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« Previous Page Table of Contents Next Page »y se calzaba con zapatillas cerradas de cabri– tilla negra con lazos de seda del mismo co– lor.
Administraba con órden y energía su hacienda de café "Utila" y manejaba su casa con férrea disciplina militar. Fue hija mo– delo, mimó hasta su muerte a su anciana ma– dre como si fuese una niña y profesaba a su hermano Andrés, entrañable afecto.
Rubén Daría en su Autobiografía, descri– be así a Rosario, evocando aquellos años ju-
EN SU POESIA LA MUERTE
La poesía es "palabra esencial en el tiempo", es el recuerdo sobreviviendo al tiempo por la virlud congéniia del verbo en una prefiguración terrena de lo eterno. La poesía es una recreación constante, un vol– ver a nacer lo que ya es ido.
y en cada recreación poética vive el poe– ta la tragedia de la muerle y la epopeya de la vida.
tSublime y espantable destino enfrentar a la muerte en cada instante de la vidal
El poeta es, único entre los humanos, el vencedor de la muerle, y por eso, s610 la muerte, "su lUuer±e"
T
nos da la cifra e){:acía de su gloria.
Al invocar y exaltar la gloria de Rubén estamos celebrando la fiesta de la inmortali– dad. Por eso, después del poeta, es la muer– te la otra profagonisfa de esfa fiesta; la muer– te vencida definitivamente por el poeta cuan– do entró bajo el mágico umbral de su poesía en el reino de la inmortalidad. ......
Permitidme que en breves palabras os hable de cómo vió y cantó Rubén a la muer– te en su poesía, de cómo vivió y cómo mu– rió su muerte de poeta. ......
Tantas son las maneras· del poeta de contemplar la muerle como los ángulos de la inteligencia y las vivencias del corazón humano.
A la muerle la vemos corno fenómeno biológico en todo su horror de aniquilamien– to de la vida, COIT).9 catarsis religiosa del espí– ritu en su liberación del cuerpo y su tránsito al mundo de lo desconocido absoluto, corno tragedia sentimental por la pérdida o sepa– ración de los seres que amamos, como fe– nómeno histórico y sociológico en el orto de los Imperios y en el ocaso de las civilizacio-
veniles en que todo era para el poeta lo azul la vida y la esperanza' '
Era una adolescenfe de ojos verdes, de cabello
castaño, de tez levemente acanalada, con esa suave palidez que tienen las mujeres de Oriente y de loa trópicos.
Un cuerpo flexible y delicadamenie voluptuoso que haía al andar ilusiones de canéforas Era ale~
gre, risueña, llena de frescura y deliciosamente par~
lera, y cantaba con una voz encantadora",
Tal fué a grandes rasgos Rosario Mu_ rillo Rivas, la esposa nicaragüense de Rubén Daría.
JULIO YCAZA T1GERINO
P<lf'tn, conie-UnC'1i1tll, Hocl61op.o Miemhro de la A¡¡odlt– c1ón J~lltinoanatrlcanB de Sotloloftlll, de la Academia A'l-genlinll de Soeiolo¡:dB, do The Amerlean Sodologlclll Socieh" de la Universidad de New York. del Instituto de Esludios Políticos 4e r.fadrid Acallémico
nes, y la vemos a través del prisma filosófico como niveladora de los hombres y término de todos sus afanesl y la vemos también transfigurada amablemenle como objeto pu– ro del Arie y la Poesía.
Para entrar en el reino de la muerte Dan– te se pierde en una selva oscura y con su egregio guía latino cruza la Estigia sobre la barca griega de Caronte. Petrarca sólo acier– ta a caniar el triunfo de la muerte y a gemir su desventura ante 1011 despojos de Laura. Goethe en el Fausto la sujeta a los poderes del demonio, yen Werlher la torna cómpli– ce de la pasión romániica. Del brazo del Amor Rilke traspasa silente sus dinteles, y Poe pareciera participar de su misterio. Y en nuestra propia literatura hispánica, Cal– derón ve en la muerle el despertar a la rea– lidad puesto que "la vida es sueño y los sue– ños sueños son".
Quevedo invierte la imagen comparan– do a la muerle con el sueño, y agobiado por las desgracias de su Patria sólo contempla en derredor su huella y su recuerdo. Teresa de Jesús ama la muerte en procura de la más alia vida. En las clásicas coplas de Manrique
"nuestras vidas son los ríos que van a dar en
la mar que es el morir". Y Bécquer, enfermo
y melancólico, nos trasmite la angustia física y la soledad del hombre ante su dolor y su misterio.
Pero Rubén Daría en su lira multicorde aiaca todos los regisfros poéticos de la muer– fe. La poesía de Rubén es, como su propia vida, una rica y amplísima polifonía en que los más diversos acordes se suceden en ar– monía de tiempo espiritual y de tiempo cós– mico. Por milagr~ de la virginidad de su alma americana Rubén Darlo se abre a to– das las influencias y a todos los estímulos que la maravillosa alquimia de su genio re-
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