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« Previous Page Table of Contents Next Page »marino inglés llamado Nelson, que más tarde se encontraría en TrafaJgar, según afirmo el Arzobispo Peláez en sus Memorias poro /0 historio de Guate–
ma/a, y luego el historiador nicaragüense Tomás Ayón, pues Nelson estuvo
en Nicaragua en otra ocasión, sino contra otros enemigos, aunque siempre
ingleses. "En 1762 -escribe Gómez- se presentaron los invasores ame– nazando el Castillo de lo Concepción (hoy Castillo Viejo) en momentos en que el castellano de la fortaleza, señor don Pedro Herrero, se encontraba enfermo de tanto gravedad, que murió algunas horos antes que los ingleses afrontaron las baterías Este suceso, que coincidía con las miras del enemi– go, dejó acéfalo aquel punto militar, pues un sargento fue cuanto quedó por jefe de la guarnición El comandante de /0 floto, informada de todo por algunos prisioneros que servían de ataloyas en puntos avanzados, mandó pe– dir al sargento los llaves del Castillo, y éste, olvidándose de su deber militar, se manifestaba dispuesto a entregarlas, cuando la hija del castellano, que apenas contaba diecinueve años de edad, estimando como un legado el honor y lo dignidad de su difunto padre, cuyo cadáver tenía delante, se negó a sufrir tamaña vejación, y, constituyéndose en jefe del Castillo, hizo regresar al heraldo con su contestación negativa Los ingleses entonces rompieron un fuego de escaromuza, creyendo que esto bastaría para lograr la rendición, pero la señorita Herrera, educado en ejercicios varoniles y conocedoro del manejo de las armas, tomó ella mismo el botafuego y disparó los primeros cañonazos, con tal feliz acierto que del tercero logró matar al comandante inglés y echar a pique uno balandrita, de tres que venían en la floto. Con este arrojo contuvo el ímpetu de los invasores y mantuvo lo acción en equili– brio por cinco días que duró el fuego Una circunstancia bien sencillo causó no poco temor a los ingleses. Viendo la señorita Rafaela Herrero que la os–
curidad de la noche impedía distinguir los posiciones del enemigo, hizo empa– par unas sábanas en alcohol, y después de colocarlas sobre unas ramas secos, dio orden de inflamarlos y echarlas al río A su vista, los ingleses se creye– ron que se trataba del tradicional "fuego griego", no pudiéndose explicar cómo podían sobrenadar sin apagarse aquellos masas de fuego, y como la corriente las arrastraba hacia ellos, se llenaron de pánico y huyeron, suspen– diendo el ataque durante aquella noche Cuando fue de día los ingleses continuaron el interrumpido ataque, pero sin éxito Por la tarde suspendie– ron de nuevo sus fuegos, yola mañana siguiente se retiraron, dejando mu– chos muertos, varias embarcaciones perdidos, algL!nos útiles, y, sobre todo, el tríunfo de lo mujer El acontecimiento causó gran regocijo en Granada y en todo el reino de Guatemala, en donde se celebró con entusiasmo, y la joven heroína fue colmado de alabanzas y bendiciones".
Diecinueve años después el Gobierno español expedió uno Real cédula otorgando a la señora doña Rafaela Herrera una pensión vitalicia en premio de la heroica defensa que hizo del Castillo de la Concepción en 1762 De tal guisa las nicarogüenses de ahora, las del puebló, van a las campañas, vi– vanderas, cantineras o compañeras del soldado, y más de una se la ha visto en funciones de guerra, virilmente pelear con su fusil, como el más valiente. Yeso misma mujer es en su casa buena, hacendosa y excelente para el amar. Lo que se llama las mengalas, o sea las obreros, las que no usan el sombrero europeo de las clases acomodadas, portan con garbo el antiguo chal, que, como los de la India, las decora hermosamente, colgado de los hombros, hombros que van desnudos como los de una dama en traje de etiqueto Hay entre esas menga las ejemplares deliciosos que se dirían floración de una An– dalucía complicada del ancestral ensueño y voluptuosidades indígenas.
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CORT.ESIA DE EMBOT.EUADORA MILCA
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