This is a SEO version of RC_1966_02_N65. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »¿DONDE HALLO SUS PRIMERAS IMPRESIONES?
MODESTO BARRIOS
Aho¡!ttdo, político dulncl'ldll -orador- fue uno de loa
primCJ.OS (!11 l"conocer el genIo de Rub~n y en e~t1nl1l~
larlo 1)r1mer Dircctnr de la Bibliotecn Nncionnl a la
cual se lJe\ó nI poetn
A qué momento comenzó este joven? Dónde halló sus prizneras iznpresiones? De dónde le viene esa inspiración inagotable?
Así exclama JULES JANIN al hablar de Torres Caicedo que en temprana edad había ganado un nombre en las letras y en la po– lítica.
Cosa semejante pudiera decirse de Da– ría, de ese a quien con justicia se ha llama– do el POETA NIl.'tO. Cuenta ahora diez y ocho años. Pero antes de llegar a la juven– tud, ya la flor de la poesía reventaba en su alma. Parece que las nueve musas le visi– taron en la cuna, le tocaron con sus blancas manos y le imprirnieron en la frente el beso de la inspiración. Quién le enseñó a medir el verso, quién a escoger la iznagen apropia– da, a huir del lugar común, de la hinchazón, del ripio, a tener en fin ese gusto exquisito que revelan sus producciones? ¡Quién le ha– bía de enseñar! Las reglas podrán prevenir contra la precipitación que a veces inutiliza las mejores disposiciones, pero no enseñar el estilo, la armonía, el juego, la fantasía ina– gotable, éstos son como caricias de naturale– za a pocos concedidas.
Poco, muy poco ha estudiado Daría. Cuántas veces el que ésto escribe y a quien él aprecia, le ha reñido por su indolencia! Creo que hasta hace pocos meses ha empeza– do a sacudirse del marasmo del medio en que ha vivido. Ojalá que persevere. Pero hay en el genio un no sé qué sorprendente, una intuición rápida como el relámpago, una plasticidad "cérácea", un poder de adivina· ción, en fin Daría, de una ojeada abarca, comprende, sondea: con un pequeño esfuer· zo se asimila cualquier estilo, y el carácter de tal personaje, la trascendencia de tal he– cho histórico, adivinalos y escríbelos en una pincelada. El genio, ha dicho Castelar, tie· ne sus enfermedades. Ciertamente hay en esos seres excepcionales, caprichosas, debili– dades, extravíos que solo se explican como efectos de potencia prodigiosa que se siente estrechada, compriznida en el cerebro que ha– bita. Esto que se llama sentido común es co– mo fuerza centrípeta, y el poeta, el verdadero poeta apenas roza con su pie la tierra, sin– Hendo la nostalgia del infinito parece uno de esos ángeles de los cuadros antiguos, con las alas, las manos y los ojos, el cuerpo todo, en actitud de ascender. La enfermedad de Daría es no reconocer que vive en un mundo
36
de prosa pura, mundo que cada día se enca– lla, Se materializa, se petrifica y cuya sed de oro ha de ser castigada como la del Rey Mi– das. Vedle, pues, cómo vaga de uno a otro punto, cómo se muestra indiferenle, descui_ dado, absorto, cómo parece despreciar has. ta la felicidad en forma de colocación, más o menos ventajosa. Pero no le tengáis a me– nos, no le despreciéis, la chispa del genio ilumina su pupila; ha venido a alumbrar y
encantar. Ponedle una pluma en la mano y
el ángel de la inspiración alzará su vuelo' y
su huella será de luz y armonías.
(Pllbllcndo en "El ferrocarril" el 20 de Junio de 1884)
Los señores Barrios y Gámez se lo trajeron a
Managua con el fin de presentarlo al Presidente Za. vala y a los miembros del Congreso, y tratar de que
diese un decreto para enviar al poeta niño a esiu–
diar a Europa por cuenta del Esiado
En esia ép098 el docior Barrios ayudó a Rubén con un interés poco común, pero propio de él El dacior Barrios era Director de la Biblioteca Nacional que se había inaugurado el 1'1 de Enero de 1882 ca~
5,000 volúmenes seleccionados en España por don
Emilio Canielar, en virtud de encargo del Presidente don Joaquín Zavala. Hizo a Rub6n su colaborador en ese Centro, cargo interesantísimo para el bardo adolescente, y regularmente remunerado El. docior Barrios se dedicó a dirigir a Rubén en sus lecturas, en fanna metódica, a fin de que Se procurara orde– nados y só~dos conocimientos literarios y de cultu4 ra ganer al Pocos como el doctor Barrios podían ha– ber hecho esta labor, él tenía la paciencia y la abne– gación de un verdadero Maestro, y la ilustración de un. connoiado lilerafo.
En su labor que se había impuesto, el docior Barrios tenía que corregir y reprender a Darío. Una vez lo echó de su casa y le dijo que no volviera a poner los pies en ella, si no se enmendaba Rubén pidió posada en la casa de enfrente, donde el dador Geróninlo Raznírez, y con lE\s miras que el docior Ba– rnos 10 supiera y se condoliera de él, tOlnó como cama el lTIosirador del docior Ramírez El docior
Barrios, paciente y bondadoso siempre, se lo llevó nuevamente a su casa, y siguió ayudándole como antes.
El docior Barrios se inieresó porque Darlo tuvie· ra buenas relaciones, que pudieran beneficiarlo, él lo presemó al Presidente Zavala, y después al Presi– deníe Cárdenas Durante la administración de este mandaiario, Darío desempeñó puesfos públicos de importancia, y era Biempre uno de los invitados a la9 grandes fi~stas oficiales Casi siempre a atnhos, al docior Barrios, y a Darío, les focaba hablar en esfos acios, el primero pronunciando un discurso y el se
4 gundo, recHando un poema Así sucedió en la vela– da que organiz6 la señora esposa del Presidente Za~
vala y que se llevó a cabo el 16 de Abril de 1882 en
la Cámara de Dipufados siendo Director Arlístico el Dr Barrios como Secretario que era de la Sociedad de Beneficencia, ya que se ±raiaba de coleciar fon–
dos para el Hospital General.
(Publlcado en "6lodesto Borrios" por Julio Llnaru).
This is a SEO version of RC_1966_02_N65. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »