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« Previous Page Table of Contents Next Page »Hace un gesto de dísplicencia, y me contesta. -Nada! No tengo nada! Mejor dicho, tengo algo, tengo mucho
y calla.
Me siento junto a él en una butaca de junco, y observo los estragos de la enfermedad.
Pienso con tristeza en la suerte del glorioso inte– lectual, en su decadencia física, quizá en su próximo fin.
Comparo su situación actual con la de ayer, cuando corría, lleno de fuerza y juventud, por las po– derosas redacciones de los periódicos sudamericanos, y, después, por España; y, después, por POI ís todo glorioso, con su laúd a la espalda, y su corona de lau–
I el en la frente
Los lite rotos se lo disputaban, los ministros, los embajadores, los artistas. Vísitoba a los reyes, a los presidentes
En el humilde silencio del rincón nicarogüense se extingue esta alta vida que abarcó tanto, que tanto ha fulgurado, que tantas almas ha sacudido Se extin– gue bajo el peso de la hidropesía, a la edad no mayor
de cincuenta años
Durante mi prolongado silencio y mi meditación, no me ha quitado los ojos de encima
Siguiendo talvez el curso de mi soliloquio, me pregunta de súbito -Bien, ¿y qué?
-Nada! Que te veo de mal humor
-Pues, ¿cómo quieres que no lo tenga si acabo de sufrir una cólera? -¿Cólero? -Como lo oyes
y me refíere que hace unos pocos momentos re– cibió del Gobierna doscientos dollars a cuentd de mayor suma que le reconoció el Gobierno y de la cual ya se le habían enterado otras paitidas
-.-.Mi felicitación, -le digo- mi felicitación Doscientos dollars no vienen mal iCómo se puso de furioso, al oirme!
-Pard tí, -·-exclamó- para Manuel Maldona. do, para Santiago AlgLiello, para Luis Debayle, para todos los que viven en la Papoasia, esa suma puede ser suficiente, pero has de saber que yo no soy naco· tamalero ,amo Uds! Yo soy Rubén Dorio, y la cosa cambia de aspecto Esa cantidad es insignificante y no la acepto
Se erguía altanero, altivo, con el orgullo de un dios ofendido
-Dicen --agregó- que mañana mandarán más ¡Mañana, mañana! Es un moñona que tarda en lle-gar El plazo de la raza
No me dí por ofendido por sus duras palabras
Desde hacía días había observado que la fiebre debilitaba rápidamente su razón y lo hacía delirar,
decir incoherencias, a ratos.
Traté de calmarlo, hablándole del estado econó– mico del país y de la buena voluntad del Gobierno para pagarle
Pocos minutos después pasó la crisis
Hablando de su última labor literaria, se refirió a PALAS ATHENEA Es una oda, dijo, que compuse
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en Guatemala para las fiestas mínervlnas, por excita_ tiva del Presidente don Manuel Estrada Cabrera. -No pude I ecitarla por enfermedad y designé para que lo hiciera en mi lugar al buen amigo don Adolfo Vivas, un brioso talento
6 DE ENERO, 8 DE LA NOCHE En su casa hay mo-
vimiento de amigos Están allí la hermosa doña Margarita de Lacayq y otras cuyos nombres no conozco, la familia de Daría y varios doctores amigos Reina gran agitación.
Hablo con la madre política de Daría
Ha resuelto, me dice, marcharse a León Va a aquel lugar para que lo vean los médicos y tal vez para operarse Yo no estoy de acuerdo con ese pensa– miento De igual manera opina mi hija Rosario. Pero él así lo desea, y no hay que controriarlo Pare– ce que lo han sugestionado influencias que desco–
nozco
Me introduce al CUOltO del enfermo y encuentro a éste algo animado, talvez por la perspectiva del viaje a la ciudad de los viejos Obispos, la cuna de su tamilia, digamos Y no digo su cuna, porque habéis de saber -y lo sabéis bien- que DOl ío nació en Me– topa, pueblecito del Departamento de Matagalpa, un caserío modesto, situado en el fondo de las montañas septentrionales de Nicaragua Después su padre lo trasladó a León
Al verme, me habla de la necesidad de un nuevo
examen médico
--Te repito lo que te he dicho más de una vez No creo en los médicos Me sucede las de Quevedo desconfío de ellos Pero puesto que su votq es indis– pensable para un nuevo tratamiento, estoy resuelto a marcharme a León Veremos Iq que dlc~n aquellos doctores Me acompañará Luis Debayle, que ha ve– nido expresamente a llevarme
Sobreponiéndose a las urgencias del momento, me habla del movimiento de la prensa, y, después, de mi último artículo publicado en "El Comercio", "Hd– clendo los pastores".
Aceptable tu artí'culo, bueno -exclamó- pero le pusiste el parchecito americano, el parche de ternu– ra Así escriben todos Uds. No pueden salir de la esfera sentimental. Deja de eso Echa vitriolo, echa vitriolo Si me mejoro de esta enfermedad, publicaré algo en "El Comercio". Algunas páginas diminutas, diariamente, en cualquier plano, con el título LAS UÑAS DEL MUERTO, que me recuerde a Dumas Ya
se me apreciará bajo una nueva faz, ya se me cono~
cerá Antes fuí una paloma ahora quiero enseñar mis garras seré milano
-Los OItículos que escribo, le contesto, son víví– dos Reflejan cudros de lo que observo. El zurcido
artístico, el acomodo, no los conozco, ni me gustan
Sí aigunos trabajos salen con su nota delicada, con ese parchecito que dices, es porque osí ví las cosas d~1
mundo
Metiéndose en filosofías, agrega
-La prenso del país no es capaz de dedr, de pu– blicar ciertas verdaaes, vérdádes que son evangelios.
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