró extasiarse escúchando el concierto de los astros.

Daría, sin razón y sin juicio, cantará, y su canto será bello.

Abandonemos esle punto de crítica per– sonal, y veamos, entrando en la crítica lite–

raria, si en la regi6n de lo incomprensible,

Rubén Darío es el mislno.

El arte lnoderno va quien sabe donde, en literatura, tal vez, como dice el criticado, "descendiendo con Mallarmé, en la misma prodigiosa por el ensayo futuro".

La literatura francesa, a la vanguardia, busca nuevos rumbos, un ideal donde el pen– samiento pueda encontrar sólo cosas con al– ma, y representar estos objetos con un estilo que lleve algo desconocido y misterioso. Es– lo ha venido a formar una corriente a la que muchos Se resisten, pero en la mayor parte cede al ilnperio de la invencible lnoda. El lenguaje entra en esa corriente como en el lecho de Procrusto, pierde su sencillez anti– gua y aparece con nuovos pulimentos y fa– ces, dando al oído una lnúsica extraña, hija de una nueva instrulnentaci6n, que emite

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acentos que pretenden representar, no los

sentimientos ni las ideas, sino la esencia, el

alma de ellos, y hasta fotografiar las sensa– ciones instantánealnenie, si es permitido de– cirlo. Ya no se gasta el oído en armonizar las palabras, sino que se quiere armonizar las ideas, dar una lnelodía extra humana. Y luego, como cada palabra, tiene color, per– fume y sonido I

Esta corriente, arranca de los parnasia–

nos, quienes convirfieron la escuela en taller,

donde se labraba y se pulía oon medida y peso religiosos. En seguida, el más aventa– jado de esos arillices, Paul Verlaine, rompe los moldes donde se medía la cadencia y se pesaba el ritmo, y con sus caracieres contra– dictorios desvía la corriente, buscando nue– vos campos. Aquí aparece, entre una pléya– de de valientes trabajadores, el más dolado de las cualidades de la innovación: Stéphane Mallanné.

Muerto Verlaine, Mallarmé quedó en el sillón del loco prodigioso, y nadie le dispufó ese puesfo.

~Ouién era Mallarmé? ~Cuál era su ideal? Hemos oído decir que era un gran innovador, artista de lo difícil: que pretendía y casi al– canzó a crear una nueva literatura, literatu– ra que llegó a ser incomprensible para el vulgo porque la clave la poseían solamente sus discípulos.

Y para h ..blar de un autor como éste. que llegó a escribir sus versos hasta sin nin– gunl;l puntuaci6n, en un leng~aje opuesto o fuera del lenguaje de todos, y que represen– taba sus ideas por s,ímbolos, por imágenes

misL<?riosas, DarlO, usa un lenguaje se:rnejan–

ie, que en el oído habifuado a la armonía y cadencia españolas, golpea ás:eeramente, y se vuelve también incomprensIble. Es que Darío oficia en todas las escuelas, y 1"10 per– tenece a ninguna, y es universal sin dejar de ser individual. Con la lira griega dice:

N ó quieto el vinó de Naxos Ni el ánfora de anEias bellas, Ni la copa donde Cipria Al gallardo Adonis ruega

Ouiero beber el amor Sólo en tu boca bermeja,

Oh amada mial ~n el dulce Tiempo de la primaveral

Americano, hace decir a la paloma en los bosques intertropicales,

Mi ala es blanca y sedosa,

La luz la dora y baila

y céfiro la peina.

Son mis piés como pétalos de rosa.

Yo soy la dulce reina

Que snulla a su palomo en la ln.onfaña

Yo despierto a los pájaros parleros

Y. entonan sus melódicos camares:

Me poso en los floridos limanel05

y derramo una lluvia de azahares. ....... ............

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