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DE LEON
De niño, a los catorce años, llevado de la mano por su tía Bernarda aparece
Rubén en el templo de la intelectualidad de Nicaragua: El Ateneo de León, de los viejos doctores de la generación del 1880. De ahí salieron sus maeslros y discípulos; sus detractores y admiradores y de tales plumas salieron las pá– ginas que siguen como reflejo de la época y del ambiente de los contemporá–
neos coter,ráneos de Daría.
Aunque el Siglo XIX en Nicaragua no fue en verdad de carácter cíentífico
literario, como lo expresa don Nicolás ~~itrago en sus memorias ~obj e León,
ya en 1880, durante la administración del Presidente don Joaquln Zavala apa– recieron y se hicieron sentir en las principales ciudades de León y de G,ranada,
minorías o élifes de vigorosa cultura en las que se distinguían y sobresalían
hombres de gran prestigio y honra para la nación. Entre ellos estaban estos
poetas, periodistas, literatos, maestros, jurisconsultos y otros que en diferentes
medidas daban realce y nombre a Nicaragua; lo mismo que prominentes sacer– doles.
La característica especial o signo distintivo de es. generación la expresa el señor Buitrago diciendo que "a pesar de que hablan absorbido la esencia del crudo positivismo que invadió al mundo desde principios del Siglo XIX, habla en ellos una dedicación marcada por el cullivo de la lógica como estudio prin– cipal de la filoscfía de los valores. En ese nuevo desarrollo fiosófico que exis· tió enlre los hombres del 1880, se hace de la fe religiosa como en realidad lo
es, un acto razonable".
IIEn casi fodos estos intelecluales, -observa Buitrago-, se halla en sus
versos, en sus artículos y en la mayoría de sus producciones literarias, una po.. derosa mística laica; y todos Ipresentan yacilación y duda sobre los sentimientos religiosos. Pero, al mismo tiempo se siente y se conoce que prevalece en
ellos la fe dogmática que aprendieron a conocer y asentir en los suaves y santos regazos maternales, sin que hayan conocido por la falta de cullura reli· giosa, las buenas razones para fundar la credibilidad de esa fe, como nos lo dice Santo Tomás de Aquino".
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