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« Previous Page Table of Contents Next Page »sus versos, que los musitaba, los susurraba, temblando de miedo. PALOMAS BLANCAS Y GARZAS MORENAS es el producío lírico de esas noches plenilunares, a la orilla del lago de Managua y oliendo la cabellera suelta de una adolescente que tenía los ojos verdes y el cuello de garza.
El sobrino predileclo de Rosario fue Luis Bonilla Satres, todo un caballero con quien cultivo fralerna amistad y que fue quien me introdujo al solar de Doña Rosario. Qué bien 10 recuerdo! Mientras Rosario vendía leche cruda y metros de papel francés para tapizar
paredes, negocios con los que se entretenía
la dama, Luis y yo revolvían.os papeles vie– jos que pertenecieron a Daría. Cartas de grandes mentalidades de Francia y España y
libros con dedicatorias para el poeta. Una de
estas cartas, sustraída por mí con inaudito di· sin.ulo, se la envié de regalo y como prueba de mi admiración, al poeta Uruguayo Edgar– do Ubaldo Genta. Pero lo que más lue emo–
cionaba era fener enfre mis manos los fomos
de la Biblia que fue de Darío, con anotacio. nes de puño y letra del poeia, puestas en el margen de las hojas. En el libro del Apoca– lipsis puso Darío pensamientos llenos de te– rror y misterio.
En la vida de Rubén, escrita con sangre y dolor, permanece el capítulo de su matri– monio con RosalÍo Murillo; el hermano de la Señora, Andrés, pistola en mano, hizo cele–
brar la ceremonia.
Hay mucho de la historia íntima del dra· ma en su libro de juventud "Abrojos". -¿Sabe Usted Doña Rosario donde está enterrado el cerebro de Darío? Pregúntele alguna vez.
-Pues aquí misrno, me con±eslaba, en
mi aposento y debajo de lui cama.
Yo la creía y se rne salía el corazón por
la boca. Por supuesto eso no era cierto. El cerebro de Darío fué enlerrado secre– tamente junto a sus sagrados despojos y por disposición de Monseñor Simeón Pereira y Castellón, esclarecido Obispo de León, en su horrible tumba de cal y canto de la Catedral leonesa.
-Mire Prado- Me decía Doña Rosario -si Rubén hubiera vivido conmigo y no hu-biera andado de arriba para abajo, 10 hubie– ra hecho rico. Rubén no sabía administrar dinero. O 10 daba o se lo robaban. -¿Le tuvo Usted hijos a Darío?
-Claro que sí, se llamó Darío Darío y murió de tétanos porque mi mamá le cortó el cordón urnbilical con unas tijeras que no estaban desinfecíadas.
. y así la viuda enfre ingenuidades, men–
hras intrascendentes, invenciones y verdades, pero movida por resorles profundos de orgu–
llo y vanidad, me refería anécdotas del poeta que yo escuchaba embelesado.
No era la Chavo Murillo, como se le lla· ,,",!aba popularmente en Managua, mujer de dlSciplinas íntelee:tuales. Pero por su en·
cuentro y paslOn con Rubén Darío conocía los nombres de los intelec1uales americanos y europeos más destacados de la época rube– niana y los noulbres de Maliano de Cavia, Luis Bonafoux, Manuel Bueno, Anionio y Ma– nuel Machado, Francisco Villaespesa, Una– muno, Valle Inclán, Alejandro Sux, le eran familiares y Se refería a ellos como si habla–
ra de personas de su ín±irrla amistad.
Pero su faHa absoluta de cuHura la su–
plía estupendamente con una vivísirna inte– ligencia; matizaba su hablar con ingeniosas
salidas y ocurrencias y poseyendo magnífica
lTIemoria, reÍería anécdotas, historias e in– ventos en torno a Darío y sus amigos, que eran una delicia oírlas.
Cuando se estaba anuando en el parque de Manaqua que lleva el nombre del poeta
el n'lonumen±o en mármol que Nicaragua le
eriqió COlno demostración de su amor, la dig– na dama, de limpio linaje y talento, viriuosí– sium y bella. Doña Rosibel Mar:tinez de Burch, m.ien.bro del COluité pro-Monumento a Ru– bén Darío, temiendo que por una mala ma– niobra de los albañiles encargados de la obra, sufriera algún deterioro parte principal del monulnento, en un esfuerzo de la voz di– jo a los obreros:
"Tengan cuidado, háganlo despac.io, que pue.– den romper la flaufa de Pan",
Entonces ChaVo, rápida y cortante, ex– clamó: -"Eso es 10 de menos, la Javiera la vuelve a hacer". La Javiera era la hermana de Rosario y propietaria de "La Rosa Blan– ca.", espléndida y repulada panadería mana– guense.
Este cuenio perlenece a la picaresca ni–
caragüense.
Tenía Rosario estampa gitana. Alía y delgada, desgarbada por el peso de los años, n10rena la piel, cabellos trenzados, entreca– nos, que seqún ella habían sido largos, sedo– sos y castaño claros. Ojos vivaces y de un eSlueralda cambiante, víC±ima de cataratas en la vejez, por 10 que usaba constantemen– te gafas de gruesos Clistales. Frente despe– jada y graciosa, nariz coria y sensual. Su boca debió ser un estuche de primor, con el negro lunar que le manchaba la derecha del labio superior. El ilmbre de su voz, grave. Parecía que la voz le venía de muy adentro, por 10 que salía gangosa y asmática. Segu– ramente era debido al abuso del tabaco, fu– maba m.inuto a minuto y deleitosamente, re– teniendo el hun.o dentro de los bronquios, sin que por esto haya muerío de cáncer pul–
monar.
Era católica creyente, sin caer en la bea– iería y fanaiismo, muy agradecida de los fa– vores que se le hacían. Vestía sin ostenta– ción, no hablaba necedades, ni fue descoca– da. Era todo un tipo castellano, apegada a sencillas costumbres y tradiciones; para ir a Misa se tocaba con mantilla negra o blanca
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