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Sin empargo, dice que el abdomen le ha crecido otro centfmetro

Ya se ha llamado a León al Dr Luis H Debayle

-j Felices Pascuas! -le digo Y le doy un abrazo

, -Gracias, gracias, responde

Está muy abatido y me habla de la necesidad de

hacer su testamento Se muestra sereno, y, cosa rara,

no le asusta la muerte

-Quiero disponer de mis cosas, dice, El gobier– no de mi patrio me debe como nueve mil dollOl s de mis honorarios de Minist. o en España No dudo que me los mandará pagar el Presidente don Adolfo Diaz Fn Nueva YOlk me dio cartas muy especials don Ra– fael Cuadra agente financiero de Nicaragua, reco– mendando ese pago

Quiero disponer de ese dinero, de 105 contratos de mis obras con los editores, y de mi arreglo con LA NAC/ON de Buenos Aires, o la cual no he escrito ni una sala línea, desde hace más de un año, muy a mi pesar En ella colaboro hace mós de veinte, y, según sus estatutos, tengo ya derecho a mi jubilación. Viendo su resolución, le contesto

-Muy bien! Si quieres te llevo la plumo y es– cribo tu testamento, pero si no, puedo traerte recado de escdbir, poro que lo hagas De este modo tendrá más expedición iComo quieras!

Medito un roto, y responde -Ya veremos! Yo te avisaré' Gracias por todo!

Está vacilante, dudoso su espíritu, en medio de las graves circunstancias en que se encuentro . -·A pesar de mi enfermedad, agrega, no he permanecido ocioso He meditado dos cuentos que me gustan Hubíera querido escribirlos creo que han salido buenos; pero primero es el testamento

Tiene la vista fija en un sitio del cuarto Sigo la dirección d~ ~u mirada En la mesa de las drogas, sobre un liliro de cubierta roja, alcanzo a ver un pe– queño crucifijo de plata

Al lado de las almohados se ve un libro abiel to -¿Qué obra lees?

-Acopo de leer a Enrique Ibsen, el viejeci,to por· tentoso SOn interesantes sus dramas CUANDO RE– SUCITEMOS y JUAN GABRIEL. Tienen frqses que condensan mi doloroso destino y que quisiera ver escri– tas a los pies de mi lecho en momentos de morir

Porque, te digo con sinceridad, yo creo que he venido o Nicaragua sólo a morir. No le tengo miedo a la muerte i Qué me importa que venga! En oca– siones he gozado tanto como tal vez no lo hón logrado los millonarios de esta tierra He comido como prín· cipe he vestido con mucho lujo, he tenido histol ias en el ";undo de las supremas elegancias Me he rela– cionado con los más altos personajes del Ilil,indo he sentido con frecuencia el aletazo de la gloria, he de· rrochado dinero, que gané en abundancia ¿Qué me quedo por desear? Nada. Venga la mIJerte . Sin embargo, si Dios toddvía no lo quiere, di~eorít!l un rinconcito de la ¡ieHa para vivir al Calor de t.¡na sgnta ternura Me gustaría eso Sería mi ideal N\lQa de locuras, serenidad, tranquilidad, pocos y escogidos amigos y algún charnpagne para obsequiarlos. Y mis

libros, y mis cosas de arte; pero "ada de compromisos para escribir por obligación

26 DE DICIEMBRE Ademós de [os buenos libros, le

han gustado siempre a Rubén Daría cuatro cosas el vino, las mujeres, la buena me. so y los trajes elegantes

Excelente catador, con el simple paladeo de Un whiskey o un cognac, conoce la marco

Un traje flamante, la corbata fina, una Comiso alba, un chaleco aristocrática, un frac elegante, lo

entusiasman

Los manjares delicados, el plato italiano o fran–

cés! o español, o un rico beefsteak, una mayonesa

ideal, la sopa de leche y ostras, un trozo de queso de mantequilla, queso de égloga --<:omo dice él_ lo deleitan

En cuanto a las mujeres, Venus, Safos o Frinés, con sus mejillas de raso, sus labios de granado, 105

dientecitos menudos, los ojos como abismos, cual los de la serpiente paradisíaca, diablo!, por lo que toca a las musas, las diosas del pecado, se ha vuelto loco por ellas Un pie diminuto, uno mano, unos hoyuelos de gloria, promesa encantadora de bes~s y caricias, un pelo negro, muy negro; o un costana, color de oro mate, exaltan su fantasía.

Enfel mo e imposibilitado como estó, pide, no obstante, platos fuertes, Pollo, arroz, tallarines; que– so, pan Quiero un buen plato, bueno sopa, quiero

comer bien, dice.

Y habla fuerte, y regaña y grita, si no le dan gusto Y cuando regaña eS con frases duras, a veces subidas de tono

Es la una de la tarde y acabo de verlo

Lo encontré conversador, y con buen apetito Deseaba comer pastelillos Y la esposa se los prepa-raba

-i Pasteles!

-Sí! Como lo oyes quiero pasteles y uno ca· pilla de éharnpagne Estoy desesperado de tomar sólo líquidos

-'-Pero tu en 'ermedad; tos médicos

-Al diablo la enfermedad y al diablo los médi· cos! Quiero pastelillos.

-¿Ya están los pasteles? Tróigonme 105 pos· teles! .

Su acento es llano, imperioso, de mondo Minutos después llega la esposa con cuatro pas-teles diminutos, bien dorados, sobre un plato de cristal. El, con galantería -Gracias, se.ñora!

Después, dirigiéndose o mí, me dIce

-Pruébalos tú también Y me obsequia uno. Yo empiezo a comerlo

~Sabrosos, ricos! Se deshacen en la boca, le digo

. Sin embargo, él los encuentra insípidos . To~.a

. pequeños bocados y muerde la pasta con disphcenCl~'

Ya masticada ~,pone a lo orilla del plato. Se manl' fiesta descont<!'ñr6.

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