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25 DE DICIEMBR~ Las doce meridianas Sopla un

alisio fuerte Opaco está el día y levanta el viento grandes nubes de polvo El lago estú agitado Vése de lejos su color de bronce oscuro con salpicaduras blancas

Contemplándolo, recuerdo al poeta, cuando, en

años ya lejanos, íbamos por sus riberas, o por las cal/es

de esta capital, de paseo, de juerga o verbena, dicien– do literaturas o fa. jando proyectos

No tenía entonces la celebridad a que ha llega– da, pero ya la fama empezaba a consagrarlo Había sido huésped en El Cabrero del poeta Presidente Rafael Núñez, aquel alto ingenio colombiano que -según dicen sus amigos- cayó en contradicción en su vida política con sus ideales de filósofo

Estos recuerdos me acompañan al entrar a su estancia Hoyes día de Navidad i Qué Pascuas pa-ra el pobre enfermo!

Lejanos aquellos tiempos, perdidos en el abismo del pasado! El rabí está ya viejo, usa anteojos, unos poderosos anteojos de oro, al través de los cuales y a pesar de su enfermedad, devora los periódicos del país, los libros que ha recibido escritos en francés, inglés, italiano o español, porque habéis de saber que Rubén Dot ío habla varios idiomas, conoce algo de alemán, algo de g. iego y de latín

Fue buena noche, con una poción de chalagogu.e que tomó ayer DUlmió algo, a pesar de las músicas, los gritos, los repiques, bombas y cohetes de Noché– buena

Pero que venga, que me véCl y que me haga lo que dicen Quisiera que sólo él procediera, sin que me tocara otra persona La repito no creo en los médi– cos Le tengo honor instintivo a su ciencia y sobre todo a sus aparatos teatrales Son pocos los sinceros e ingenuos, los modestos y sabios de verdad. En la

mayoría, tropieza uno con farsantes, farsantes cuchi–

lleros, asesinos feroces

Guarda silencio algún tiempo, y, al cabo, agrega, como en estudio retrospectivo de su vida

-Las cosas que me suceden son consecuencias

naturales del alcohol y sus clbusos también de los

placeres sin medidl1 He sido un atormentado, un

amargado de las horas

I-Ie conocido los alcoholes todos desde los de la India y los de Europa, hasta los amerícanos, y los rudos y ásperos de Nicaragua, todo dolot, todo veneno, todo

mU€lte Mi fantasía a veces, hace clisis, sufl€ la epi–

lepsia que produce ese veneno del cual estoy saturado

Me siento entonces aglesivo, feroz, con instinto de

dstruir, de matar Así' me explico los grandes asesi– natos cometidos por el licor

Se calla Al rato, en voz baja, habla de su afán de ternura, de su hogar

-Yo he corrido mucho Mejor dicho, me han dejado correr, y no he fundado hogar Hoy, al cabo

ele años de ausencia, me reúno con mi esposa ¿Qué

le traigo? Nada Soy un tronco viejo, arruinado, un

hombre en cenizas

Tiene brillante la pupila, algo coloreadas las me– jillas

21 nI' DICIEMBRE Llego a la casa del poeta con el

alma llena de pesadumbre

Me la causo su situación POI éceme un león

vencido, un atleta oli'mpica a quien el destino detiene de pronto en medio de la carrera luminosa de sus victo–

rias Alto, sonoro, magnificente, es una águila a lo

cual el dolor quiebra las alas.

En esta situación de pena, llego a su cuarto Se encuentra con él el sabio Miguel Ramírez Goyena, vie– jo amigo del poeta Está sentado a la arillo del catre, debajo del mosquitero que cubre a Daría, a quien lee con interés un capítulo de su Flora Nicaragüense, pro– bablemente el titulado WIGANDIA DAR" Es la descrípción de un arbusto tropical clasificado por el maestro y bautizado con el nombre de Daría

Después que Ramírez Goyena se retira, me aproximo y lo saludo

Siempre una mala noche Tiene fiebre 39 gra– dos. Con frecuencia le atacan náuseas. Se le ve mucha fatiga Está afeitado Su fuerte busto se destaco en el fondo del lecho

Flojas las mejillas, hundidas, hinchados los pá.– podas, el cabello entreverado de canas, un círculo de calvicie, como una tonsura, le dan aspecto de un alto monje oriental clavado en la roca del dolor, cuando no el de un semidios vencido, por obra milagrosa de la pena

Habla con t.abajo

-Me siento fatal, fatal Ya lo ves La noche ha sido pésima Tengo fatiga, una desesperante fa– tigo Por otra parte, estas náuseas y este dolor en el estómago Mucho tormento Además, lo agrio del paladar, estos gases ácidos, me desesperan

Y se apresura a comer un pan de magnesía que está sobre el veladOl, al alcance de la mano

Aprovecho las circunstancias para indicarle la

necesidad de una intervención médica más activa

Oye mis palabras con interés Medita largo tiempo

Al cabo dice, con vacila ión

~-Tal vez sería bueno llamar a Debayle, a León --Eso depende de cómo te sientas tú, le contesto. Sea que te decidas por cualquier médico, conviene que

te examine de nuevo, y si fuere necesaria alguna ope~

ración, Cl ea que debes resolverte La faHga que ex– perimentas seguramente proviene de la cantidad de agUiJ que tienes en el estómago

-Bueno, está bien! Ya he dicha más de una

v~z que no creo en los médicos Le tengo horror a la

~'cotomía, tan en boga en París, y tan combatida por a prensa, por razones de humanidad y de piedad.

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un hombre que ver dormir a otro cuando no se tiene sueño Empecé a gritarle ¡Olivares! ¡Olivares! No duerma Ud , acuérdese de mí. Como no despertase, grité ¡Socorro, Socarrar, y le arrojé una almohada Con el ruido que hice, se levantó mi esposa, y algún tiempo después, despertó Olivares que se habla acosta– do vestido en esa hamaca Y me señalaba la hamaca blanca de pita

-Si lo ves, dile que no vuelva a quedarse. Que se lo agradezco en el alma Yo no quiero alarmar a la familia con nuevos gritos de ¡Socorro! ¿Para qué?

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