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« Previous Page Table of Contents Next Page »su patria. Superpuso a los elem.entos dados otros adquiddos en sus experiencias intelec– tuales y humanas. La patria, hecho natural,
la convierte Darlo en una decisión de orclen
cultural.
"Rubén vivió bien en todas parles, como El as– ma o Vives El llegó por vía de 10 poélico, infelec–
tivamenie, a ese lUismo concepto de patria de los grandes humanistas En ella caben la iierra del na– cer, las tierras del crecer, los dones de la carne, los logros del espíritu "Magnipa±óa" llamaría yo a la de Rubén, la pairia creada conforme a la sed es– pirilual del hombre, y sin orros límites que los lími. fes mismos de la visión y del sueño del ser hUI"nsno, los límites que se alcanzan casi invisibles, al fondo
de los hOlizonies".
Para conocer en todas sus facetas espi–
rituales a Rubén Daría forzoso es referirse
también a su actHud política, aunque ella no dé lustre a su nombre. Corno centroameri– cano subió el mal de la raza, pero no desco– lló en el espinoso campo de las banderillas partidarias. Fue liberal, porque creció en
aITlbien±e rojo, de orientación vol1:eriana¡ pe–
ro no fue partidario militante. En este senti–
do sus acfividades se orientaron a conseguir
el apoyo del poderoso de la hora para cal–
mar sus angusfias económicas, carlancas do–
lorosas que lo aherrojaron desde la aurora hasta el anochecer de sus días, casi sin inter–
m.i±encias.
Su opinión respecto a la política y los
políticos iberoamericanos, resul±anie del "al–
ma li~re del indio de antaño afligida de la opreSlon de los restos de hibus del indio de ahora", queda estampada con tinta indele–
~le en el artículo dirigido al connotado nove– !lsta español José María de Pereda, en que le refuta su generosa pero equivocada creen– c.ia de que había entonces abundante y va– lioso acervo de novelas americanas.
En política la mezcla de la sangre aven– iurera con la del aborigen, ha producido
"esa intenninable serie de revueltas mofines asesi~
nafas, pandillajes, asonadas, pron~ciarnienios, los
~er~ces coronelofes zambos y los crueles generales ludIOS, el avenfurero que legra en países semejan~
tes al~os puestos públicos a fuerza de habilidad y audacIa, los oradores de oraforia nlral, los dipuia– dos fanioches y guapefones, y ¡La Pafrial ¡La Liber– tadl IEl 931 ¡Los derechos del hombre 1 la Prensa gr,?fesca, adulona o de presa, los disfinguidos perso– naJes qu rodean a su excelencia, la policía de ver– dugos, los vicios desbragados al son de las bandas palaciegas Es eso de un pintoresco de opereta que mezcla lo tenible con lo bufo "
Con la independencia política de la an" tigua Capitanía General de Guatemala na– cieron y se fortalecieron dos fenómenos de–
f~nidos y fatales: el separatismo y el parfida– nsmo:
"La cul±ura que vino con los conquisfadores fue poca. y, como debía ser, fraída por hOlnbres guerre– ros. gentes de camp~ña y conquista. Del indio que.,
~a el fue,go, la sa,:,,~a .sana, 10 que d~sde los viejos Hempos el aprendlo Junto a sus mmzales y cañas
~alvajes. de los espírifus del bosque y de las monta~
nas. El ~spañol nos dió la lengua, el bauiisrno, la gota de tiniura blanca que colorea la piel. Cuando
fuimos independientes nos quedamos con lo malo de los españoles y planfarnos el famoso "árbol de
la liberlad", el cual nos ha dado madera suficiente para incontables paiíbulos. hOlcas y casi fronos".
Así se expresó Darío en "Rojo y Negro" Costa Rica, 1891. '
Los cacicazgos, las luchas sangrienfas
por el predominio, las banderas políticas co– rno paniallas de ambiciones personales incon_ fesables; las declaraciones de principios en que cam.pean los sonoros postulados: igual–
dad, jusficia, li.berfad, incapaces, sin embar–
go de resistir los continuos vendavales que la política de campanario desata dentro de los nublados horizontes de la vieja Capitanía, todos esos males han contribuido y contribu– yen a la restauración de la Patria nuestra desarticulada aún, no obstanie los poderoso~
vínculos cornunes inevi±ables que oSIen±a
corno la religión, la lengua, la tradición y eí destino político-geográfico. Tal es la fuerza disolvente del interés personal y de las riva– lidades locales, males heredados de la vieja Iberia.
Dario no fue político de grupo, ni pudo serlo. Fue refractario al contado directo con el pueblo; su temp61arnento de "élite" recha– zó toda comunión con la muchedumbre, aun disfrazada con el luanto de la democracia . '
slrena atrayente que no pudo cautivarlo, por-
que no creyó en sus cantos, y era alérgico a
la tosquedad y grosería de las cantidades sin calidad. Al lravés de toda su obra hace sen–
fir esa carac±eríslica suya. Su mayor reve~
rencia era por la Monarquía, no COlUO siste..
ma sino en cuanto a forma. Donde había tí– tulos y apellidos ilustres, escudos nobiliarios, esplendor, fausto protocolario, condecora–
ciones y pergaminos, Darío se sentía deshun–
brado y feliz, COlUO si reanudara capítulos de su vida pasada.
Comprenderá la realidad de esta aseve– ración quien lea las crónicas de su encuentro
con testas coronadas ele los viejos confinen"
tes. ¡Con cuánta veneración y simpatía los pinta! A veces hasta dan ganas de sentirse uno vasallo de semejantes "majestades", pa– ra vivir un rato la aladínica vida de la no– bleza dieciochesca.
Daría no fue político de grupo. Desde niño supo codearse con los hombres del po– der en Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Chile, Argentina y España. Cul– :livó amistades con valiosos exponentes de la
cultura en esos países yen Cuba, México, Bra–
sil, Uruguay, Francia, e±c. Eslas relaciones
se debieron a su estirpe de poeta, el poeta máximo de su tiempo. No le dió lustre a la política, ni la política a él, al contrario, ésta
le ocasionó sinsabores y sombras, como acon–
tece a muchos con frecuencia, iluminados por la gloria del arle, pero inermes ante la fuer– za de la política maquiavélica.
Darío llamó tirano al Presidente de Nica– ragua, Dr. Roberto Sacasa, y exaltó la figura del diciador José Santos Zelaya, quien des-
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