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En el Poema de la locura, hecho con bizarrfas musicales y caprichos mé– tricos, muy romántico si se quiere, demuestra mayormente su dominio técnico y su ensoñadora fantasía En Ojo y alma, su último libro, continúa su ado– ración ideal, y la música, en el amplio sentido griego de la palabra, impera siempre.

Junto con Argüello sostienen en aquella tierra el culto artístico escritores como Ayón, de quien ya he hablado; como Félix Quiñónes, a cuyo ferviente humanismo debe tanto la cultura intelectual nicaragüense; Manuel Maldo– nado, que es un poeta sentimental y elegante, duplicado de un orador admi– rable, de un crisóstomo fogueado por aquellos soles, Francisco Huezo, inte– ligencia largamente abarcadora y verbo ardiente y cordial, los hermanos Paniogua Prado Francisco, sutil, sensitivo y a veces complicado, cuya prosa elegante y moderna es reveladora del espfritu progresista y asimilador de Nicaragua, José Morfa, liricamente airoso y amador de quimeras.

Los nuevos en la vida de la mente, los de ahora, tienen su esperanza en flor y su corazón lleno de futuro El P. Casco es sapiente y armonioso (*);

meditabundo, sereno e impregnado de universal amor escribe sus ritmes Ma– nuel Tejerino, con ímpetu y con fragancias sílvicas exterioriza sus energías Antonio Medrana, Juan R Avilés decora bizarramente sus prosas poemáticas, el poeta Vanegas, quizás el más firme y sólido, expresa su generoso sentido de la vida en hermosas estrofas; José Olivares sinfoniza suaves melancolías y eterizadas divagaciones, Lino Argüello, de finos caprichos y prematuras lan– guideces, combina plausibles versos, y Gorcía Rabieta y Narciso Callejas, que heredara superioridades maternas, y Juan Guerra y Rivas Gltiz, y otros más, hacen la noble, y allá por desgracia estéril, buena campaña del arte En Ma– riagua está la Biblioteca Nacional. Los libros extranjeros llegan raramente Hay dos cronistas meritorios que se dedican a comentos y exposiciones de las anales patrióticos Jenaro Lugo y Satomayor

VII

La mujer nicaragüense no tiene un tipo marcadamente definido entre las del resto de Centroomérica, pero hay en ella algo especial que la distingue. Es, y ya lo he hecho observar en otra parte, una especie de languidez arábiga, de nonchalance criolla, unida a una natural elegancia y soltura en el movi– miento y en el andar Como en las Antillas, como en casi todas las Repúbli– cas sudamericanas, abunda el color moreno, el cabello negro, pero no son escasas las rubias Solamente que el clima no deja durar mucho los oros de los primeros años Así, el rubio claro o áureo se torna en castaño; las cabe– lleras se oscurecen, prevaleciendo tan sólo el encanto de la mirada azul Los cascos de' ébano o azabache son de copiosa riqueza La herencia espa– ñola delata su procedencia extremeña, castellana o andaluza Sorprende gratamente el gran número de cuerpos altos y esbeltos que caminan con sin– gular gallardfa "En cierta manera -dice Havelock Ellis-, puede atribuir– se especialmente a sus peculiaridades anatómicas el andar de la española. Su paso -.que se distingue también en todo lugar en que las mujeres acos– tumbran llevar carga a la cabeza, como en las romanas de las colinas albanas y eri algunas partes de Irlanda- es el porte erguido y digno, acompañado de

(.) En prensa ya este libro, me llega la noticia de la muerte del P Casco. EXpleBO mi duelo por ¡a

desaparicl6n de ese generoso talento, que tanto hubiera hecho por la cultura <re NicafP,gua

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CORTESIA DE ESSO STANDARD On., S.A.

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