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cuyo coraz6n no pa1pi±6 jamás el amor a la Patria, se ha hecho ciudadano argentino.

¡Qué diferencia tan grande existe ahora entre el literato y poeta nicaragüense y el li–

terato y poeta argentinol

Voy a demostrarlo, y con este objeto copiaré algunos párrafos del Azul, y parte del artículo que sobre Stéphane Mallarmé publicó en Ociubre de 1898, en El Mercurio de América. Los ledores de la Patria juzga– rán.

Traguemos primero la endiablada pasta argentina, para que saboreemos después el almíbar nunca empalagante del Azul.

STEPHANE MALIJ1RME

Al Director del Mercurio de América.

"Me encarga el Mercurio un e.5fudio sobre Siéphane Mallarmé, que acaba de morir, trabajo por hacerse dentro de cincuenia años, duelo actual de iodo intelectual del mundo.

Vacilación en mi ánimo, primero. de modo de no querer realizar, en mi idioma, inútilmente, esa labor ardua perfenecienfe a un escritor de mañana, que ha de descender en la mina prodigiosa por el ensayo futuro.

Para el instaroe necrológico, a mi seniir, preci– seriase, ello es de diamantina demostración, el SO~ ~eto mismo del _ Orleo excepcional, la pequeña hra, no más grande que la concha de una pequeña

t~r±uga, c;on la cual recibiesen ya la ofrenda armo– nIosa, o Baudelaire o el angélico y tenebroso a un Hempo mismo, YsJlkee:

Tel qui en lui-méme ell fin Paiernité le changa ..

. :. Ausencia preconcebida de la usual ayuda de lo InCIdental, cara a. la pureza en la cerebraci6n, el pensamiento parangón qU€l.da por lo tanio en su so– ledad, sin ofra corle que sv.s propios fulgores, aSUll.

to de aspirar en la rosa espiritual la única mágica

perla de ,esencia.

. . .Muerlo ya, qua es SillO la veneraoión cariño. sa de quienes le supieron solo en la procesión in. mensa de los escogidos.

Sobre la alm.ohada pqrpúrea, la palidez, sobre

la oual la ínaudifa Tíara a siete órdenes de genlBS.

Ese humo de color de oro, en la cazoleta, deja semíw

SIN RAZON y SIN JUICIO CANTARA,

Y SU CANTO SERA BELLO

Al docior Don Mariano Barrefo

Pfe.

Mi querido maestrOt

He visto su artículo titulado Rubén Da– ría, que está en el número 5 del tomo IV de la revista La Patria.

. No ~s la primera ,vez 9ue el gran revo– 1uclonano de la poeslS hlspano-americana es juzgado de ese modo por compatriotas: Nicaragua se siente orgullosa de haber sido la cuna de Daría, y hoy, el nombre de mi

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materializarse tantss faces de oriente . Sonrisas de las difuntas princesas I he aquí que traza. un signo nuevo, sobre el lago en silencio, el cisne, que co:rn.. plende".

~Quién 110 creerá que el autor de estos párrafos es digno de ocupar un manicomio? Indudablemente el poeta y literato argentino ha sufrido notable desequilibrio en sus poten_ cias inte1eciuales. Esto es, según su modo de hablar, de diamantina demosiraci6n.

Recordemos ahora al literato y poeta ni–

caragüense, recordemos a nuesiro Rubén, en

su hermosísima canción del oral

"Can±ernos el oro, porque de él se hacen las iia~

ras de los pontifices, las coronas de los reyes y los ceiros imperiales, y porque se derrama por los roa.n. tos como un fuego sólido, e inunda las capas de 103

Arzobispos, y refulge en los aliares, y sostiene al Dios eierno en las custodias brillantes

Cantemos el oro, en él arnés del caballo, en el carro de guena, en el puño de la espada, en el lauro que ciñe cabezas luminosas, en la copa del festín Dionisíaco, en el alfiler que hiere el seno da

la esclava, en el rayo del astro. y en el champaña

que burbujea como una disolución de topacios hir~

vientas .

Cantemos el oro, purificado por el fuego, co–

mo el hombre por su sufrilnientol mordido por la lima, como el hombre por la envidi~, golpeado por

el marlillo, como el hombre por la necesidad, real– zado por el esiuche de seda, como el hombre por el palacio de mármol

. Cantemos el oro, esclavo, despreciado por Gerónimo, arrojado por Antonio, vilipendiado por Macarío, humillado por Hilarión, maldecido por Pa–

blo el Ermitaño, quien tenía por alcázar una cueva. bronca, y por amigos las estrellas de la noche y los pájaros del alba y las fieras hirsutas y $alvajes del

yernlo"

y e¡ aulor del Azul, el inspirado cantor y aplaudido li:lel'ato de 1890, ~Es el mismo que ha escrito el revesado estudio sobre Sté– pháne Mallarmé'"

JUAN DE DIOS VANEGAS

Abogado de prellUgio, maestro de :JtneUciontll, fun– dado"r junto con el Dr Antonio Medrana de la Aendemlll de Leon, que tU\O fnma llar IIUlI juego'!

nóut1es, ucrltor '1 pOl!tl'l, luo lo fuente viva do lnror~

nHu:lón de los inveJUeoclorts darÍnno!

patria va a la par de él, gozando de los aplausos que le tributan.

No seré yo el sandio que en desigual tor– neo pretenda asiillar lanzas con un crítico tan respe:lab1e c<;>mo Ud., pero como su discí– pulo que he sido y continúo siéndolo, tengo derecho para objetar. sus razones, á ver si con una segunda explicación logra conven– cerme.

Leído su artículo de Ud., resulta que el maestro y el discípulo tienen una idea m\1Y distinta del famoso conteur, tan distinta, que

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