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ORACION DE POETA

Por ventura hemos podido desentrañar los tesoros de la luz? Mariposas de oro, ro– cío de diamante, lágrimas de pIara, espuma de nácar, pupila de fuego, iopacio en el fo– llaje y zafiro en la estrella, jacínto en la chis– pa y esmeralda en la fronda. Nada Hene que ver la luz con el análisis. Puede la mi– rada humana escudriñar la penumbra y lu– char brazo a brazo con la sombra, pero las

aureolas son el nUIll8n: vírgenes desposadas

con el desmayo, regiones inefables en donde florece el éxtasis. Recordáis la inefable fra– gua de Vulcano; la zarza en llamas del mon– ie Horeb? Venid: adoremos: porque Dios se ha manifestado, y he aquí que, nosotros los hombres, miiad Hnieblas, mílad luz, para el resplandor tenemos la genuflexión, y para el relámpago la plegaria.

Con Rubén Daría nada Hene que ver el análisis. No veis que le ha sido dado el pri– vilegio de las altisimE\s c].1mbres: un poder milagroso semejante al poder de la luz: vir– tud muliicolora y muliiforme de transformar la arcilla en piedras preciosas, de poblar los desi'i)rios y de sembrar la comedia de la vida en el silencio de las tumbas.

Los críficos, inteligenc~as medianas, he– chas para apreciar el valor concreto de los términos y el número común de los signos, nada enHenden de la mE:tamorfosis de la pa– labra; la palabra perdiendo su cifra clásica

y fransformándose en una palabra viva por los siglos de los siglos. Allí, en esa vibración inmanenie y creadora que ceniuplica los ¡;nol– des de la expresión y sosfíene la ju'v<;>ntud eterna del lenguaje, de manera que ya no sea el decir en manos del vidente, criatura torpe y rebelde de aliiva cerviz, sino esclava humilde y sumisa, como el barro en manos del alfarero, allí reside sin duda el secreto de Homero, el talismán de Isaías, el amuleto ca– balísfíco de los verdaderos príncipes. En Dante y en Shakespeare no hay palabras si–

no almas: en una sonrisa, en una mueca, en una mirada, en un beso, en un rugido; las

almas de los iiempos, las almas de las cosas

y las almas de las almas, destacándose al conjuro del poeta, en el fondo sencillo del si– lenclo, como relámpagos que se entrecru– zan en el abismo.

Así procede la luz, sanfíficando todas las cosas, desprendiendo vida de la muerte, y

AZARJAS H. PALLAIS

Pr~sbítcro, poeta, iniciador del movimiento que más

tal'de se denominó "VanguanUIt - Cnrl5tituye con

Alfonso Cortés y Salomón de la Selva los tres más

Itrnndes poetas ni<'arag-üenacs de.'lpuéll de Rubén Darío,

orador de famn I -Autor de varias obras-

perfume de la corrupción: qué es lo que hay en el cadáver? Miseria y podredumbre? Os engañáis. Flota sobre los cadáveres, como una garaniía de respeto y de nobleza la paz blanca y del marfil. En las entrañas de la

noche no vive la ±raición, sino el ébano iran–

quilo de las filosofías hondas y calladas. y

en la sangre de habla de ruinas, brilla la púr. pura que habla de triunfos. Porque esa es la esencia de la luz, sacar fuerzas de flaque. zas, y cantar en medio de las catástrofes del mundo el himno triunfal de la esperanza.

y si hasfa en las ruinas triunfa la luz, cómo serán sus iriunfos en el triunfo? Cuan– do sale de ll;l. espuma, con los cabellos suel– ios, en una concha tirada por cisnes la hija de Zeus, la inmodal dolosa, la de cinco tro. nos, Afrodita Reina: cuando bajo los arcos de

la Vía Sacra, pasan las cuadrigas victoriosas:

cuando sube al pafíbulo de los esclavos, la luz verdadera que ilumina a todo hombre

que viene a este mundo .

y así es Daría, como la luzl

Queréis ébano? Oíd: "El alma simple de la bestia es pura".

"Dichoso el árbol que es apenas sensifivo,

y más ,la dura piedra porque esa ya no siente,

Pues nó hay dolor más grande que el dolor

(de ser vivo,

Ni mayor pesadulnbre que la vida,.é:onscienfe

Son fam1.as del enigma la paloma y el cuervo, La rouerle es la vicioria de la progenie humana,

La pena de los dioses eS no alcanzar la rouede".

Oueréis púrpura? y la Oda a Mitre con les centauros de las metropas, y el cóndor, y las pampas, y la música de Quinto Horacio Flaco? y los hexámetros de Homero, y el re· vuelo de la tempesfad?

Oueréis más púrpura? y las evocacio– nes mágicas de la marcha triunfal? Roma exuliat victorix. Las energías del alma an– iigua cristalizadas en forma de cuadriga, se 61nbriagan de apoteosis, al compás solemne de las tubas heroicas. Arma virunque cano, dice Virgílio. Ya no se dirá Epiniquios de Píndaro, sino también Marcha Triunfal de Daría, Y en la Canción del Oro reina el topa– cio, mariposa blanca de alas tembladoras, el oro de los crepúsculos, señor de la melanco– lía; el oro del oro, señor de la muerte, Y el oro de la muerte, señor de la vida.

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