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EN SU INMORTALIDAD

He aquí, com.o un espíritu, un glorioso portalira, un com.pleto filósofo, un hom.bre, en fin, que bebió ansioso la luz en todas las fuentes de la sabiduría, supo m.antener siem– pre firme, enhiesto, el tesoro de la fe, que ja– más le abandonó y que en la hora final de la partida estuvo con él, latente en su alma, consciente en su ser, para servirle de guía ha– cia la serena inmortalidad y de antorcha en cuyos resplandecientes rayos la humanidad detendrá sus miradas corno en el m.ás eleva– do ejemplo del Bien y la Verdad.

Rubén Daría corrió por todos los sende– ros de la vida, sorbi6 el vino de las ansias in– finitas; erró por m.undos lejanos, llevando en su alma sus creencias de toda la vida. Can– sado de la gloria que iluminó el ancho calU– po de la literatura, volvió a su patria, a su adorado rinc6n, de donde un día partiera en busca de horizontes en donde anegar su es– píritu en la luz de la eterna verdad. Y vol– vió, y su hogar le ofreció las m.ás dulce1' ter– nezas, los más encaniadores panoramas, y cuando sintió que la vida se le iba, que en su reino interior em.pezaban a penetrar las

sombras, recogió su fe COlTIO un peregrino ~u

báculo y entr6 de lleno en el seno de la igle– sia católica para dem.ostrar entre el m.undo que el verdadero genio está siempre cerca de la ,Divinidad.

y yo, vi al poeta recibir con fervor, con unción verdadera, los auxilios de la religión a que estuvo acogido; y le ví animarse cuan–

~o la h<?"tia inmaculada cayó sobre s11 len– gua pa~a la Gual pedía los ardientes carbones del asceta; y le ví también asirse al Cristo de la agonía, besarlo y concentrar su alma en el misterio de los suprem.os instantes.

Rubén Daría no manchó su alma del mundo; sus obras son el m.ás grande ejemplo de misiicismo; y diríase, que sobre las pági– nas de sus libros y sobre sus estrofas pasó ro– zando el ala de la mística palom.a y el per– fume inviolable del incienso de los templos. No se contaminó su alma con los ácidos de la moderna filosofía; pasó y conoció los sistemas haciendo solamente obra de análi–

~is. Nunca un pensamiento grosero ni una idea malsana empañó el cristal de su cora–

Zón y de sus creencias.

. Sus versos son modelos de belleza y de piedad. En muchos de ellos el alma ator– mentada del poeta asciende al monte celes-

51MEON PEREIRA Y CA5TELLON

Obispo

Ultinlo Obi,po de NlcafnCI1Q )' primero de León

Onu]ur sn¡radu

te a bañarse de luz y de gloria para luego verter el néctar de sus ansias infinitas, de su fe de niño, de su convicción triunfante. Por eso, cuando aclama: ¡Oh, Señor Jesucristo, por qué tardas:

y dice: mi corazón será brasa de tu in– censario, reasume el grito más hondo de fe que hayan escuchado los modernos espíritus y es a m.anera de soplo que haya refrescado el corazón ardiente de los pecadores.

y corno Rubén Daría fue todo eso, en el terreno de lo espiritual; y corno hombre cul– minó con los aiributos que Dios solamente ofrece a sus dilectos, la Iglesia le ha hecho sus más grandes homenajes, la patria se ha envuelto en los cendales del dolor, la vieja campana del templo que le llamó de niño a la misa m.atinal, h.a vibrado en un extreme– cimiento de pesar y sus notas han sido como el eco doliente de su querido León, de este León heroico y altivo, que ha rugido de do– lor y sobre cuyas crines ansiadas y amadas, soñó un día dormir el poeta su sueño inmor" tal.

y he aquí, cómo el destino quiso sem– brar de goces en sus últimos días al glorioso Daría.

Si tuvo en su querida meirópoli flores

para sus pies de peregrino, admiración para

su frente de pensador y laureles que prego"

nasen :?us excelsos triunfos, ese nUsrno desü...

no quiso también conservarle su única y legí" tima esposa, sin duda para que ella, amante y solícita, cerrase los párpados ilustres, fuese como la hermana de la caridad junto al lecho del moribundo y para que le prodigase los postreros bálsamos de amor y de consuelo cuando empezaban a entrar las sombras en

el reino interior de su ser.

Ya Daría va a descansar; ya duerme en el auguslo templo de la gloria y de la in– mortalidad.

Vedlo allí, ornada la trente con el mirto simbólico, lo mismo que Dante, Milton, Sha– kespear€, sus hermanos en las grandes altu– ras.

Descansa ya, oh genio que recorriste los caminos de la fama.

Duerme, Daría, poela esplendente que inundaste de luz los dominios de A1nérica y cuyos bosques arrullaste con las armonías di– vinas de tu divino plectro.

Ya reposas en la gloria del Señor.

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